
Quito, Ecuador
¿Se acuerdan del gordo Torbay, que tuvo la osadía de expresar que al pavo y a la subversión hay que torcerle el cuello la víspera?
No me olvido el escándalo que causó entre los entonces noveles periodistas y la ilustre y adoctrinada clase media serrana esta aseveración.
Fue una kermesse de agresiones verbales, insultos a Leon y al gordo Torbay, inmortalizado como “símbolo” de la corrupción», pigmentada con sabias intervenciones de los analistas de turno, encargados de minimizar las “travesuras“ de esos chicos de un colegio de élite, de deplorar el uso de la fuerza excesiva contra estos idealistas e inocuos personajes.
De nada sirvió constatar que secuestraron, asesinaron, engañaron, robaron y atentaron contra la apacible sociedad de entonces.
Eran las víctimas de un cruel tirano y todo les debía ser perdonado.
Pero LFC, a pesar de los ataques, no se detuvo en su empeño y logró la desbandada de este movimiento en ciernes.
Debilitado el grupo, y como corolario, el gobierno siguiente recibió la oportuna rendición de los cabecillas restantes y los aplausos de los observadores “imparciales” , que festejaron el triunfo de sus tesis y determinaron que el malvado ingeniero debía ser castigado con un juicio tan sonado como descabellado.
Posteriormente, mucha agua corrió bajo el puente.
Nuestros vecinos sufrieron el embate de Sendero Luminoso, de las FARC, mientras Ecuador se mantenía al margen de estos movimientos.
Fue el correato el que resucitó esa leyenda urbana casi olvidada, colmó de denarios y disculpas a las víctimas de los excesos de la policía, nombró ministro a uno de sus ex militantes, y declaró oficialmente olvidados a esos guerrilleros.
Pero la realidad es que las hydras tienen varias cabezas, y que ni el diálogo, ni el dinero, ni las lisonjas detienen el avance de la subversión. Treinta y pico de años después, el monstruo vuelve a despertar.
Más organizado, más corrupto, más peligroso. A tal punto que el COSEPE declaró hace pocos días terroristas a varias organizaciones criminales que han surgido bajo distintas denominaciones y con varios afanes, pero unidos por el desprecio a la ley y las instituciones.
El clamor popular por la seguridad fue escuchado finalmente.
Me alegra por lo demás leer que algunos contemporizadores de antaño hoy apoyan y aplauden la mano dura. Entendieron el mensaje.
Pero, como suele suceder, las nuevas generaciones de políticos, los que hasta ayer clamaban por la falta de pantalones del Ejecutivo son los que hoy reeditan el mismo discurso, el de los derechos humanos de los delincuentes, el del uso excesivo de la fuerza, para criticar las acciones establecidas para acabar con estas lacras sociales.
Dirán que no es lo mismo, que lo de AVC fue diferente, y así es, siempre es distinto.
Pero no podrán tapar el hecho que el peligro está allí, latente, quiere derribar al Estado para imponer su ley, y entonces como ahora, utiliza las mismas tácticas de amedrentamiento y agresión, con inocultable complicidad de algunas fuerzas políticas.
Evidentemente, lo que no ha cambiado es que la conveniencia y el cálculo de los patriarcas está siempre por delante de las reales necesidades ciudadanas.
Esperamos que esta vez no le tiemble la mano al Ejecutivo para contrarrestar la terrible amenaza narco terrorista, que está detrás del financiamiento a estos grupos delincuenciales y sediciosos.
La enseñanza de León y su valentía, que mantuvo al País al margen de la subversión hasta la llegada de los “negociadores“, no puede ser olvidada, y por eso la recuerdo en estas líneas.
Aunque a muchos les duela,
¡Gracias, Ingeniero! ¡Tuvo razón!
