Alfonso Espinosa de los Monteros, una figura de la televisión que dice adiós

Gonzalo Ruiz Álvarez. Quito, Ecuador.

Gonzalo Ruiz Álvarez

Quito, Ecuador

En la noche del Jueves Santo el noticiero estelar de Ecuavisa cerró con el anuncio que personalmente hizo en pantalla Alfonso Espinosa de los Monteros. El primero de mayo conducirá su último programa noticioso.

Un hito supuso hace poco tiempo la entrega del Récord Guinness, como la figura de pantalla que más años estuvo al frente de sus tareas. Sus recuerdos se publicaron en dos voluminosos tomos. Las experiencias de Alfonso Espinosa de los Monteros son el testimonio de medio siglo de la vida nacional.
El récord refleja, además, una trayectoria anclada a una misma cadena televisiva desde hace 56 años. Si hay algo que identifique a un medio audiovisual con fuerza, más allá de logotipos e isotipos, es el rostro del conductor de su noticiero principal. Tal el caso de ‘Don Alfonso’, como muchos le llaman cariñosamente.

Actor de telenovelas, reportero, conductor de noticieros y programas especiales, director de noticias y vicepresidente de noticias, Alfonso ha hecho de todo en Ecuavisa.

El tiempo no pasa en vano y en su fuero íntimo y familiar habrá decidido que la hora del retiro ha llegado. Ahora se le abre una nueva etapa para gozar de ricas lecturas, de su música preferida, algún viaje pendiente y, acaso, la escritura de algunos libros más de aquellas historias, que acompañan el pulso palpitante del país y el mundo.

El 20 julio de 1969 llegó el hombre a la Luna. Esa noche en el automóvil de mi tío Pablo, con mi hermano y mis primos, fuimos desde Playas – donde pasábamos vacaciones – hasta Posorja. Mirando la Luna que brillaba en el cielo escuchábamos la transmisión en español del alunizaje de la nave Apolo 11. Años después conocí al dueño de aquella voz espectacular: nada menos que Alfonso Espinosa de los Monteros.

El 29 de abril de 1983 el noticiero traía una noticia de aquellas que conmocionan. El accidente del avión de la empresa San que tuvo que volver al aeropuerto Simón Bolívar de Guayaquil. Esa misma noche me despedía en pantalla en Telecentro. Había decido dejar el noticiero por razones que ahora no vienen al caso.

El lunes a primer ahora Alfonso me llamaba por teléfono a casa. Me contó que había escuchado mi despedida y quería saber las razones. La oficina de Ecuavisa en aquel entonces estaba a dos cuadras de casa. Lo visité esa misma mañana y luego de una animada conversación con una actitud generosa me ofreció incorporarme como reportero al valioso equipo profesional de Televistazo.

Alfonso había vuelto a Quito tras una larga estancia en Guayaquil y estaba al frente del noticiero, como conductor y director. Era el de Quito un equipo pequeño, pero de estupendos profesionales y, además, muy unido bajo el liderazgo ejemplar de Alfonso.

Desde entonces mi admiración, respeto y reconocimiento profesional han sido invariables.
En los años 90 una invitación de prensa nos llevó a Holanda y Alemania. Fue otro pasaje inolvidable de charlas fructíferas, uno que otro chiste y varias canciones de Joan Manuel Serrat por quien tenía admiración especial. Una noche tuvo que repetir con gran paciencia, aquella melodía de Joaquín Sabina ‘y nos dieron las diez’, seguramente más de 10 veces, a petición del público en un restaurante mexicano llamado ‘Los Alegres’ en Ámsterdam.

Hace poco tiempo mantuvimos una reunión con una alta autoridad en el Palacio de Carondelet con un grupo pequeño de colegas. Volvimos del centro en un taxi, y como siempre, la charla efe agradable y enriquecedora.

Estoy seguro que las distintas generaciones de periodistas, presentadores, productores y camarógrafos – y serán varias decenas – conservarán por siempre esa imagen de Alfonso. Hombre de buen talante y personalidad tranquila que lograba irradiar a la pantalla esa confianza que se traduce en credibilidad, que es el primero y acaso el único capital que acumulamos los periodistas.

En este tiempo en que las nuevas generaciones se apartan de los medios tradicionales y los 280 caracteres de un trino y los mensajes confusos y muchas veces mentirosos de las redes sociales parecen inundar la pradera, volver a mirar a los medios tradicionales como fuente fidedigna, a los libros y las bibliotecas como seguro tesoro de sabiduría universal, parece la mejor receta para dejar la banalidad y el frívolo espacio de una comunicación que hoy tiene, en pocos minutos, fecha de caducidad.

Hoy la voz de Alfonso no posee la frescura de los primeros años, cosa natural, pero su mente lúcida y su mirada cristalina deja traslucir su espíritu patriótico y su personalidad de un ser equilibrado con el cual le recordaremos siempre millones de televidentes y aquellos que tuvimos el honor de trabajar con él y contar con su amistad y sus enseñanzas.

Termino esta pequeña semblanza. Ya suenan en la TV las trompetas de Ben Hur, característica musical del inicio de Televistazo, con Alfonso Espinosa de los Monteros…

Más relacionadas