La Presidencia

Ricardo Noboa

Guayaquil, Ecuador

“A la Presidencia hay que subir por las escaleras, no en ascensor. El ascensor se puede dañar”. La frase la escuché en días previos a la asamblea socialcristiana de 1992 que se aprestaba a designar a Jaime Nebot como candidato del partido.

Había afiliados que creían que Sixto Durán Ballén debía llevar la bandera del PSC debido a que tenía una carrera política dilatada y se había “sacrificado” al aceptar la nominación de 1988, siendo el candidato gobiernista y asumiendo el desgaste del último año de la presidencia de Febres Cordero.

Sin embargo, otros pensábamos que el candidato debía ser el joven ex Gobernador del Guayas y diputado durante los años 1990-1992, durante los cuales se reveló como un funcionario de excepción ejerciendo un liderazgo fuerte y eficiente. Los dos llegaron a la segunda vuelta y el resto es historia. Pero la idea de que, para llegar a la presidencia, el cargo público de mayor honor para un ciudadano, se requería una “carrera política” estaba consolidada en el país.

Unos decían, incluso, que se debía “pasar por el Congreso” al que muchos iban por lana y salían trasquilados, pues destacarse en ese inmenso “trapiche” era muy difícil, y para quienes lo lograban, era la antesala de la Presidencia.

La historia empezó a cambiar cuando la clase política se subió a la camioneta para derrocar a Bucaram por loco y se repartió el poder en propiedad horizontal en el gobierno de Fabian Alarcón, siendo famosos los audios del reparto.

En la elección del 96 el “outsider” lo encarnó Freddy Ehlers.  Felizmente no ganó, ya que todos hubiéramos terminado abrazados a un árbol. La presidencia de Mahuad, ex legislador y ex Alcalde de Quito exitoso, al que sacaron en hombros de la plaza de toros para derrocarlo poco después, fue la crisis absoluta de los partidos tradicionales, razón por la cual el presidente del 2003 fue el primer “outsider” que realmente llegó: Lucio Gutiérrez.

Del golpe de enero del 2000 pasando por la amnistía, llegó a Carondelet, del cual salió en helicóptero. Derrocado por cuatro gatos, por cierto. De ahí en adelante, hemos estado llenos de “outsiders” aspirando.  Lasso no lo fue, ya había sido dos veces candidato y exhibía en su palmarés público la Gobernación del Guayas, el Ministerio de Economía y Finanzas y una muy exitosa reorganización del Terminal Terrestre de Guayaquil, que pasó de la famosa Garita 3 a ser un modelo en América Latina.

En el intervalo, Correa, que tuvo un Ministerio de Finanzas muy breve, pasó a sentarse en la gran silla. De modo que el fenómeno de los “outsiders” no es nuevo en el Ecuador y a pensar en ellos nos lleva primero la crisis de los partidos, segundo la novelería y hoy en día, el miedo.

El presidente Lasso nos va legando, hasta el momento, activos muy importantes de aquellos que no se ven pero que luego se agradecerán: la macroeconomía en orden, libertad absoluta de prensa, independencia de la justicia, tratados comerciales concluidos, disminución de la deuda externa y recompra de parte de la misma con fines ecológicos y en pro de las islas Galápagos. En Europa bastaría para que una población vacunada y saludable lo reelija varias veces.  Acá es más difícil. 

Por tanto, la decisión de si el Presidente terciará o no en los próximos comicios tendrá que tomarla él y anunciarla en su momento. El gran bien que le ha hecho al país al tomar la decisión de mandar a la casa a una asamblea mediocre y sentar un importante precedente democrático ya se lo agradecemos hoy.

Los “outsiders”, unos menos que otros, pero que se presentan por primera vez en la papeleta tienen que, al menos, exhibir características de eficiencia y transparencia. Yo, en lo personal y si el presidente Lasso decide apartarse, prefiero hasta el momento a quien ha tenido cierta experiencia en lo público y ya ha sido “inventariado” por la ciudadanía. Al menos en algo.

Muy importante es evidenciar no tener contratos con el estado, directa o indirectamente, por aquello de que la mujer del César no solo debe ser sino parecer y también por aquello de que tales contratos restan independencia a la hora de tomar decisiones sin que primen intereses económicos.  Habrá que sopesar el balance de cada uno.  Quién o quienes los auspician. Cuánto han cumplido o fallado los auspiciantes. Y si para tan alto cargo solo se necesita ….no haber hecho nada. 

El presidente Sixto Durán Ballén.

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