
Rochester, Estados Unidos
Anoche me di la molestia de escuchar al prófugo en una entrevista. Me impresionó el odio contenido, la incontinencia verbal del sujeto.
No aceptaba otro argumento que no fuera el suyo, pues los demás están errados o lo odian. Él es el único iluminado que tiene todas las respuestas y ningún arrepentimiento.
Repite sus consignas hasta el cansancio, no asume responsabilidad alguna por la corrupción y despilfarro en su gobierno, cambia de tema ante los cuestionamientos, todo es culpa de los traidores, no le interesa el poder y solo quiere regresar al Ecuador a abrazar a su madre.
Final lacrimógeno.
Espero en verdad que la próxima entrevista la analicen en la facultad de psiquiatría, así como ciertos decanos y profesores utilizan los planes de gobierno para desvalorizarlos en ausencia, pero sobre todo para que nos ayuden a diagnosticar las graves distorsiones de las que padece tanto el entrevistado como sus seguidores, que fieles a la ley del embudo, miran solo en la dirección que señala el enfermo. Porque esta relación simbiótica entre el prófugo y sus incondicionales es digna de estudio, a pesar que la historia está llena de ejemplos de líderes mesiánicos y su inexorable caída junto a sus simpatizantes.
La incapacidad del público de entender, cuestionar o aceptar hechos legalmente comprobados y respaldar tozudamente teorías sin asidero es una verdadera espada de Damocles para la democracia.
Prefieren aferrarse a sus creencias básicas antes que aceptar que fueron engañados, abusados y manipulados por su victimario.
Una variación del síndrome de Estocolmo.
La disolución de la Asamblea es el capítulo final de una pugna estúpida promovida por egos y convertida en un muro de los lamentos en que los demás tienen la culpa de todo.
El compinche de ayer se declara hoy adversario del loco del ático, “y aquí no ha pasado nada”, a pesar de su proximidad demostrada y vergonzosa.
El comunista de poncho arenga a sus pares para mantener vivo su liderazgo, sin entender ni por error que el País es más que sus aspiraciones y se debe a alguien más que a su grupete.
Un Presidente incapaz de ceder reconoce sus culpas y abdica al poder que tanto le costó conseguir.
Le toca al País rehacer su historia.
Una vez más.
Con la esperanza que el fardo de malas experiencias acumuladas permita lograr una unión mil veces invocada y muy pocas veces lograda.
De nada sirve el pasado si somos incapaces de aprender de él.
Si sigue la improvisación, el País seguirá hundiéndose.
Si los partidos no renuncian a sus intereses, los del País seguirán postergados.
O logramos una unión mayoritaria, o seguiremos subyugados por minorías organizadas.
Es hora de cambiar la historia.
Pero solo podremos lograrlo con unión y renunciamientos.
No hay otra solución. Solo así lograremos construir un acuerdo sin desvaríos ni engaños.
Todos se lamentan de la idiotez del resto, pero ninguno hace nada por unirnos con patriotismo.
Al contrario.
La meta es desunirnos y desorientarnos con ofertas irrealizables que les permitan llegar al poder. Luego se verá.
Así no vamos a ninguna parte y fomentamos la locura totalitaria.
El votante tiene la palabra.
