Wagner: algunas precisiones

Miguel Reyes Castro

Licenciado en Ciencias Políticas. Máster en Conflicto y Seguridad Internacional, University of Kent.

La revuelta armada de la compañía privada militar rusa Wagner desató un torbellino de especulaciones y análisis en medios y redes sociales. Tras este preocupante y a la vez extraño evento en la mayor potencia nuclear del mundo, debería tenerse en cuenta que las motivaciones principales de la revuelta, es decir las luchas de poder internas entre el establecimiento militar y el poder oligárquico de Prighozin, fueron una realidad.

Esto debería echar por tierra cualquier especulación, como se ha leído en redes, de que todo este incidente fue un montaje entre el líder ruso Vladimir Putin y el controversial oligarca dueño de Wagner, Yevgeni Prigozhin, para sacar de raíz a las “yerbas malas” (es decir, detectar traidores). O peor aún, algo orquestado por Estados Unidos y potencias occidentales, que en el pasado han condenado y mantienen sanciones contra el grupo y su líder.

La hipótesis del show resulta aún menos convincente considerando cómo las acciones de Wagner del viernes y sábado supusieron no solo su abandono del frente ucraniano, dando una oportunidad a la muy anticipada contraofensiva ucraniana.

Pero también supusieron el derribo y destrucción de preciadas aeronaves de las fuerzas armadas rusas, el desvío de unidades militares para enfrentar la revuelta y evitar la toma de ciudades como Rostov del Don y el avance de Wagner a Moscú, así como la muerte de efectivos militares.

Finalmente, todo este conflicto vio el debilitamiento (posiblemente momentáneo) de la imagen internacional y doméstica de “hombre fuerte” de Vladimir Putin.

Un militar de la compañía militar privada (PMC) Wagner Group en un tanque bloquea una calle en Rostov-on-Don, en el sur de Rusia, el 24 de junio de 2023. Se desplegaron vehículos blindados y de seguridad después de que el jefe de Wagner Group, Yevgeny Prigozhin, dijo en un video que sus tropas había ocupado el edificio del cuartel general del Distrito Militar Sur, exigiendo una reunión con los jefes de defensa de Rusia. (Rusia) EFE/EPA/STRINGER

La revuelta no solo perjudicó a Putin, quien tuvo que romper públicamente con, y denunciar como traidor, a su otrora aliado, pero para librarse del problema benefició con impunidad a Prighozin, quien finalmente debió dejar salir el país hacia Bielorussia, sin ningún tipo de repercusión por lo ocurrido.

También el autócrata bielorruso Alexander Lukashenko, esencialmente un vasallo o cliente sostenido en el poder de su país por el poder militar y político del Kremlin, medió el acuerdo que puso fin a la revuelta, lo que le puede otorgar cierto apalancamiento o as bajo la manga en su relación con Putin.

Finalmente, la imagen de Putin también se vio afectada por la caricaturización y burlas que produjo el que esa otrora útil y clandestina herramienta de política exterior rusa como es Wagner, alimentada impunemente con el beneplácito de Putin, ahora le explotara en la cara cual Willy Coyote.

En fin, todo un tiro en el pie (nuevamente, tal vez momentáneo) en términos políticos, reputacionales y militares, lo que debería descartar aún más la hipótesis del show. Por ello, resaltar el rol de las tensiones y desconfianza entre Wagner/Prighozin y sectores de las fuerzas armadas rusas mucho antes del actual conflicto en Ucrania puede arrojar más luz sobre lo sucedido.

Un antecedente de esto fue el enfrentamiento de febrero de 2018 entre fuerzas de Wagner y fuerzas especiales estadounidenses (apoyadas por aviación) cerca de la ciudad siria de Deir ez-Zor, que dejó varios mercenarios rusos muertos y heridos.

Yevgueni Prigozhin y los combatientes de PMC Wagner frente al ya famoso monumento al tanque T-34 en Bajmut.

Varias fuentes consultadas llevaron a la experta en temas rusos y conocedora del tema Wagner, Kimberly Marten, a argumentar que dichos conflictos, rivalidades y tensiones alcanzaron un punto álgido (y hasta cruel) cuando las fuerzas armadas desplegadas en Siria, o algún mando o facción dentro de ellas, se negaron a proveer helicópteros de evacuación para los heridos en el enfrentamiento.

Una de las razones, según la experta, sería la preferencia de las autoridades rusas por mantener su distancia de Wagner a través de lo que se denomina negación plausible (plaussible deniability). Esta modalidad permite a un gobierno como el ruso cual emplear actores proxies (apoderados o indirectos) y tácticas clandestinas o semi-oficiales para sus fines sin ser oficial o directamente asociados al mismo por razones varias.

Una de las más cruciales, como ya se vio en varios conflictos de la Guerra Fría, es evitar choques directos entre potencias militares que degeneren escaladas en tensiones, si es que no en conflictos abiertos y directos, entre dos bandos, que durante la Guerra Fría y en el mencionado caso sirio no fueron ni mas ni menos que EE.UU y Rusia, dos potencias nucleares. Y, de hecho, durante y tras el choque en Siria de 2018, los rusos negaron a los estadounidenses que hubiese personal ruso militar involucrado, parte de una política constante de negar cualquier vínculo oficial con Wagner pese a sus más que documentados vínculos con el Kremlin, es decir el más claro ejemplo de “negación plausible”.

Marten también hipotetiza que otra causa del conflicto sería el resentimiento en sectores de las FF. AA rusas hacia la interferencia en las operaciones militares del oligarca rentista y corrupto, quien no ha sido militar de carrera y de hecho pasó tiempo en la cárcel en su juventud. Rivalidades y resentimientos entre Wagner y los militares también pudieron alimentarse (ya desde Siria) debido al reparto del botín de guerra, en la forma de contratos otorgados a CPMs como Wagner, que en el caso sirio permitieron al grupo jugosos contratos (con la anuencia del estado) para vigilar y extraer beneficios del control de campos petroleros en el país árabe.

Y en un análisis un tanto premonitorio en relación a lo ocurrido este último fin de semana, Marten también señala que Wagner, la mas conocida pero no la única CPM en Rusia operando en el exterior, representa parte de una tendencia global en la privatización de la provisión de seguridad.

Captura de vídeo que muestra al ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigú, quien inspeccionó este lunes el puesto de mando avanzado de unidades rusas que combaten en Ucrania, en lo que es su primera aparición tras la rebelión armada de 24 horas protagonizada el sábado por los mercenarios del Grupo Wagner. EFE/ Ministerio De Defensa Ruso

En esta línea, el temor de entre comandantes militares de que acaudalados “emprendedores del conflicto” (conflict entrepreneurs) como Prigozhin estén minando la soberanía y racionalidad estatales, violando la ley y dejando al estado ruso presa de intereses privados, y con ello involucrándolo a Rusia cada vez más en conflictos en el exterior. Sin embargo, este último fin de semana ese poder privado estuvo a punto de poner en peligro la existencia del mismo aparato estatal que creó las condiciones necesarias para su surgimiento en primer lugar.

Los orígenes y secuelas de la revuelta también hablan el poder real de Putin. Contrariamente a la imagen de líder monolítico e indisputable de Rusia, o el “nuevo zar” como se lo describe frecuentemente, la Rusia de Putin, que ciertamente es un estado autoritario (y degenerando en cuasitotalitario desde el inicio de la guerra) es, más que uno regido por leyes y un sistema burocrático mínimamente racional como en Occidente, es uno regido por redes personales informales y de corrupción.

Esto explicaría parcialmente, según Marten, el que, pese a ser formalmente ilegales en Rusia, las CPMs hayan florecido bajo el régimen de Putin, que las ha tolerado y encontrado útil para sus acciones (no tan) encubiertas en el exterior, pero a veces también ha tomado acciones contra ellas. Todo esto siempre en base a la coyuntura y conveniencia, no solo para la política del Kremlin, su líder y aliados, pero de los distintos círculos de poder (civiles y militares) que constantemente luchan por influencia y beneficios ilegales y corruptos, siendo en última instancia Putin quien arbitra y “adjudica” en estas pugnas, algo también explorado por el conocido experto en Rusia, Richard Sakwa. 

En última instancia, sin embargo, la naturaleza clasificada de toda información concerniente a quienes cooperan con los servicios de inteligencia exterior de Rusia y no son empleados, establecida por decreto presidencial de Putin de septiembre de 2018, complica entender mucho más todo esto, como Marten recuerda.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, le da la mano al primer mandatario de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko. EFE/EPA/MIKHAIL METZEL / KREMLIN

Por tanto, el rol real del Estado ruso es “turbio”, pero la autora especula aquí que es enteramente posible que “a veces una parte del aparato estatal esté tomando acciones de seguridad exterior sin el conocimiento o aprobación ministerios de Defensa o Relaciones Exteriores” lo que también ejemplificaría magistralmente la disfuncionalidad del régimen putinista.

Finalmente, no se puede obviar el hecho de que, más allá de tener presunta responsabilidad en crímenes de guerra, no solo en Ucrania sino en África y Medio Oriente por medio de las acciones de Wagner, Prigozhin ha cultivado una cierta popularidad en Rusia, especialmente tras las acciones de Wagner en Ucrania. De hecho, una reciente encuesta del Centro Levada en Moscú sobre figuras públicas sobre las que los rusos confían y se sienten orgullosos, le dio a Prigozhin un 4% de popularidad, junto a varias otras figuras de la política rusa, pero sin superar aun al propio Putin, su hoy otrora protector y amigo personal.

Por tanto, no es implausible en lo absoluto que, habiendo realzado su perfil público por su rol en Ucrania, en el que públicamente insultaba a los mandos militares por su falta de apoyo e incompetencia, hayan llevado al oligarca a sentirse envalentonado para querer marchar a Moscú para, posiblemente, tomar el poder. Las animosidades acumuladas hacia elementos militares, y una aparente “gota que rebasó el vaso” en el supuesto maltrato a su organización por parte de las fuerzas militares rusas, específicamente un (nuevamente supuesto) ataque ruso a las fuerzas de Wagner en Ucrania, fueron el pretexto ideal.

Y así, el oligarca desató todo lo ya visto y que tuvo al mundo en vilo el fin de semana, creando aun más incertidumbre sobre el futuro de la Rusia de Putin. E irónicamente, Prigozhin volvió así a dar validez a la centenaria advertencia que Nicolás Maquiavelo, en su magna opus, “El Príncipe”, hizo sobre los mercenarios: “Los líderes mercenarios son hombres capaces o no lo son; si lo son, no puedes confiar en ellos, porque siempre aspirarán a su propia grandeza”.

Yevgueni Prigozhin, el jefe de los mercenarios de Wagner, en una foto difundida por Ukrainform, el sábado 24 de junio.

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