Los disfraces del autoritarismo

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Aquiles Álvarez, alcalde de Guayaquil, fue muy criticado por negarse a aprobar la marcha del movimiento LGBTI en el centro de la ciudad. No así Pabel Muñoz, alcalde de Quito, quien no solo aprobó la marcha de ese colectivo, sino que, en compañía de Paola Pabón, prefecta de Pichincha, la encabezó.

La acción de Muñoz, que tan progresista parece, es, en realidad, una estrategia clásica de los gobernantes y regímenes autoritarios, que consiste en apropiarse de las luchas de los movimientos sociales, a fin de integrarlos en el aparato estatal, y, así, someterlos al control burocrático y a los intereses del gobierno.

A esta estrategia suelen sumarse otras, como la creación desde arriba de organizaciones sociales paralelas a las que han sido creadas por la ciudadanía, o la captación de líderes sociales a los que el gobierno atrae a sus filas con la entrega de cargos y otros favores. El correísmo aplicó estas estrategias de manera reiterada -su mayor logro fue la creación del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social- y lo sigue haciendo cada vez que puede en los espacios de poder que controla.

Los movimientos sociales surgen y se definen en oposición al Estado. No son el Estado, sino sus vigilantes. Se espera de ellos que exijan y propongan alternativas para mejorar las condiciones de vida de la población en general o de un grupo particular, pero no que se confundan con las instituciones públicas o sus autoridades.

Si una organización social no sabe guardar las distancias con las autoridades y las estructuras estatales, se desnaturaliza hasta el punto de acabar convertida en un dócil instrumento de las unas y las otras.

La marcha de Quito confirmó algo más: la infiltración del correísmo en el movimiento LGBTI, a fin de ampliar su base social, mejorar su imagen y utilizarlo como aliado político. Con la infiltración correísta, el peligro más inmediato al que se enfrenta dicho movimiento es la pérdida de credibilidad social. No poca gente se ha percatado de lo incoherente que resulta la presencia de Marcela Holguín, exasambleísta del correísmo, en la marcha del colectivo LGBTI en Quito, la misma persona que viajó a Irán para respaldar y legitimar la persecución a las mujeres desatada por el régimen teocrático iraní.

Yuri Slezkine, en La casa eterna, su monumental obra sobre la revolución rusa, recoge la visión que Arón Solts, conocido como la Conciencia del Partido, tenía sobre la ética bolchevique. Para Solts, “Lo correcto, lo ético y lo bueno es cualquier cosa que nos ayude a conseguir nuestro objetivo, a aplastar a nuestros enemigos de clase (…), lo poco ético y lo inadmisible es cualquier cosa que perjudique estos fines”.

La visión bolchevique de la ética es la que se ha transmitido por décadas a las organizaciones, partidos y gobiernos de la izquierda latinoamericana, incluidos aquellos que hoy se denominan “progresistas”. De esta ética se han alimentado el correísmo, el chavismo, el orteguismo -que ha convertido a Nicaragua en un régimen totalitario- y se alimentan los militantes LGBTI por conveniencia y las organizaciones no gubernamentales asociadas a partidos y movimientos políticos que utilizan sus demandas y temas de lucha como disfraces político-ideológicos.

Hay que tener los ojos abiertos y desconfiar de las autoridades que desfilan junto al pueblo y las organizaciones ciudadanas. Ese no es su lugar. El león no sale de paseo con las cebras.

Quito, sábado 01 de Julio del 2023. Marcha del Orgullo Gay, en las principales calles de Quito. El alcalde de Quito, Pabel Muñoz y la Prefecta de Pichincha, Paola Pabón en la marcha. Fotos: Rolando Enríquez/API
Guayaquil, sábado 01 de julio del 2023. Luego de una controversia por la realización de la marcha del Orgullo, organizada por la comunidad LGBTI+ en la calles del centro de Guayaquil, se realizó con varios lineamientos acordados con el Municipio. En la gráfica la prefecta Marcela Aguiñaga se unió a la marcha. Fotos: César Muñoz/API

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