
Cuenca, Ecuador
Me encontré con muchos compañeros que también lo había hecho. Estamos de duelo, por Don Villa, y por la Patria. No solo se asesinó a un candidato presidencial, se asesinó a la democracia, y está herida de muerte la fe, la esperanza de un verdadero cambio, incluso muchos que no iban a votar por Don Villa, sintieron que mataban a su candidato.
Y como siempre suele pasar cuando alguien fallece, y haciendo honor al dicho popular, “no hay muerto malo”, todos reconocieron que ese candidato era un hombre valiente, era un hombre luchador y decidido, incluso aquellos que alguna vez lo llamaron el denunciólogo, ellos también lamentaron su muerte, es que ya saben lo que ese asesinato representó.
Las redes sociales a partir de las 18h30 de ayer, estallaron con la noticia del atentado contra el candidato, primero, y luego ya con la triste noticia de su muerte, el magnicidio se había consumado.
Una de las señales más fuerte del inevitable proceso de putrefacción que sufre nuestro país, es justamente la enorme duda que pesa sobre la actuación de la Policía. No solo por lo que se ve en los videos, esa nula o inexistente preparación o profesionalismo, en el mejor de los casos, o la complicidad, en el peor de ellos, sí, justamente, de los encargados de cuidado, miembros de la Policía Nacional lamentablemente. Es decir, el órgano que tenía que protegerlo, por poco entrega al candidato en las manos asquerosas de las mafias criminales.
Se siente que le hacen calle de honor, cual viacrucis, hasta llegar a la cima del monte Calvario.
El rostro de la gente hoy es diferente. Refleja enorme preocupación del presente y del futuro del país, que a la vez es lo único que tenemos, es donde vivimos, es donde crecen nuestros hijos, es en donde construimos nuestros sueños. Muchos no creen que este país tenga futuro, pues el futuro es justamente el producto del presente, y este presente es de terror.
Mucha gente conversa entre sí y dice, si pudiera, me fuera del país, si tuviera visa, si pudiera lo haría, y yo me pregunto, ¿realmente me iría del país si tuviera la oportunidad? ¿Dejaría todo atrás, se viene realmente la noche más oscura de la historia del Ecuador, está irremediablemente tomado por el narcotráfico y la narcopolítica?
Solo pensar en esa posibilidad me aterra, y lo reconozco con vergüenza. Dejar atrás a mis padres, dejarles sin nietas a los abuelos mas cariñosos del mundo, dejar atrás todo lo hecho, mi carrera, dejar de hacer lo que más me gusta, me cuesta reconocer que tengo miedo de luchar, de dar mi opinión, de decir lo que siento, por miedo a que los grupos que tomarán el poder, no aceptarán oposición alguna, que aprendieron de sus “errores” pasados y no dejarán a opositor con cabeza, que las voces disonantes serán calladas por la buenas o por la malas. Incluso pensé dos veces antes de escribir estas líneas, sin embargo vencí ese sentimiento oscuro.
Si nos dejamos llevar por el miedo, si sucumbimos ante esta presión, la muerte del Valiente Don Villa no sirvió de nada. Muchas veces estos puntos de quiebre son justamente lo que necesitamos los ciudadanos para seguir luchando desde nuestra pequeña trinchera, para que sepan que todavía hay voces de protesta, de incomodidad y que daremos la pelea. Don Villa, El General Gabela, Pazmiño, Valdiviezo y tantos más, no se merecen menos de nosotros. Que esas muertes valgan la pena.
El Irreverente Sabina ya decía: “que ser valiente no salga tan caro, y ser cobarde no valga la pena”. Con miedo, pero con optimismo todavía, por mis hijas, por mis padres, por mi trabajo, por mi ciudad, por este país hermoso y sufrido, le pido a usted que me lee, que no se rinda, que hay una luz al final del túnel.
Creí siempre que esa frase de que: “los buenos en este país somos más”. Era un cliché, que no era verdad, que, si fuese así, las cosas no debían estar tan mal, pero irónicamente hoy, después de la barbarie de ayer, esa frase me retumba en la cabeza y tomó más fuerza. Qué contradicción.
Recordemos lo que decía el querido Borges: “El paraíso ya fue creado, pero el infierno si es una invención nuestra”. No permitamos que la desesperanza nos inunde, que el miedo nos paralice, que la barbarie nos ciegue. Inventemos un futuro mejor, saquemos los demonios imaginarios de nuestra cabeza y castiguemos en las urnas este 20 a esos demonios reales que no tiene cola ni cachos, pero que su ambición es más grande que la del mismísimo Belcebú.