A pesar de que en el acuerdo de Doha los talibanes se comprometieron a respetar los derechos humanos tras la retirada de tropas de EE.UU., el retorno al poder de los fundamentalistas hace dos años supuso el fin de los avances logrados por las mujeres en las pasadas dos décadas.
Desde vetar el acceso a la educación hasta la más medida más reciente de ordenar el despido de aquellas que no lleven puesto el velo en sus puesto de trabajo, los talibanes han impuesto una plétora de restricciones que atentan contra los derechos de las mujeres mientras la crisis humanitaria y económica de la población se agrava por falta de apoyos de la comunidad internacional.
Las mujeres, principales afectadas
El ascenso de los talibanes vino acompañado del primer veto hacia las mujeres: la educación secundaria. Afganistán es, a día de hoy, el único país en el mundo que prohíbe la educación femenina.
El veto a la educación se extendió el pasado diciembre a las instituciones universitarias y superior. A esta medida se sumó la prohibición de rezar en las mezquitas, estudiar en instituciones privadas y realizar estudios religiosos en las mezquitas.
Además de la educación, las mujeres tampoco pueden trabajar en ONG, ni en salones de belleza, ni salir a la calle con el rostro al descubierto ni si un motivo, ni a realizar trayectos largos sin el acompañamiento de un familiar masculino.
Detrás de estas y otras restricciones, como la de prohibir que las mujeres y niñan visiten parques de atracciones o practiquen deportes atléticos, se encuentra el todopoderoso Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, que sustituye el Ministerio de la Mujer instaurado por el depuesto gobierno.
«La prohibición de la educación, el trabajo y el movimiento público significa que estamos viviendo en prisión», indicó a EFE Ghotay, una joven exuniversitaria de 22 años.
Instituciones poco inclusivas
Las mujeres tampoco se encuentran representadas en el Gobierno de los fundamentalistas, que además las despojó de las instituciones, excepto para algunas funciones, como en controles pasaportes, aeropuertos y hospitales.
Las mujeres representaban el 37 % del Parlamento afgano y entre el 28 y el 30 % de puestos de funcionariado de gobierno antes de los talibanes tomasen Kabul, de acuerdo con varios informes oficiales.
Pese a que los talibanes prometieron un Gobierno inclusivo en Afganistán, a día de hoy solo hay unos pocos representantes de etnias no pastunes -la mayoritaria de los talibanes- u otras minorías, y ninguna mujer en las instituciones afganas.
Agravio de pobreza
La prohibición de trabajar en ONG, así como en los salones de belleza, afectó a miles de familias encabezadas por mujeres que dependían de sus ingresos para sobrevivir en un Afganistán asolado por la pobreza.
«Las mujeres y las niñas no solo perdieron todos los logros de 20 años, sino que su vida personal está bajo una tremenda presión», dijo a EFE la activista pro derechos Mina Rafiq.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) predijo en septiembre de 2021 que el 97 % de las pobración afgana corría el riesgo de caer por debajo del umbral de pobreza a menos que se lanzase una respuesta urgente de organismos internacionales.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que en 2023 alrededor de 875.000 niños de Afganistán y 840.000 embarazadas y madres lactantes podrían sufrir desnutrición aguda severa.
También a principios de este año, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) alertó de que 28,3 millones de personas, el equivalente a dos tercios de la población «necesitan asistencia humanitaria para sobrevivir».
Menos derechos humanos
A pesar de las advertencias de los diferentes organismos internacionales, los talibanes siguieron imponiendo medidas contra las mujeres, complicando en estos dos últimos años el envío de ayuda humanitaria para la reconstrucción de Afganistán.
El Gobierno de los fundamentalistas prohibió la música e instruyó a los hombres a dejarse la barba y a dejar de vestir con corbata, un atuendo que, a su juicio, simboliza la cruz de la religión cristiana.
Mientras, se obligó a las trabajadores de los medios de comunicación a cubrirse la cara y a prohibir que las mujeres trabajen en películas o series.
Por todo ello, las afganas no ven motivos para llevar a cabo celebraciones en el día de hoy.
«Saldremos en diferentes países en diferentes partes del mundo para conmemorar el 15 de agosto como el Día Negro, y el acuerdo de Doha como contratos negros entre EE.UU. y los talibanes, por violar a los afganos, especialmente los derechos de las mujeres en Afganistán», sentenció Rafiq. EFE (I)