Jan Topić, el próximo error del pueblo ecuatoriano

Santiago Roldós

Guayaquil, Ecuador

Es muy significativo que del debate presidencial salieran triunfantes Jan Topić y Daniel Noboa, uno más que otro, jóvenes herederos de imperios económicos fraguados por las relaciones mafiosas de sus empresas familiares con el poder político.

Los chats de la burguesía guayaquileña, ajenas a la realidad y a la Historia, ardían la noche del domingo: “qué sorpresa el chico Noboa, qué preparado, definitivamente ha salido a su mamá”, una frustrada Lady Macbeth por casarse con Cantinflas, pero que con paciencia quizá logre convertirse en Agripina, la madre de Nerón.

La prensa ha discutido mucho de la insolvencia del pésimo formato del debate, supuestamente consensuado entre organizaciones políticas y el Consejo Nacional Electoral; pero poco hemos incidido sobre la coherencia de dicho formato con la sociedad del espectáculo y la tecno burocracia que nos articulan.

¿Cuán distante es ese formato ya no de Los Hackers de la Farándula, sino de nuestros pobres noticieros, donde pesa más la apariencia y todo va a prisa? Y ese secuestro del diálogo, el disenso e incluso el error, a manos de un cuestionario supuestamente aséptico, ¿no remite a la academia asediada por evaluaciones imbéciles, mecánicas, castigadoras, interminables?

Sustituida la política por la tecnocracia, se omitieron dramas acuciantes, como los del seguro social, el déficit fiscal o la complicidad de la violencia con el sistema político, como si las muertes y el terror pudieran dirimirse a balazos en las calles, en lugar de a través procesos de inteligencia financiera que persigan a los capos, estén donde estén, ya sea en Bélgica, Telconet, el aparato judicial o los medios de comunicación.

El debate fue particularmente lesivo con la memoria de las víctimas y supervivientes de la violencia de género, degradada a una cuestión mini presupuestaria y a la promesa de caballeros andantes de “someter a los cobardes maltratadores”, gritando estos significantes a la cámara, en el mejor estilo de un maltratador, y como si lo estructuralmente cobarde y criminal no fuera prohibir sistemática la discusión seria del aborto y el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.

En un debate así, dos jóvenes galanes, hombres, blancos, heterosexuales, ricos y violentos (todavía en versión pasiva agresiva) tenían todas las de ganar, más allá de que a mí me huela a tongo que Topić abriese y cerrase el debate, tuviese inmediatamente a mano supuestos datos relativos a todas las preguntas, y los “periodistas” moderadores renunciaran a tratarlo como a los demás, y no lo cerrasen el micrófono cuando lanzaba eslóganes de su campaña.

Por otro lado: ¿alguien ha contrastado alguno de los datos y planes que Noboa y Topic lanzaron? “Soy numérico”, dijo Topic, pero tanto el servil formato del debate como el crimen de Villavicencio impidieron que alguien le dijera: “no, usted no es numérico, usted es un fascista, un mercenario que mata por deporte y placer, y un socio de la revolución ciudadana, prestanombres y lavadora de dinero de Jorge Glas”.

Pero eso no estaba permitido, porque supuestamente suena “a vieja política”, como si la caducidad estribara únicamente en la retórica, y no en los hechos: la vieja política, la política más vieja de este país, es que gobiernen los ricos y los caudillos.

En 1830 el Mariscal Antonio José de Sucre fue asesinado mientras viajaba a Quito para asumir la primera presidencia de nuestra recién nacida república, y sus asesinos tomaron el poder. En 1981, Jaime Roldós, el presidente del retorno a la democracia actual, murió en circunstancias nunca aclaradas, y quienes en el mejor de los casos fueron los autores, cómplices y beneficiarios de ese encubrimiento, tomaron el poder. Así ha nacido y renacido el Ecuador, a punta de magnicidios consentidos, barridos bajo la alfombra. ¿Ocurrirá lo mismo en 2023?

Debo confesar que, hasta antes de su asesinato, para poder votar por Fernando Villavicencio, como lo había decidido, muchas veces tenía que abstenerme de verlo u oírlo: prefería leer sus denuncias, o que me las contara una de sus entrañables colaboradoras y amigas, mi hermana, con quien en más de una ocasión discutí sobre las resistencias que la personalidad de su amigo me despertaba: muchas de ellas, alrededor de la misma virilidad hegemónica que exuda la mayoría de nuestros líderes.

Sé que es cruel decir esto sobre un recién asesinado que durante gran parte de su vida sufrió las peores persecuciones por decir la verdad; intento hacerlo con el mayor de los cariños autocríticos: yo mismo no me dedico a la política, entre otras cosas, porque sé que no puedo lidiar radicalmente con el desquiciamiento del poder, y que en mis potencias no sólo habita Jaime Roldós, sino también Abdalá Bucaram, y no quiero eso, ni para mí ni para mis afectos.

En un país menos jodido que el nuestro, o quizás en una época distinta, Fernando jamás tendría que haber desembarcado en la disputa del poder político. En un país más democrático, él tendría que haber podido seguir ejerciendo el periodismo, con una tribuna blindada por el prestigio de sus denuncias. Pero en nuestro país ni la prensa ni la política dan la talla.

Tal es nuestra inseguridad, inequidad e injusticia, que uno puede comprender que sectores populares sigan creyendo en el discurso de Correa. Como decía irónicamente Bertolt Brecht en “Diario de fugitivos”: “Todo marxismo por debajo de los 5 mil marcos es un marxismo de baja calidad”. Lenin también lo sabía: democracia no es participación, sino capacidad de acceso. Y el capitalismo patriarcal extractivista consiste precisamente en no permitir relacionar unas cosas con otras, eso es el subdesarrollo de verdad. Por eso a las universidades las tienen llenando informes para evaluaciones que impactan en sus presupuestos. Para no pensar.

Quizás lo anterior explique en parte lo que me resulta menos entendible, a veces lacerante: que gente supuestamente muy cultivada e informada, siga defendiendo con un fanatismo casi religioso a un régimen cargado de corrupción y crímenes violentísimos como el correísta, empezando por el General Gabela y todas las mujeres que perdieron la vida abortando en la clandestinidad, y continuando con los líderes indígenas asesinados por las empresas extractivistas a los que el lamentable socialismo del Siglo XXI entregó nuestra patria.

Topić tiene a su favor que es casi un desconocido para mayorías que, desesperadas por su desolación y miseria, están a punto de cometer un nuevo suicidio. A mí me queda claro que este domingo 20 hay que hacer lo que precisamente las mafias y el Consejo Nacional Electoral no quieren que hagamos: votar por Fernando Villavicencio, Christian Zurita y Andrea González.

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