Miami, Estados Unidos
Esas fueron las palabras que retumbaron en el Ecuador el 9 de agosto, poco después de las 6 de la tarde, cuando el periodista Christian Zurita anunció vía Twitter (X), sobre el atentado y luego sobre el fatal desenlace. Se había consumado el magnicidio del candidato presidencial Fernando Villavicencio, el enemigo acérrimo de la corrupción de las mafias políticas, quien iba creciendo a un ritmo sostenido en las encuestas de opinión y había generado un entusiasmo en la población que no se había sentido hace mucho tiempo.
Fernando Villavicencio, de 59 años, había vivido mucho más que esos años cuando se lanzó a la carrera para la Presidencia de la República, desde donde soñó poder rectificar el rumbo perdido de su país, entre la corrupción de las mafias políticas del petróleo y los negocios de los carteles transnacionales que se habrían tomado todas las instituciones del estado ecuatoriano.
El asesinato Fernando Villavicencio con tres balas en la cabeza a la salida de un mitin político en el que había vuelto a hacer una muestra de músculo a sus opositores y enemigos, ha traído a la memoria de la comunidad internacional el asesinato del candidato presidencial, político y periodista colombiano Luis Carlos Galán en 1989, ajusticiado por sicarios bajo órdenes del Cartel de Medellín. La vecindad y las coincidencias con las denuncias de Fernando Villavicencio sobre la corrupción y el narcotráfico en el país dejan claro que el Ecuador está atravesando un oscuro periodo de violencia y crimen organizado transnacional.
Desde el retorno a la democracia Ecuador no ha estado excepto de asesinatos políticos. El 29 de noviembre de 1978, el político Abdón Calderón Muñoz fue asesinado. Conocido como “El Fiscal del Pueblo” por sus constantes denuncias de corrupción en los contratos petroleros de la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara, Calderón fue asesinado con tres disparos afuera del templo masónico de Guayaquil. La orden provino del entonces Ministro de Gobierno de la Junta Militar, el general Bolívar Jarrín Cahueñas
Abdón Calderón, quien había fundado el Frente Radical Alfarista luego de discrepar con el Partido Liberal, perdió las elecciones de 1978 contra Jaime Roldós Aguilera, quien iniciaría la transición a la democracia en Ecuador.
Jaime Roldós Aguilera y su esposa, Martha Bucaram, murieron en un accidente aéreo el 24 de mayo de 1981. Un silencio ensordecedor se apropió del Ecuador, que celebraba el aniversario de la Batalla del Pichincha, y había escuchado ese día el último discurso de su presidente. Tras más de cuatro décadas, sus familiares no aceptan la versión oficial de las causas del accidente aéreo.
El diputado, ex candidato presidencial y dirigente del Movimiento Popular Democrático (MPD) Jaime Hurtado fue asesinado el 17 de febrero de 1999 en Quito, junto a su diputado alterno y su asistente. Su asesino fue detenido en Nueva York 10 años después, donde llevaba una vida normal como corredor de bienes inmuebles, pero luego fugó y fue extraditado desde Roma. Su familia no ha estado satisfecha con las conclusiones del crimen de la Corte Superior de Justicia de Quito que lo consideró una confabulación internacional, y cree que se trató de un crimen de estado que contó con la participación de miembros de la Policía Nacional.
¿Quién mató a Villavicencio?
Está claro que los protagonistas de sus denuncias son considerados sospechosos. Entre las centenas de denuncias de Villavicencio, muchas conocidas a través de sus libros, blogs de periodismo de investigación, como asesor parlamentario o como Presidente de la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional, hay algunas que acabaron con sentencia ejecutoriada, como la del Caso Sobornos (Caso Arroz Verde), sobre corrupción en las más altas esferas del gobierno de Rafael Correa, por entrega de coimas a través del cruce de facturas en las empresas privadas, como Odebrecht, con el estado para el financiamiento de su partido político. La Justicia sentenció con 8 años de prisión a Rafael Correa, quien permanece prófugo, mientras su Vicepresidente Jorge Glas ya salió de prisión, y buscan rehabilitarlos políticamente a través de la anulación de la sentencia al más puro estilo Lula da Silva.
Porque en los países de la esfera del Socialismo Siglo XXI con carteles políticos adscritos al Foro de Sao Paulo necesitan del poder para mantener su maquinaria de financiamiento ilegal e ilegítimo, su enriquecimiento personal a través de la coima y el lavado del dinero del crimen organizado transnacional.
Rafael Correa, a quien Villavicencio no le dejaba olvidar el financiamiento de su campaña presidencial por las FARC, y cuyas evidencias fueron descubiertas en la laptop de Reyes Torres tras el bombardeo en Angostura el 1 de marzo del 2008, había amenazado públicamente al candidato: “Pronto se te acabará la fiesta”.
¿Quién mató a Villavicencio?
Los sicarios que segaron su vida tenían un arsenal en Quito. Parte de este lo habían llevado al coliseo a reventar de gente aquél 9 de agosto. Los sicarios, naturales de Colombia y Venezuela, y armas provenientes de Perú, dan cuenta de la naturaleza transnacional del magnicidio al único candidato que denunció la narcopolítica en la región, y tenía amenazas del operador del Cartel de Sinaloa en Ecuador.
El crimen de Villavicencio, quien sabía que su vida corría peligro e infelizmente no sentía miedo, ha revelado imperdonables falencias en su operativo de seguridad y la Policía Nacional, cuyo liderazgo también había cuestionado pocos días antes.
Puede ser que una voz y una figura como Villavicencio estuviera amenazando una estructura muy grande y que opera unida en la región, de la que él habló y seguía la pista en Ecuador tras el escándalo de financiamiento de campaña del Presidente de Colombia Gustavo Petro, y entre cuyos asesores de campaña se encuentra Vinicio Alvarado, otro ex alto funcionario correísta prófugo del Ecuador por el mismo Caso Sobornos, y a quien Petro acogió sin cuestionamientos a su integridad.
Villavicencio lo tenía muy claro. Sabía quién quería destruirlo desde que fue demandado junto al asambleísta Cléver Jiménez y Carlos Figueroa, por Rafael Correa, quien los persiguió implacablemente con su policía política, la Secretaría de Inteligencia, y los llevó al exilio. Fernando Villavicencio purgó un largo camino en el exilio, estuvo en Estados Unidos, donde las instituciones y la prensa comenzaron a conocer la naturaleza dictatorial de Rafael Correa, luego se internó en la selva ecuatoriana donde fue protegido por la comunidad Sarayacu, y tuvo un exilio breve pero periodísticamente muy productivo en Perú, desde donde siguió publicando sus investigaciones con el apoyo de IPYS.
En todos estos años de lucha contra la corrupción y el crimen organizado, con investigaciones plagadas de evidencias, con sentencias ejecutoriadas para los delincuentes, Fernando Villavicencio fue reconocido por su dominio de cómo funcionan las mafias políticas, y su capacidad de detectar las irregularidades en los contratos del estado que las alimentan. Son estas mafias políticas que lo desencantaron de la izquierda con la que alguna vez se identificó, y adoptó una bandera única de lucha anticorrupción que fue la que lo identificó con el pueblo, hastiado de discursos vanos, de países que se llaman democráticos y organismos internacionales que se siguen abrazando y negociando en grandes cumbres con la narcopolítica y sostienen a estos cárteles atrincherados en Puebla, Caracas y La Habana.
Fernando Villavicencio es un mártir de la democracia, pero su instinto fue temerario y su memoria fue siempre implacable. Y lo seguirá siendo. Los ha desnudado de cuerpo entero ante el mundo y ante la historia. Por eso repitió hasta el final “¡Yo ya les gané!”.