“Pero el cadáver, ay, siguió muriendo”

Cecilia Velasco

Guayaquil, Ecuador

El presente momento político para varios países de América Latina es más complejo e impredecible que nunca. El movimiento pendular que afirmaba que después de un gobierno de izquierda (social demócrata, progresista, liberal, laico) vendría uno de derecha (conservador, privatizador, católico, neoliberal) parece haber dado lugar a pasos más bien caóticos que ponen como candidatos o llevan al poder a personas cuya ideología es casi imposible de descifrar, provenientes de extraños y novísimos movimientos, frentes y alianzas que, justo, reniegan de sus vínculos con cualquier ideología.

Las movidas han entronizado también a individuos intelectualmente poco sólidos, pero dueños de cuentas gordas en los bancos. Como se sabe, de modo particular en nuestros países, la política se ha convertido de unos años a esta parte en una forma de ascenso social y enriquecimiento, debido a los pocos controles institucionales, a la pérdida de valores, a una educación cada vez más empobrecida.

Otro factor que agrava el panorama es la poca capacidad de leer el pasado y hacerse cargo de él. Así, en ciertas regiones vemos gobernar a quienes en verdad se han retirado de los movimientos armados y han honrado su pacto de no pelear con fusiles, pero a los que les hace falta un acto público de expiación por lo que la violencia armada causó en sus países. En muchos casos, quienes están al mando llegaron al poder tras estrechar alianzas poco recomendables: se abrazaron de quienes están más cerca de los negocios que de una verdadera militancia.

En el Ecuador, como decían por ahí, “palabras no hay” para describir el desbarajuste de la ética política y la impunidad que reina. Desde hace un tiempo, no deja de sorprenderme profundamente cómo un funcionario de cualquier Ministerio (Gobierno, Educación, Salud, Economía) y aquí hay que incluir a instituciones muy venidas a menos como la Policía Nacional, Petroecuador o las Fuerzas Armadas, que sea sorprendido infraganti en actos como sobornos, abusos del poder, violaciones de cualquier índole, es “separado de las filas” en secreto y a toda velocidad, en lugar de procesado, investigado y castigado. Parece que quisieran, muy rápido, borrar toda sombra, cuando lo que hay que hacer es rastrear esas sombras

Sorprende también como el periodismo de investigación, debilitado por los palazos de Correa y respaldado más de boca que de hecho por los que vinieron después a gobernar (siempre reacios a ser espulgados), a pesar de todo, ha seguido denunciado, y muchas veces ha hecho el trabajo que les corresponde a entes del Estado encargados de precautelar el bienestar y la seguridad de todos.

No fue el recientemente asesinado Fernando Villavicencio santo de mi devoción (tal vez por su tono de voz y formas, una masculinidad desbordante, un progresivo afianzamiento como “político”), pero recuerdo, nítidas, las imágenes de su casa a la medianoche, tomada por la fuerza del orden en el Gobierno de Correa: sus hijos pequeños, su esposa, los ordenadores secuestrados.

Y no era la casa de un delincuente, sino la de un individuo experto en lo que decía líneas arriba: investigar y denunciar, algo en lo que tal vez les ha tocado a algunos especializarse, porque los poderes de turno no son transparentes y nos mienten y roban en la cara.

Veo una y otra vez a los guardaespaldas que no guardaron a Villavicencio. Lo veo encerrado en el auto, sin chofer, y oigo las detonaciones bárbaras. ¿Cuántos disparos? Y en retrospectiva, escucho recientes declaraciones suyas, en las que habla de políticos y delincuentes del narcotráfico de quienes había recibido amenazas. ¿No merecía un aparato de seguridad mayor, enorme? ¿No le debe el Gobierno actual explicaciones a su viuda y huérfanos, y a un país que vive de duelo en duelo?

NI el Presidente del país ni los representantes del poder electoral ni los candidatos han dado convincentes ni suficientes muestras de dolor ni repudio frente al crimen atroz. Simbólicamente, volvió a ser acribillado cuando los aspirantes al poder y las fuerzas políticas de este país no actuaron en conjunto para que el debate de los presidenciables se postergara unos días. Así, al menos, se vivía un pequeño duelo y se buscaban formas de remplazar al postulante Villavicencio en la lid electoral.

La sed de dinero ha asesinado a la verdadera vivencia democrática. Los mercenarios, pagados por los amos de bandas criminales y delincuentes políticos, han disparado a plena luz del día ante nuestros ojos, cada vez más acostumbrados a la brutalidad y la violencia. Los ratings de sintonía han derrotado la necesidad de debatir a fondo sobre problemas como violencia política, violencia criminal, financiamiento de los partidos, negocios del Estado. Los “debates” en que los conductores piden que “no haya ataques” –cuando el debate es la forma racional y limpia del combate- han sido sustituidos por simulacros más bien ligeros, si bien no inútiles.

Al stablishment parece sentarle no tal mal la dada de baja de un político e investigador, y todo parece indicar que quiere sepultarlo en el olvido sin garantizar que las denuncias que ha presentado serán investigadas a fondo y con oportunidad.

 Casi toda esperanza en el quehacer político se ha perdido en el Ecuador. Si algún iluso tuvo alguna vez la fantasía de que podría cimentarse algunos acuerdos políticos amplios para garantizar gobernabilidad, ahora reina el desasosiego; no obstante, de una cierta memoria épica y digna que está almacenada en nuestro cerebro y nuestro corazón surgirá la inteligencia suficiente para rechazar a los candidatos violentos que nos apuntan con armas mientras desacreditan el diálogo, a los ventrílocuos que han borrado su propia voz para que se oiga la del amo, a los que han perdido la humanidad necesaria que hace sentir compasión por el que ha caído acribillado.

Hagamos, de algún modo, que “el cadáver no siga muriendo”.

AME9921. QUITO (ECUADOR), 11/08/2023.- Varias personas cargan el féretro del candidato presidencial Fernando Villavicencio al termino de la misa de cuerpo presente para trasladarlo a su inhumación hoy, en Quito (Ecuador). El féretro con el cuerpo de Villavicencio, el candidato a la Presidencia de Ecuador que fue asesinado el pasado miércoles a la salida de un mitin político, salió en un carro fúnebre acompañado de la familia rumbo al cementerio en el norte de Quito donde será inhumado este mismo viernes. EFE/ José Jácome

Más relacionadas