
Totori, Japón
Entre los productos ecuatorianos que se exportan a Japón, el chocolate es uno de los más apetecidos. Se encuentran varios en el mercado gourmet orgánico, pero pocos pueden garantizar un auténtico compromiso ambiental y una producción 100% orgánica, en la que sus creadores estén involucrados en todo el proceso. Desde el cuidado de la flora y la fauna, la producción de la semilla, la cosecha y postcosecha, el procesamiento, la distribución y hasta la exportación.
Ese es el caso de Mashpi Chocolate, un proyecto que nació con la búsqueda de un producto que tuviera las características de sostenibilidad que sus creadores, Agustina Arcos y Alejandro Solano, anhelaban. Para ellos, llegar a producir chocolate ha sido un proceso que se ha dado paso a paso, orgánicamente.
Agustina viene de una familia conservacionista que siempre intentó alcanzar la soberanía alimentaria, haciendo su vida en el campo. Por cosas de la vida, nació en Venezuela, pero creció en Ecuador y se considera de Nanegalito –al noroccidente de la provincia de Pichincha–, ya que gran parte de su infancia y adolescencia vivió ahí, muy conectada con la naturaleza.
Por otro lado, Alejandro, un costarricense amante de los pájaros, se encontró con Agustina cuando ambos cursaban la carrera de Ecología y Desarrollo Sostenible en San José, Costa Rica. Una vez terminados sus estudios, decidieron instalarse en Ecuador, donde adquirieron una finca de 56 héctareas, bautizada Reserva Mashpi Shungo en honor a Mashpi, nombre del río y el pueblo que los acoge desde hace 14 años, ubicado en la parroquia de Pacto, dentro de la reserva de biósfera llamada Chocó Andino. Cabe señalar que hace poco hubo una consulta popular histórica en Ecuador, en la que ganó el SÍ a protegerla de todo tipo de explotación minera; los ciudadanos de Quito se pronunciaron a favor de defender la naturaleza, a lo que también han dedicado gran parte de sus vidas Agustina y Alejandro.
En 6 héctareas de su finca cultivan cacao nacional en sistemas agroforestales diversos, que son las materias primas de sus productos. El resto forma parte de un bosque nativo que protegen. Consideraron ideal al cacao por su fácil asociación con otras especies, ya que necesita sombra y se convierte en corredor ecológico que une parches de bosques, donde han podido aplicar sus conocimientos y principios de sostenibilidad, aprovechando al máximo los recursos locales.
Al principio solo vendían el cacao en grano. Después de un arduo trabajo desde la regeneración de la vida en el suelo, hasta la selección de las mejores semillas –que reciben un cuidado minucioso para asegurar su excelente calidad–, llevaban su cacao para venderlo en el mercado, pero a pesar de su esfuerzo a duras penas podían sostenerse con el dinero que recibían; además, los compradores los mezclaban con otros cacaos tratados con químicos, como el CCN51, u otros con hongos; así, Agustina y Alejandro vivieron en carne propia lo poco que se valora el trabajo campesino y decidieron darle un valor agregado a ese cacao al que le habían puesto tanta dedicación.
La marca Mashpi, que significa “amigo del agua”, comprende 14 tipos de barras de chocolate con distintos porcentajes de cacao, elaboradas con lo que se da en la finca –incluso los saborizados– y se endulzan solo con panela orgánica de otras fincas cercanas –alineadas con los valores de conservación de Mashpi Shungo–, así como otros productos como frutas deshidratadas con chocolate, cacao en polvo, nibs, salsa de pulpa y tés de cacao y de otras plantas aromáticas silvestres que crecen en los alrededores. Incluso utilizan cartón de Earth Pact sin plástico, por lo que se puede reciclar fácilmente, hecho 100% con fibra de caña de azúcar, libre de químicos y blanqueadores, y tratan de que las tintas sean lo más ecológicas posible. La sencillez de su logo muestra su amor por la naturaleza.
Aunque las personas que participan en el proyecto están vinculadas a todas las áreas, se han ido especializando: Manuela Arcos, hermana de Agustina, es quien se encarga de la comercialización y exportaciones, con socios comerciales en Japón (@slowwaterc), Estados Unidos y Europa. Alejandro está encargado del cultivo del cacao, de los viveros y de recibir grupos en la finca. Y Agustina rota en todos los sectores, pero se dedica a la producción del chocolate con dos chicas que están de planta y una persona más que ayuda a medio tiempo en su taller ubicado en la misma finca donde, además, Alejandro y Agustina tienen su casa.
Llegar a exportar a Japón fue difícil por las exigencias para entrar a ese mercado. Además del etiquetado en idioma japonés, existen otros requisitos para cumplir con los estándares de calidad japoneses. Con la ayuda de Aya Wada –del Club del Perezoso en Cotacachi– a cargo de la traducción, lograron ese cometido. Ahora su chocolate está disponible online a través de la página de Slow Water Cafe.
Han obtenido reconocimiento internacional de los “Chocolate Awards Americas” y cuentan con los sellos orgánicos de la Unión Europea y Estados Unidos, pero Agustina y Alejandro consideran que estos ya no representan los ideales del pequeño productor (los califican de sellos orgánicos “convencionales”). Por eso, buscan que se visibilice una parte importante de su trabajo –con la idea de que los consumidores conozcan la realidad del campo–, a través del baluarte de Slow Food y la garantía agroecológica de la Red de Guardianes de Semillas en Ecuador, que impulsan a través de los Sistemas Participativos de Garantías (SPG).
A pesar de que les resultó duro al principio, Agustina y Alejandro han demostrado que se puede compaginar un moderado crecimiento económico (el suficiente para vivir bien) con la sostenibilidad ambiental. Dejaron de percibir ciertos ingresos durante la pandemia, por el quiebre de varias tiendas que ofrecían Mashpi Chocolate; sin embargo, lograron sostenerse. Entre sus proyectos están un vivero de cacao nacional para contribuir al rescate de la variedad y una cafetería en Mindo, en asociación con otras marcas, donde venden todos sus productos.
Mashpi Chocolate se elabora en la Reserva Mashpi Shungo en el Chocó Andino, un lugar megadiverso –considerado el pulmón de Quito– que vale la pena visitar. No solo podrán degustar sus deliciosos chocolates, sino también conocer esta reserva natural increíble y apoyar el magnífico trabajo de Agustina y Alejandro que, junto con sus colaboradores y proveedores, forman una gran red de personas comprometidas con la sostenibilidad desde la raíz y en todos los ámbitos de la vida.
Para más información pueden visitar: https://shop.mashpichocolate.com/ o en Instagram: @mashpichocolate
