Allende y la Unidad Popular

Ricardo Israel

Santiago de Chile, Chile

Entre 1970 y 1973 predominó en forma mayoritaria y en ambos lados, la visión integral o global de la sociedad, una que superaba e iba más allá de lo que la política podía hacer, más propia de los extremos, perdiéndose la racionalidad que necesita el debate público para una solución democrática.

Cuando se intentó el dialogo, fue uno de sordos, con la ideología y los prejuicios imponiéndose. En ambos sectores se impusieron los extremos, ya que el golpismo conquistó a la mayoría de la Democracia Cristiana (DC), con lo que no se pudo lograr una salida política, también combatida por los ultras de la UP.

Hay que decir que esta correlación de fuerzas en la oposición llevó a que la mayoría del país si es que no estuvo a favor del golpe, al menos no lo condenó. No hay estudios de opinión, pero solo quedó para la posterioridad la acción judicial y la posición del llamado “Grupo de los 13” en la Democracia Cristiana, a cambio del apoyo dado al Golpe por importantes dirigentes de la época como el ex presidente Eduardo Frei Montalva y el futuro mandatario Patricio Aylwin, y decir, que ellos apoyaron el golpe pero fueron importantes en la recuperación de la democracia, al igual que la Iglesia Católica, una de las instituciones más importantes en la defensa de los derechos humanos (DD.HH.).

Lo anterior no es contradictorio, es tan solo la historia de Chile y su dinámica, contada tal como ocurrió y sin sesgos.

Es parte de un proceso de búsqueda, que llevó entre los años 1932 y 1970 a tener gobiernos muy distintos, uno detrás de otro, derecha, frente popular, exdictador (Gral. Ibáñez), socialcristianismo, proceso que caracterizaba a la democracia del país durante la vigencia de la Constitución del 25, solo que con Allende lo aceleró.

Es decir, lo que le pasó a su oposición, también le ocurrió a la Unidad Popular (UP), que mayoritariamente abandonó la revolución “con empanadas y vino tinto” a favor de la revolución socialista. No era algo aislado, toda vez que su predecesor definió a su reformismo (1964-70, gobierno de Frei) como “revolución en libertad”.

Curiosamente, el partido que se distinguió en el apoyo al gradualismo de un Allende cada vez más aislado y solitario fue el PC, por sobre incluso el moderado Partido Radical (PR), cuya juventud se definió como revolucionaria, es que ese concepto estaba en el aire como símbolo de una época, donde muchos no dudaban que la revolución venía, solo que el debate se centraba si iba a ser por las armas o para una minoría de aquellos días, por una vía electoral.

Parece ser otro partido considerando sus posiciones de hoy, pero los comunistas chilenos de aquel entonces, discreparon no solo en la propia La Habana y en Chile con un Fidel Castro que los criticaba entonces como “reformistas”, sino también esos comunistas combatían ideológicamente a quienes desde la izquierda despreciaban a Allende como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, antes y después del golpe, ya que los acusaban de “ aventureros” que junto a los ultras del partido de Allende, el Partido Socialista (PS), habían creado condiciones que ayudaron y favorecieron al Golpe de Estado.

Parecen dos partidos comunistas al comparar a ese partido cuyo primer documento de su dirección al interior de Chile criticaba en 1974 al “ultraizquierdismo” con el que hoy conmemora el aniversario 50, pero solo es uno.

La explicación podría estar en que, entre esas fechas, esa directiva fue capturada en la clandestinidad y después hecha desaparecer por la dictadura, al igual que muchos otros militantes, además de quienes sufrieron tortura.

Ese proceso lo sufre también la primera directiva interior del PS, que también figura entre los desaparecidos, y, cuyo primer documento, también critica a la ultraizquierda, por la creación de las condiciones del Golpe. En otras palabras, quienes estaban en la clandestinidad, tenían una visión más amplia que solo la “oligarquía “o el “imperialismo”.

Entre 1970 y 1973 la historia de Chile se aceleró, y no solo la política, ya que la propia sociedad tuvo un gran nivel de división y polarización, aun a nivel de las familias, y la forma como murió Allende no cambia el gradualismo que caracterizó su larga vida política, que incluyó haber sido ministro, senador y cuatro postulaciones presidenciales, donde a diferencia de otros socialistas que posteriormente estuvieron a su izquierda , apoyó siempre al PC por la ilegalización sufrida bajo el gobierno de González Videla y a diferencia de otros dirigentes socialistas, nunca fue parte del gobierno del General Ibáñez en los 50s, que fue electo para ser una especie de Chávez, barriendo a sus adversarios, y fue un gobierno impecablemente democrático.

Allende como mito es una creación posterior, por la forma en que murió, combatiendo. Su último y conocido discurso de despedida fue escuchado por poca gente, ya que solo fue transmitido por una emisora, ya que la mayoría ya había sido silenciada por aviones. Allí todo indica que ya sabía cómo iba a morir, adelantado por su admiración a Balmaceda, el presidente perdedor de la guerra civil de 1891, y que se suicidó el último día de su mandato en la Embajada argentina, donde había buscado refugio, también en septiembre. Por lo demás, al parecer Allende hablaba en serio cuando decía que el “tenía carne de estatua”.

Última imagen del presidente chileno Salvador Allende, en el exterior del Palacio de la Moneda, durante el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973.

La vida política de Allende, las más de las veces fue en minoría en su propio partido, tanto que fue proclamado como candidato presidencial en 1970 con el apoyo de solo una minoría de su dirección, ya que la mayoría lo veía como reformista y socialdemócrata, palabras que entonces tenían connotación negativa, visión que cambiaría totalmente, solo por la forma como murió.

Su nueva imagen fue fruto de combatir en La Moneda y su suicidio. Sin esa forma de morir, en nuestros días quizás predominaría la idea de una figura trágica que arrastraba una derrota política. Su muerte y el hecho de haber intentado una revolución por la vía electoral, y su impacto, sobre todo, en Europa y la intervención de Estados Unidos lo transformaron en una figura heroica, admirada en muchos lugares, lo que no es contradictorio, ya que, de nuevo, es la historia de Chile, analizada sin sesgos ni agendas partidarias posteriores.

Al respecto, probablemente no existe país en Europa, occidental u oriental, o de América Latina donde hoy, no exista una calle, plaza o estatua con su nombre. También en África y Asia, pero en menor cantidad e importancia. Cincuenta años después tuvo ceremonias de homenaje, con políticos en altos puestos, que emitieron declaraciones acerca de cómo su muerte, el Golpe y la violación posterior de DD.HH. influyeron en su vocación y militancia.

Mas aún, en muchos de esos países, la condena al Golpe tuvo mayor unanimidad que en Chile, por ejemplo, en Francia. Y no fue un caso único, ya que el fenómeno de incorporar diferentes visiones políticas se dio durante muchos años, toda vez que la condena a la dictadura chilena tuvo una rara (cuasi)unanimidad mundial, por tratarse sobre todo de una nación pequeña en el extremo sur del orbe, logrando sumar a la exURSS, sus satélites comunistas, la Europa socialdemócrata y social cristiana, el tercer mundo de entonces (no solo Cuba), y USA a partir de Carter y su política de DD.HH., países que financiaron, junto a fundaciones privadas, una red de oficinas dedicadas a promover esa solidaridad,

Al respecto y en comparación, los muchos golpes militares que entonces sufría América Latina, incluyendo Argentina, no obtuvieron ni pueden decir lo mismo.

¿Qué fue entonces la Unidad Popular, la coalición que lo llevó de candidato en 1970? Allende fue electo presidente por el 36,2% de los votos. En esa época los pronósticos también se equivocaban, y superó a quien las encuestas daban como ganador, el derechista Jorge Alessandri (34,9%) y al democristiano Radomiro Tomic (27,8), a la izquierda de Frei, y con un programa similar de gobierno.

La diferencia fue pequeña, confirmando que entonces la política chilena estaba dividida en tres tercios. Para Allende fue el incremento justo, en relación con sus postulaciones anteriores, donde obtuvo el 29% de los votos en 1958 (ganó Alessandri) y 34% en 1964 (venció Frei). De acuerdo con el sistema electoral entonces vigente, correspondía que el Congreso Pleno (suma de senadores y diputados) eligiera entre las dos primeras mayorías, y siempre se había respetado el veredicto de las urnas. En esta oportunidad, la DC exigió y obtuvo un “Estatuto de Garantías Democráticas” a ser incorporado a la Constitución.

Ello permitió que asumiera, además de superar una fuerte campaña en su contra, lo que habla bien del sistema democrático, que pudo superar un intento de Golpe que fracasó e intentos de corrupción de los congresistas. Estados Unidos, con instrucciones de Nixon y Kissinger, estuvo detrás de ello según lo informado por la Comisión Church del Senado de USA. También hubo una conspiración para secuestrar al comandante en jefe del Ejército que apoyaba el respeto a la Constitución. Según lo que se conoce, Estados Unidos se retiró en los últimos días, pero los complotadores decidieron seguir adelante, asesinando al Gral. Schneider.

En esas condiciones y con esas dificultades asumió Allende el gobierno, cuya mención y estudio es clave para entender la radicalización posterior que culmina en el golpe de estado. Hasta estos días se sigue debatiendo por qué Chile no pudo lograr un acuerdo entre la UP y la DC, que siempre fue el camino para tener la mayoría necesaria para las transformaciones que ambos querían, no solo el mejor camino para sumar adeptos en democracia, sino también una mayoría que pudo haber transformado al golpismo en minoritario, además de haber reducido a la marginalidad a los ultras de ambos sectores.

Creo que el motivo se encuentra en el predominio de visiones ideológicas que eran excluyentes en el Chile de entonces. No predominaron ni el sentido común, ni la serenidad que requiere lograr acuerdos en democracia. No solo el marxismo sino la visión del “camino propio” de la DC, influida por el milenarismo religioso, un “comunitarismo” que como organización de la sociedad no existía en ninguna parte y las ideas de Jacques Maritain. Es decir, el predominio de las ideologías sobre la negociación.

Fue por lo demás el acuerdo entre la DC, el centro socialdemócrata, y la izquierda no comunista (el PC quedó afuera) de la coalición que logró derrotar a Pinochet en el plebiscito de 1988 y que originó la exitosa transición lograda por la Concertación de Partidos para la Democracia y sus cuatro gobiernos consecutivos. El PC solo volvió con Bachelet II el 2013, en lo que se conoció como la “Nueva Mayoría” (pero eso ya es otra columna).

En Allende, por sobre todo había anhelos de justicia social. Nunca fue un ideólogo, y a diferencia de otros políticos de izquierda, no creo que haya leído a Marx más allá del Manifiesto Comunista como tampoco que haya sido seguidor de Lenin.

Fue un político de su época, cuya trayectoria de décadas está marcado por su deseo de mejorar a los muchos pobres que Chile tenía entonces, un conocimiento que se les escapa a las nuevas generaciones, partiendo por las actuales autoridades de Chile, que probablemente no entienden cuan pobre era el Chile de aquel entonces, con compañeros del liceo provinciano y de Derecho de la Universidad de Chile que vivían en casas con piso de tierra, al igual que en el campo.

Era un Chile donde los pobres llegaban a las casas de clase media a pedir un pan duro y donde eran habituales las muertes de frio bajo los puentes, con recuerdos de infancia de mi madre habilitando en nuestro hogar, un verdadero comedor popular para alimentar a quienes eran marginados. Era el Chile de 1970.

¿Qué tipo de gobierno fue la Unidad Popular (UP)?

Para mí, a partir del día que pude recuperar la libertad después de cumplir la condena a la que falsamente me condenó un Consejo de Guerra en el Chile, post golpe, donde la legislación militar de “guerra” había reemplazado el Estado de Derecho, fue la búsqueda que me acompañó durante mucho tiempo, tanto que le dediqué a esos tres años mucho esfuerzo, hasta transformarlo en quizás la etapa sobre la cual más investigué y a cuya comprensión sigo dedicado.

Y como otra herencia, la solidaridad con toda víctima del poder dictatorial, en cualquier parte del mundo, y un compromiso de vida con la democracia y los derechos humanos.

Llegué en 1975 a la Universidad de Essex a estudiar postgrados en ciencia politica, que fue la etapa ideal para investigar y escribir. No solo allí, sino el año donde fui investigador visitante de la Universidad de Pittsburgh, para revisar en época previa a la internet, los documentos recién desclasificados sobre la intromisión de USA y los meses posteriores en la Universidad de Varsovia, para intentar entender el rol o, mejor dicho, la falta de interés de la Unión Soviética en esa experiencia.

En Essex, mi profesor guía, tanto para la tesis de magister como la disertación doctoral del PhD. fue Ernesto Laclau, de quien logré que aceptara posiciones con las que no estaba de acuerdo. Agradezco la libertad y respeto que me concedió, ya que las hipótesis con las que se inició mi viaje intelectual años después culminaron en certidumbres, sobre la cual ha girado mi vida profesional, incluyendo libros, por ejemplo, “Chile 1970-1973: La Democracia que se perdió entre todos” (MN Editorial, 2006), cuyas 300 páginas se inician con la elección de 1970 y terminan con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, años y días revisados en detalle.

Hoy, tengo evidencia para sostener, que, en relación con el carácter del gobierno, más allá de intentos personales de Allende, en la UP no predominó la negociación, sino la confrontación, como también que la implementación del programa de transformación estructural objetivamente generó una coyuntura prerrevolucionaria.

El gobierno de Allende debe entenderse como superación del reformismo de su predecesor, en lo que a la nacionalización del cobre se refiere, yendo un paso más allá de la “chilenización” de Frei, como también de la reforma agraria, hasta entonces el cambio mas profundo de la historia del país, en lo que al fin del latifundio se refiere, no solo un cambio económico y social, sino la superación de una forma de vida que había caracterizado al país durante siglos. Ayuda también a explicar que el golpe no solo hubiera sido militar, sino cívico-militar por la rabia acumulada en el sector que había sido expropiado, ya que ambos lo hicieron sin que se pagara realmente indemnización. Por ello, Pinochet tampoco se explica del todo sin vincularlo al gobierno de Allende.

Mi hipótesis original también encontró confirmación en relación con el carácter del periodo, ya que esos tres años se caracterizaron por una lucha política, económica e ideológica, en la cual el conflicto llega a niveles de polarización e intensidad nunca vistos hasta entonces, solo para ser superados por la crueldad expresada en la dictadura posterior. Lo que Chile vivió entre 1970-73, más que una transición al socialismo fue una lucha intensa por el poder estatal.

Y en lo que tiene relación con los agentes externos, creo necesario dejar de lado la teoría de la “conspiración”, a pesar de la conocida responsabilidad de la administración Nixon en la creación de las condiciones que condujeron a la derrota de la UP. Y

o postularía que la explicación se debe encontrar en el ámbito interno de Chile, centrada en las acciones llevadas a cabo por la oposición y en los errores del gobierno. Mas allá de la bienvenida crítica moral, lo de USA debe verse en el contexto de la guerra fría y la efectividad de su bloqueo, como parte de la dependencia que caracterizaba a su débil economía. El hecho, que la intervención fuera dirigida por alguien del nivel de Henry Kissinger, creo que fue por el temor que el valor simbólico de Allende podría tener impacto mas en Europa que en América Latina, sobre todo, por el eurocomunismo de la izquierda italiana.

Por lo demás, si de agentes extranjeros se trata, hay que incluir a la Unión Soviética, que contrario a lo esperado, no tuvo ninguna solidaridad ni apoyo real, más allá de declaraciones, para lo que se vivía en Chile. Hoy sabemos que se debió a que, en ninguna circunstancia, quería comprometerse económicamente con otra experiencia, dado el costo que le significaba Cuba.

Aunque menos divulgado, no solo USA sino también Cuba fue muy activa en la intromisión extranjera, y Castro no sale muy bien parado, toda vez que más perjudicó que favoreció a Allende.

Primero, antes de ser electo, Cuba criticó abiertamente el camino electoral seguido por la UP, llegando al extremo de hablar de la imposibilidad de triunfar en la región, por un camino diferente a las armas. Segundo, una visita de algunos días se transformó, con el disgusto de Allende (se lo escuché personalmente en un comentario que le hizo a mi padre) en 24 días, ante su impotencia, ya que Fidel no había sido invitado por ese lapso, recorriendo el país hablando en contra de la vía pacífica o electoral, haciendo suyas las posiciones, no del gobierno, sino de la ultraizquierda.

Esos días, mucho hicieron por radicalizar el proceso, en ambos lados, sobre todo, en darle fuerzas a la oposición. Tercero, una vez muerto, diferente a lo que sabia doña Tencha, su esposa, difundió el mito que perduró hasta los 90s (a pesar de que uno de sus médicos había confirmado lo del suicidio), según el cual Allende murió asesinado por sus verdugos, versión que también recoge en un libro periodístico García Márquez, confirmando la importancia del mito, y que al menos en América Latina, el relato predominando sobre los hechos existe al menos desde el siglo pasado.

En esta fotografía del 10 de noviembre de 1971, el líder cubano Fidel Castro, centro izquierda, viaja acompañado por el presidente chileno Salvador Allende entre una multitud que ondea banderas comunistas en Santiago, Chile. Fidel Castro falleció el 25 de noviembre de 2016 a los 90 años. (Foto AP/Archivo)

Con relación al carácter de la Unidad Popular, como coalición política no fue un invento, sino la culminación de todo un proceso de organización de fuerzas pro-socialistas, correspondiendo a sus formas históricas, por lo que expresaba a la vez, continuidad y ruptura con el sistema instituido después del quiebre del sistema instituido luego del quiebre del sistema oligárquico en los años 20. Si bien la ruptura ha sido muy analizada, la continuidad ha sido más bien ignorada.

Por su parte, la derrota de la izquierda no se debió solo a Washington y a su oposición interna, lo que por lo demás debió haberla encontrado mejor preparada. Hubo errores propios que dificultaron toda posibilidad de éxito. Primero, el énfasis solo en el cambio estructural, creyendo que ello iba a lograr por sí solo una legitimación ideológica mayoritaria, lo que, por cierto, no ocurrió.

Segundo, la falta de una sola estrategia, ya que se dividió en dos esquemas políticos, cada uno de las cuales exigía una alianza diferente. Además, fue afectado el proyecto en su coherencia, desde el momento que había decisiones de gobierno que se contraponían unas con otras. Al final se encontraba paralizada entre quienes predicaban el asalto a todo el poder y quienes querían una negociación, para expandir la base del gobierno.

Y si hubo un eslogan que afectó profundamente al gobierno fue el “avanzar sin transar” de Altamirano, líder socialista, ya que por definición la vida en democracia exige consensos, lo que también olvidó la DC. Tan dividida se encontraba la UP, que en los días que precedieron al golpe, a pesar de haberlo decidido, Allende no pudo lograr que se pusieran de acuerdo en torno al lenguaje de la convocatoria a un plebiscito.

Era en todo caso dudoso que hubiera obtenido un cambio del clima político, ya que no era un plebiscito sobre su continuidad en el gobierno, que por lo demás, no existía en la constitución y hubiera necesitado una reforma. Era solo para una definición de áreas de la economía entre privada, mixta y estatal, presentada como proyecto por senadores de la DC, y donde no hay evidencia, que una derrota precipitaría su renuncia.

Lo descrito corresponde a un esquema político, donde Allende era el ejecutor de los acuerdos del comité político donde estaban representados todos los partidos de la UP (y sus profundas divisiones), y no el ejercicio del poder presidencial directo, donde el presidente tenía muchas facultades constitucionales privativas, que Allende no ejerció, siendo la duda si fue porque no quiso o no pudo.

En relación con el fracaso de la experiencia, estoy convencido que el proyecto político se vio estructuralmente limitado debido a la carencia de una política realista hacia las Fuerzas Armadas, fruto del desconocimiento de ellas, lo que se compartía con toda la clase política chilena. Que se pudo haber logrado algo más, lo demuestra que los comandantes en jefe de las tres ramas habrían aprobado su integración a ministerios relevantes, lo que detuvo en 1972 y por algunos meses, la ofensiva política en su contra, pero fueron gestiones personales de Allende, que ya habían perdido ascendiente en la oficialidad, por la renuncia de generales leales a Allende (Prats), y por la neutralización de los jefes de la marina y Carabineros para ser reemplazados por insurrectos, en las horas previas al golpe.

El desconocimiento de la rapidez con la que penetró la doctrina de Seguridad Nacional al interior de las Fuerzas Armadas, lo demuestra el siguiente documento que encontré en la biblioteca de una universidad canadiense. Era la era anterior a la internet, donde abunda esta información, y correspondía a un documento desclasificado por USA.

Era de principios de 1963 y allí un general norteamericano desde Panamá, se dirigía a Robert Kennedy, y le decía que su presencia era vital para inaugurar un seminario para oficiales de América Latina. Deseaba invitar a representantes chilenos, dada la cercanía de las elecciones de 1964, pero no habían logrado que ninguna rama de Chile aceptara la invitación, ya que ellos estaban condicionados por su tradición de prescindencia política y no entendían el peligro del comunismo. Acudían a él, ya que suponían que no podrían restarse si estaba presente el propio hermano del presidente de USA. Sobre todo, ilustra como en menos de una década, esas FF.AA. se movieron hacia el golpismo.

Estoy convencido, a diferencia de otros analistas, de la relevancia de la ideología, ya que un elemento clave para entender estos tres años es la importancia de las clases medias, ya que las posibilidades de éxito del camino seguido por la UP se relacionaban con la lucha para conseguir el apoyo de estos sectores, que mayoritariamente se volvieron en su contra, arrastrando consigo a la DC.

El fracaso con estos sectores fue vital, ya que perjudicó la correlación de fuerzas dentro de las fuerzas armadas, a favor de los partidarios del golpe. Golpe que se sentía en el aire y estaba presente en los días anteriores, solo se desconocía el día. También era ejemplo de cuanto se desconocía lo que significaba un golpe militar, en un país que no tenía experiencia reciente, y que equivocadamente aseguraba que era diferente al resto, porque “no habían” golpes de estado.

No era un golpe como consecuencia de la crisis económica (de hecho, Pinochet tuvo una profunda crisis económica en 1981, que además ocasionó un desempleo histórico). En realidad, la situación económica era pésima, pero se hizo para remodelar toda la sociedad, economía e institucionalidad democrática, para cambiar al Chile que había evolucionado durante más de siglo y medio, y hacer el país de nuevo. Además, con mucha crueldad.

No debió haber ocurrido ese nivel de violación de los derechos humanos, nada lo justificaba, toda vez que toda resistencia había sido aplastada en un par de horas, ese mismo día once.

Miles fueron arrestados inmediatamente, no solo autoridades, sino también dirigentes sindicales y estudiantiles, y a pesar de ello, casi no hay condenados por corrupción, lo que habla bien del Chile, más pobre, de aquel entonces. No fue pasajero, fueron 17 años, donde nada justifica el dolor que vino a continuación, nada, por cierto, ninguna política económica particular.

Por ello, no puedo estar de acuerdo con lo que escribiera recientemente Álvaro Uribe, el ex presidente de Colombia, y además electo dos veces (Allende: el principio y el fin, lecciones para América Latina, 10 de septiembre de 2013). Creo que está equivocado, al pensar que “la anulación de libertades políticas contribuyó a restablecer la democracia”. No fue para separar a dos grupos rivales. Se hizo para aplastar a quienes representaban alrededor del 44% en la última elección general de abril 1973. Las cifras oficiales de lo que ocurrió en dictadura hablan de más de 40.000 víctimas entre ellos, más de 3.200 muertos y 1.159 detenidos que desaparecieron (otros hablan de 1.469) sin ser hallados o identificados hasta hoy. Sin contar, a cientos de miles de exiliados.

Creo que ha errado, toda vez que la única lección es que la democracia debe ser defendida sobre toda otra consideración y que, de ninguna manera, los derechos humanos pueden ser violados.

Entre expresidentes, más razón le encuentro al uruguayo José “Pepe” Mujica, quien dijo que “hay que tener memoria, pero hay que mirar hacia adelante también”, en otras palabras, “recordar para no olvidar”.

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