Quito, Ecuador
Miguel Molina nos sorprende con su primera novela corta, Bruma. ¡Ojalá se haya enterado Emilio Cueva Salazar de la editorial que publica la historia que protagoniza! Solo imagino su emoción al haber conocido que la escogió Seix Barral, la editorial creada en 1911, pero refundada en 1955, cuya protagonista fuera la famosísima editora e inventora, dicen, del boom latinoamericano, Carmen Balcells, que aún vivía en la Barcelona de la historia, con la que Emilio sueña su fama en un inicio y que, una vez descubiertas sus fechorías, quisiera ver desaparecer.
Muchos, sino todos, los buenos autores escriben desde el ego. De hecho, creo que sin el ego sería difícil escribir. El ego de Emilio Cueva Salazar, sin embargo, está hecho de helio. Habiendo salido de la adolescencia hace rato, 27 ha cumplido, salir del YO no está en su esfera mental. Y, sin embargo, no dar el paso que pudo llevarlo a encontrar, por fin, una historia merecedora de una novela, es decir, mirar el mundo por fuera de sus gríngolas, es justamente lo que lo lleva a triunfar. Pero para ese entonces, el tan ansiado triunfo es una burla al establishment y trincas literarias, en donde la regla son las máximas académicas que solo entienden los que las escriben, los amiguismos, las modas lingüísticas y las mentiras. Casi cae derrotado Emilio, el farsante, en un mundo también falso. Lo salva la muerte de una “digna hija de Cervantes”, Ana María Matute.
Miguel nos presenta un thriller al que solo reconocemos como tal a medida que la novela avanza. Al inicio, el personaje pareciera cualquier estudiante tímido que escogió Barcelona para hacer su maestría y escribir la novela que lo lanzará a la fama, como cientos de otros en el pasado. A medida que avanza, Emilio Cueva Salazar se irá tornando cada vez más cínico y ciego en sus ansias por cumplir sus sueños de forma rápida y sin esfuerzo. En los últimos capítulos este thriller va in crescendo y acelera nuestro ritmo cardiaco, en espera del desenlace fatal.
Miguel no solo cuenta una historia individual, sino que nos recrea el mundo de los autores españoles y latinoamericanos famosos, vistos como dioses casi imposibles de alcanzar. Y, de repente, a través de los pensamientos del personaje central, también nos lleva de la mano a tierra, a verlos como los humanos que son, sus temores, su vida cotidiana y las fábulas que los lectores podemos crearnos de ellos al leer sus obras. A través de una entrevista inventada, Emilio le hace decir a Ana María Matute algo que debe haber pensado, pero que ya no tiene tiempo para confirmar, porque en los días en que salta el embrollo de la falsedad de sus declaraciones, ella muere. Así, Miguel nos conduce por un torbellino de sentimientos hacia el personaje, entre solidaridad, ira, asco, comprensión y también risas, porque hay escenas en donde, como lectores, soltamos carcajadas.
Bruma es un libro sobre literatura, estudiantes, escritores y el mundo literario que vale la pena leer. Excelentemente bien escrito y estructurado, nos lo cuenta con un relato que podría ser coloquial, hasta que entran en juego las intenciones e inseguridades humanas.