Milei

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

¿Por qué más de 350 millones de personas vieron la entrevista que el periodista conservador Tucker Carlson le hizo la semana pasada a Javier Milei? ¿Por qué las mujeres y los pobres, los supuestos beneficiarios de la política de los gobiernos comandados por la izquierda argentina, apoyan a un libertario que habla pestes de la izquierda y el feminismo? ¿Por qué lo siguen los jóvenes criados bajo los principios de la ideología de género y las hormas de lo políticamente correcto? ¿Por qué, como señaló el propio Milei, ser rebelde ahora es ser liberal o, más aún, libertario?

Por hartazgo. Porque las élites políticas y económicas de la Argentina (y no solo de la Argentina) hablan del pueblo, pero lo ignoran. Porque pasan de sus necesidades y le imponen políticas y hasta modos de vida que nada tienen que ver con su realidad y mucho con las modas políticas e intelectuales. Porque todo extremo engendra su propio contrario: otro extremo. Y ya es tiempo. Y ya se ha abusado demasiado.

No, la izquierda no ha liberado a los argentinos, ni a nadie, y menos la ideología de género. Los han sometido, más bien, al terrorismo de las costumbres, y han creado normas e instituciones de intención totalitaria, que, sembrando la desconfianza y sustituyendo la presunción de inocencia por la de culpabilidad, han roto los lazos sociales y separan cada vez más a los hombres de las mujeres.

¿Algún activista de la izquierda o del feminismo extremo reivindica a Bukele? Con seguridad ninguno. No obstante, el uso de la delación como medio de venganza y ajuste de cuentas en El Salvador, efecto de las políticas de seguridad ciudadana de Bukele, es también un efecto de las políticas de género y sus instituciones, aunque vista el ropaje de una denuncia formal contra un hombre que, por el hecho de ser denunciado por una mujer, ya es culpable.

La gente del común, los argentinos que enfrentan desarmados una inflación indetenible abominan de sus élites políticas e intelectuales: esos dictadores, esos parásitos, esos hipócritas que dicen luchar contra el establishment, cuando el establishment lo conforman ellos. Ellos, los padrinos de Milei.

No voy a hablar ahora del libertarismo. Quiero hacer solo un llamado de atención: cuando las élites políticas e intelectuales se empecinan en su soberbia y viven encerradas en sus torres de marfil, aquel que sostiene lo contrario que ellas sostienen, que defiende lo opuesto a lo que ellas defienden, y que, armado de un látigo, se muestra dispuesto a azotarlas y a expulsarlas de sus palacios, ese recibe el favor del pueblo.

El candidato presidencial argentino Javier Milei, con una motosierra, indicando cómo va a recortar el gasto público.

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