Bogotá, Colombia
Estas dos semanas se celebra en Nueva York el coctel más grande del mundo, la asamblea de las Naciones Unidas. Sí, al final es eso, un gran coctel donde todo el mundo se encuentra, se toman un trago y charlan, pero de ahí no pasa.
Muchos negocios se hacen alrededor de esa gran reunión social y mucha carreta botan los presidentes de todos los países que, con discursos grandilocuentes de los que después nadie se acuerda, se dan gran importancia frente a un auditorio vacío o semi-vacío.
Es más, a esta sesión los líderes de Francia, Inglaterra, Rusia y China no asisten. Cuatro de los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad tienen cosas más importantes que hacer. Un indicador claro del momento que vive ese organismo multilateral que, la verdad, si desapareciera hoy nada cambiaría en el mundo, salvo los grandes salarios y pensiones de quienes allí trabajan o trabajaron.
¿Mejores derechos humanos? Ciertamente no. Cuba, China, Rusia, Venezuela, Nicaragua -para solo mencionar los países que afectan la región- siguen tan campantes haciendo lo que se les da la gana en esta materia. Eso sí, si es una democracia esos mecanismos actúan de manera rígida y estricta, mostrando un doble rasero que solo beneficia a las dictaduras.
Lo mismo se puede decir con los derechos laborales, la infancia y cada uno de los temas que esta organización toca.
La disfunción que hoy existe en este organismo, y que quedó demostrada a más no poder con la pandemia y la crisis de la OMS y su mecanismo de vacunación, Covax, que no sirvió para nada, es muestra de cómo esta institución, que nació de la Segunda Guerra Mundial, hoy no está a tono con el mundo moderno y cada día se vuelva más irrelevante.
Los países en este nuevo momento geoestratégico crean sus nichos de poder. China refuerza los BRICS, el grupo que se inició con Brasil, China, India, Rusia y Suráfrica, y amplía sus miembros. India por su parte, y a pesar de estar en los BRICS, al ser democracia y tener una rivalidad marcada con China prefiere reforzar el G20, a cuya última reunión no asistió el líder chino. Los países desarrollados con el G7 y la OTAN tienen su espacio.
Además, China, que ha sido imperio gran parte de su historia, creó su Iniciativa de Seguridad Global (GSI) y su Iniciativa de Desarrollo Global (GDI) para hacerle contrapeso a Estados Unidos y al mundo occidental. Por su parte, los países del medio oriente, llenos de dinero, buscan un nuevo espacio político, económico y diplomático por fuera de la ONU.
En este nuevo mundo, donde ya hay que hablar de una nueva guerra fría, que no es entre dos países sino entre dos bloques, el de la libertad y el de las dictaduras, los vetos en un Consejo de Seguridad cada vez más paralizado y las disputas políticas en cada escenario y en cada entidad que la componen, hacen que, así las Naciones Unidas sea la única organización que agrupa a todo el mundo, su capacidad de acción sea meramente retórica.
La guerra en Ucrania de nuevo muestra lo irrelevante que es la ONU. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pide que no se acepte un proceso de paz que despedace al país y Zelenskyy pide apoyo para Ucrania y condena para el país invasor, Rusia. Ni lo uno ni lo otro importa, y el Consejo de Seguridad menos. No funciona, y es un observador más. Con el cambio climático sucede lo mismo, la ONU no pasa de ser un gran lugar de reunión y de discursos, pero de acción real, poco o nada.
Se trató de reformar el sistema y se quiso ampliar el Consejo de Seguridad, dándole a cada región una silla permanente. Ninguna región se pudo poner de acuerdo; en América Latina, por ejemplo, la pelea entre México y Brasil era como para alquilar balcón. Ninguno de los países del hoy Consejo de Seguridad va a entregar su poder de veto, así el mundo haya cambiado, por lo que es casi imposible una reforma de fondo a esta institución.
De ahí que veamos una alineación por fuera de la ONU entre los grupos antes mencionados con otros como el Cerlac en América Latina, al que China le ha puesto el ojo, o el G77, un derivado de los No Alineados que suma 135 países en vías de desarrollo, que en el 2023 preside Cuba y que ahorita tienen un +China.
¿Y la región qué? Primero carga con una OEA debilitada a la que ya pocos prestan atención, una Unasur que tiene peso limitado y un Cerlac que busca protagonismo, pero que tampoco tiene mayor impacto.
A esto hay que sumar que el gran poder de la región, Estados Unidos, está ausente y sin política, mientras China gana presencia, peso y negocios y Rusia utiliza sus fuerzas de inteligencia y sus aliados -yo diría lacayos-, Cuba, Venezuela y Nicaragua, para crear inestabilidad en las democracias de la región.
En estas dos semanas los presidentes, que cada vez asisten menos, sacarán pecho y harán nuevos discursos para el olvido, los amigos se verán en los pasillos y en los hoteles de la ciudad y la burocracia, repito, muy bien pagada, de la ONU se felicitará por un trabajo bien hecho.
¿Y el resto del mundo? Bien gracias: en guerra, con migración masiva en todos los continentes y un calentamiento global desbordado.