Quito, Ecuador
Con profundo dolor hemos recibido estos días la noticia de la explotación de cientos de niños en el pueblo de Canoa, en la provincia de Manabí. Miles de niños están expuestos a ser explotados sexualmente a diario. Se trata de una mercantilización del ser humano que se perpetúa a través de distintos delitos como la trata de personas, el turismo sexual, la violación, la pornografía, el tráfico de órganos humanos, por mencionar algunos, tal y como han sido recogidos por testimonios como el de la película Sound of Freedom.
Son numerosos los eventos de este estilo que se oyen en los pasillos de las mejores escuelas y colegios, sin importar siquiera el nivel económico y social de los implicados. El grooming, sexting, stalking, bullying y tantos otros que quizá aún no hayamos podido identificar, ya no hacen excepción de personas y representan una amenaza más para nuestros niños.
Este es un tema que se ha tratado de abordar en distintos espacios nacionales e internacionales. Nuestro país, por ejemplo, desde hace tiempo ha suscrito varios convenios o declaraciones internacionales y modificado la legislación interna para afrontar este problema. Sin embargo, mientras no se trabaje en políticas concretas de prevención, cualquier iniciativa legislativa, por dar un ejemplo, será insuficiente.
Causas como el subdesarrollo, la pobreza, la disfunción de las familias, la falta de educación, la migración, la trata de personas y las catástrofes naturales son algunos de los factores que fomentan directamente la venta de niños y su utilización en la pornografía y la prostitución. Pero quizá, la más grave de todas, es que exista mercado para la venta y la exposición despiadada de los niños.
Es imperioso frenar el incremento alarmante del consumo de pornografía. Expertos se refieren a ella como la nueva droga y quizá la más vendida en el mundo entero. He aquí también la importancia de combatir el consumo de pornografía y sancionar los medios -muchos de ellos fácilmente accesibles- que promueven este vicio. Se deben agotar todos los esfuerzos posibles por sensibilizar a todas las personas y reducir el mercado de consumidores de pornografía.
No es suficiente con que las legislaciones de los países prohíban la venta de niños, la prostitución y la pornografía infantil, y sancionen fuertemente estos delitos, se deben fortalecer los mecanismos de investigación de estos hechos, desarrollar herramientas que permitan juzgar de la manera más eficiente estos delitos y sancionar a los infractores. Generar espacios seguros para que las víctimas puedan denunciar los hechos sin miedo y a la vez, recibir el acompañamiento legal y psicológico necesario.
Es fundamental también, regular debidamente todos los espacios en los cuales se facilite, promueva y comercialice con seres humanos por medio de la pornografía, la prostitución y otros similares. Se requiere urgentemente un mayor control y una mejor regulación del uso adecuado del internet y otros medios tecnológicos modernos.
Combatir fuertemente las principales causas como la pobreza, la migración, la disfunción de las familias, la falta de educación. Pero lo más importante, trabajar en la educación. Sobre todo, una educación en valores. Pues como siempre digo, no vamos a cambiar el mundo creando o reformando leyes ni a través de políticas públicas, sino cambiando las conciencias de las personas para promover un efectivo bien común.
La venta de niños y su utilización en la pornografía, la prostitución, y la pedofilia también debe ir de la mano de decisiones judiciales y administrativas responsables. Que el interés superior de cada niño y su desarrollo integral sea el objetivo de todos. Lamentablemente, vamos en sentido contrario en el Ecuador. Existen algunas resoluciones, de la Corte Constitucional, que desconocen estos valores y favorecen la sexualidad en los niños, privándoles además de su derecho a ser protegidos por sus padres, bajo la bandera de una “supuesta autonomía”.
Los culpables somos todos. Los que callamos, los que actuamos en función de nuestros propios intereses o agendas políticas, los que simplemente cerramos los ojos frente a una realidad que expone a nuestros propios hijos, día a día, y no hacemos nada para detenerlos. ¡Que de verdad nos duelan nuestros niños! Ya es hora de comenzar a actuar.
- Dignidad y Derecho