¿Qué se necesita para gobernar?

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Daniel Noboa y Rafael Correa no son grandes inteligencias, ¿personas cultas? Menos. A ambos les gusta el poder, por algo llegaron a la presidencia de la república, pero, mientras Correa se considera un Mesías, Noboa, solo un gerente.

Noboa no tiene ideas políticas definidas, y Correa, más que ideas, posee unas cuantas creencias profundamente arraigadas, a las que en conjunto se conoce como socialismo del siglo XXI.

La falta de ideas vuelve a Noboa un político flexible, mientras que los dogmas en los que cree hacen de Correa un político cerrado. El peligro de la ausencia de ideas políticas definidas es el cinismo, y el de las creencias arraigadas, el fanatismo. Por eso, Noboa no encontró ningún problema en pactar con el correísmo, y Correa en proteger y apoyar a movimientos terroristas de izquierda como el ELN y las FARC.

Las grandes inteligencias que buscan el poder pretenden llevar a cabo grandes proyectos, cuya realización suelen acarrear muchos y graves males. Napoleón Bonaparte contribuyó decisivamente a la modernización de Francia y Europa, sobre todo en el ámbito legal (Código Napoleónico), y difundió los ideales de la Revolución Francesa. Sus campañas militares, sin embargo, llevaron a la muerte a millones de personas.

Tanto o más peligrosa que la inteligencia superior acompañada de ambiciones desmedidas es la medianía unida a una ambición desmesurada. Así que, independientemente de su grado de inteligencia, lo que hace de alguien un buen gobernante es la mesura. A ella, para formar un buen gobernante, deben sumarse otras cualidades, entre las que destacan el sentido de la realidad y la fuerza de carácter.

Ante al complejo problema del narcoterrorismo que venimos sufriendo, y que los gobiernos anteriores no supieron o quisieron enfrentar, Daniel Noboa ha sabido tomar las medidas adecuadas. Y, para hacerlo, no ha necesitado de una gran inteligencia ni de una amplia cultura. Pese a su medianía, o gracias a ella, ha hecho lo debido, y ha hablado poco. ¿Cuántas sabatinas y millones de palabras habría utilizado Correa en el supuesto no consentido, como dicen los abogados, de haber tomado una medida semejante? Abruma la sola idea de imaginarlo.

Una gran inteligencia no evita que un gobernante caiga en la inmoralidad, no garantiza que sea justo, no asegura que tome decisiones acertadas, no lo vuelve más honesto.

En cuestiones políticas, las decisiones de los expertos no son mejores que las del pueblo llano. Y las de las personas muy inteligentes, tampoco. Mesura, sentido de la realidad, honradez, entereza son las cualidades que necesita un gobernante. Para gobernar bien un país no hacen falta genios y menos expertos: esa ominosa floración de charlatanes titulados y subtitulados.

Noboa al decretar el estado de guerra interna, el 8 de enero de 2024.

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