
Ávila, España
Hace unos días se celebró la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Washington. Este foro, que se creó en 1974, hace 50 años, reúne anualmente a líderes conservadores de EE.UU, pero este año ha contado con una gran representación de políticos de países europeos y de América Latina. El líder indiscutible del evento fue el expresidente Donald Trump, que de momento va primero en las primarias del Partido Republicano; por lo que, si los problemas judiciales en los que está inmerso no se lo impiden, optará a ser reelegido como presidente de la primera potencia mundial.
En la conferencia pudimos observar un conjunto de ideas compartidas en materias sociales (críticas al globalismo, a la inmigración masiva, a la izquierda política y mediática, al aborto, etc.) que son propias del conservadurismo. Sin embargo, en materia económica existen dos visiones distintas dentro de la derecha, lo cual tampoco debe sorprendernos porque las categorías políticas de derecha e izquierda, que proceden de la revolución francesa, no son unívocas y han quedado algo desfasadas.
En este ámbito podemos distinguir una derecha liberal, que apuesta por el mercado y la competencia y desconfía de la intervención estatal, y una derecha nacionalista y proteccionista que, lamentablemente, parece ser la mayoritaria.
En su discurso, Milei expuso una crítica a la intervención del estado, que, a su juicio, se basa en la teoría de los fallos del mercado, alimentada por el modelo neoclásico. Según los manuales de economía, los principales fallos del mercado son las externalidades, los bienes públicos, la información asimétrica y los monopolios. El presidente argentino sostuvo que no existen tales fallos del mercado e hizo una defensa del capitalismo basado en el derecho a la propiedad privada, la competencia empresarial, la división del trabajo y en los mercados libres de intervención estatal.
Es evidente que el mercado no es perfecto y que existen problemas de coordinación entre los agentes, pero Milei señala que detrás de estos problemas está la intervención estatal.
Según el profesor Huerta de Soto, uno de los mayores representantes de la escuela austríaca, el mercado es eficiente en términos dinámicos y es capaz de resolver los problemas de descoordinación social. Incluso asumiendo la premisa de que los “fallos de mercado” se deben a los procesos del libre mercado no podemos obviar que la intervención estatal está también sujeta a “fallos” (burocratización, corrupción, etc.), como sostiene la Escuela de la Elección Pública.
Esta defensa del libre mercado contrasta con las posiciones de Trump o Abascal, líder del partido Vox en España. Durante el mandato de Trump (2017-2020) se apostó por una visión proteccionista de la economía, subiendo aranceles a los productos procedentes de China con el objetivo de reducir el déficit comercial y retirando a EE.UU del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Durante esos años se produjo una guerra comercial con el gigante asiático que no ha dado buenos frutos a ninguna de las dos potencias.
En el caso de Vox, aunque en sus comienzos tuvo un programa económico muy liberal, con el paso del tiempo han ido abrazando ideas más nacionalistas y proteccionistas. Las principales figuras políticas liberales se han ido de la organización, han creado un sindicato de partido y han puesto el foco en la crítica a la competencia exterior, especialmente en el sector agrícola.
Cierto es que este sector está pasando por un mal momento y que en estos días han realizado varias manifestaciones en las principales ciudades europeas, pero el problema principal está en el exceso de regulaciones que sufren los agricultores y ganaderos relacionados con el Pacto Verde europeo y con la propia Política Agrícola Comunitaria (PAC), aspectos que también critica Vox, en este caso con acierto.
Otra intervención destacable es la del presidente Bukele, que cometió algunos errores económicos en su discurso. Por un lado, sostuvo que los elevados impuestos que hay en EE.UU no están destinados a financiar el gasto público, que se financia únicamente con la emisión monetaria de dólares por parte de la Reserva Federal (Fed). Si esto es así, se plantea Bukele ¿Por qué no financiar al gobierno de esta forma y prescindir del cobro de impuestos?
Detrás de este planteamiento están las erróneas ideas de la Teoría Monetaria Moderna según la cual el déficit fiscal no es un problema porque siempre se puede recurrir, de forma ilimitada, a la emisión monetaria. Esta pregunta ya se la formuló de forma sarcástica la periodista argentina Virginia Gallardo al político y economista Axel Kicillof, defensor de estas teorías, en un programa de televisión.
La realidad es que el estado se puede financiar por ambas vías. La recaudación de impuestos es la principal fuente de financiación del estado y la emisión monetaria o el endeudamiento se utiliza cuando se incurre en déficit. Si tomamos los datos macroeconómicos de EEUU del año pasado vemos que el gasto público federal fue del 24,4% sobre el PIB, y el déficit del 6,2% del PIB. Pues bien, solo la parte destinada a cubrir el exceso de gastos sobre los ingresos públicos se financia con emisión monetaria y el año pasado representó el 25%, por lo que el 75 % restante se financia con la recaudación fiscal y otros ingresos públicos.
Bukele señaló además que hay una burbuja en relación con el dólar y los bonos federales (una parte de los cuales los compra la Fed) y que son activos sin respaldo. Sin embargo, en realidad, la emisión de dólares por la Fed está respaldada por esos títulos de deuda pública, que a su vez están respaldados por la capacidad económica futura del país y la posibilidad que siempre tiene el gobierno de subir impuestos a los ciudadanos.
Aunque ambas derechas, la liberal y la nacionalista, tienen puntos en común y un enemigo común, que hace que surjan alianzas entre ellas, no deberían olvidarse las diferencias de enfoque y el hecho de que Milei no haya renunciado a su discurso liberal en un entorno que podría ser hostil a las ideas de libre mercado es algo loable.
