
Quito, Ecuador
El partido socialcristiano es el feudo de Jaime Nebot. Este, como todo señor feudal, tiene una corte y servidores de diversas especialidades, entre los que destacan el “pelele” y el “hombre del trabajo sucio”, pues, aunque nunca cuestiona la legitimidad de su poder, el señor feudad prefiere, a veces, actuar desde las sombras a través de ellos.
¿Con cuál de estos personajes se identifica Henry Kronfle, el presidente de la Asamblea Nacional, que escapa por la ventana cada vez que debe tomar decisiones difíciles? ¿Con cuál, Pablo Muentes, el titiritero de la función judicial en Guayaquil?
Es poco creíble que Nebot, que conoce muy bien a Henry Kronfle, y por eso lo nombró su pelele, haya ignorado la irregular forma de vida de Pablo Muentes. Mucho más probable, en cambio, es que precisamente por conocer su vida y sus dotes de estafador lo haya puesto a su servicio. Fingir ingenuidad no cabe en un político que ha declarado que por el bien del país se reuniría incluso con el diablo.
El “testaferrismo político”: prestarse voluntariamente a la realización de acciones moralmente indebidas ordenadas por otros, no es extraño a la práctica política ecuatoriana, en la que los líderes se valen de personajes fusibles para no quemarse.
En Ecuador, el modelo feudal socialcristiano es el de la mayoría de organizaciones políticas. Lo que nos lleva a pensar que el juego democrático en nuestro país es, en realidad, una disputa -con frecuencia desleal- entre organizaciones autoritarias dominadas por un líder incuestionable.
Pero quizá lo más grave sea la composición de estas organizaciones, de las que los peleles y los hombres del trabajo sucio son miembros natos, imprescindibles para el juego político. Unos y otros suelen prosperar rápidamente en sus carreras, como Ronny Aleaga, militante de la Revolución Ciudadana, quien, de miembro de la banda criminal Latin Kings, ascendió en vuelo vertiginoso a vocal del Consejo de Administración Legislativa (CAL) de la Asamblea Nacional.
Siempre hay alguien, en la política al uso, que está dispuesto a ensuciarse las manos y a inclinar el lomo. Y quienes asumen estos papeles no lo hacen tanto por obligación como por vocación. Las organizaciones políticas los necesitan porque buena parte de la vida política es subterránea y escasamente democrática.
¿Hay alguna solución viable para este problema? No cabe hacerse demasiadas ilusiones al respecto. En su estudio sobre los partidos políticos, Robert Michels concluyó que estos, aunque hayan tenido un origen democrático, terminan siendo dominados por una oligarquía y se convierten en fines en sí mismos.
¿A quiénes representan los socialcristianos? Al partido socialcristiano. ¿A quién representa Jaime Nebot? A sí mismo. ¿De los afiliados a un partido político en Ecuador cuántos son arribistas, cuántos son peleles, cuántos son hombres para el trabajo sucio?