No es la democracia: somos nosotros

Eduardo Peña Triviño

Guayaquil, Ecuador

Los griegos del siglo VI antes de Cristo inventaron esta forma de gobierno en la que pueblo se gobierna a sí mismo. Era una democracia directa: se reunían en asambleas, ekklesías, y decidían todos los asuntos: declaraban la guerra, ajustaban la paz, juzgaban a quienes habían delinquido. A veces se equivocaban como cuando la asamblea de Atenas condenó a Sócrates a beber la cicuta, pero luego rectificó y castigó a sus injustos acusadores, Anito y Melito.

Votaban los ciudadanos, no los extranjeros -metecos- ni los esclavos. En aquellos días la ciudad tenía unos diez mil, pero sus habitantes eran más de treinta mil. Los romanos se inspiraron en tales instituciones y las mejoraron. Crearon el senado, el consulado, los cuestores, los pretores que administraban justicia, los censores, los ediles. Es la esencia de la división de los tres poderes del Estado, uno que legisla, otro que hace cumplir las leyes y el tercero que juzga los contenciosos entre privados y juzga a los delincuentes culpables.  

En “El contrato social”, siglos más adelante, Rousseau hizo una descripción de las características de los gobiernos y sostuvo la tesis de si hubiera un gobierno de dioses, sería la democracia, por las dificultades de su aplicación política. Para Rousseau el mejor gobierno es la aristocracia electiva. Muchos piensan así: el gobierno de los mejores elegidos por el pueblo.

Estas ideas, con las de Montesquieu y otros filósofos, inspiraron la constitución de la Primera República Francesa surgida de la sangrienta Revolución de 1789. Después se cambió el nombre de “poderes” por “funciones” y se agregó la electoral.

Durante los dos siglos pasados se  trató de perfeccionar la democracia, creando instancias que protegen a los individuos del abuso de otros  y de los excesos de los gobernantes. Pero el problema es que de las garantías que protegen a los inocentes se aprovechan los delincuentes para quedar impunes, comprando a jueces corruptos. De esta manera, la democracia se desprestigia y hay muchos que reniegan de ella, como si las instituciones fueran las culpables y no quienes las aplican.

No es la forma de gobierno. Si nos quejamos, con razón, del abuso de los ricos narcos es porque su dinero compra jueces, magistrados, autoridades complacientes, todo.

Bien ha hecho la Corte Constitucional en usar sus amplias facultades  para poner orden y evitar el abuso de los derechos legales. Que se apliquen los principios de jurisdicción y competencia, Que haya jueces  omnisapientes es insensato. El ámbito del derecho es tan extenso que los más estudiosos comprenden que apenas se puede conocer retazos de las ciencias jurídicas. Lo hemos visto: jueces de una parroquia rural que, por paga, violan sentencias ejecutoriadas y ponen en libertad a delincuentes poderosos, de aquellos que contratan sicarios para matar al que les da la regalada gana.

La Corte debe permanecer vigilante. Es su trabajo esencial. Rescatar lo bueno de la Constitución de Montecristi, tan defectuosa y criticada. No es el sistema democrático el culpable de la actual situación, somos nosotros mismos que la aplicamos mal. No es la canción, somos los cantantes.

Quito, lunes 4 de marzo del 2024. Llegada a la Unidad de Flagrancia de Pichincha, de los detenidos en el caso Purga, relacionado con el caso Metástasis,.por la Fiscalia. Fotos: Rolando Enríquez/API

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