Quito, Ecuador
¿Es Sebastián Barreiro, el hijo de la vicepresidenta de la república, el hombre más peligroso del país? ¿Más que Daniel Salcedo? ¿Más que los jueces de la Cárcel 4? ¿Más que los jefes narcos que nunca han estado en La Roca? ¿Más que Leonidas Iza, que tiene cerradas las puertas de la cárcel, a pesar de que, en el último y violento paro que lideró, le causó al país pérdidas por más de dos mil millones de dólares?
Mil setecientos dólares, aunque Wilman Terán pueda afirmar lo contrario, no son más que un millón o que trece o que los dieciocho que se dice que lavó la abogada Bibian Hernández.
El confinamiento de Sebastián Barreiro en La Roca es, a todas luces, una medida desproporcionada en relación con el delito del que se le acusa: oferta de tráfico de influencias. Y, en consecuencia, una decisión injusta.
La manifiesta injusticia de la prisión de Barreiro en La Roca ha llevado a muchos a ver, en ella, una vía para obtener fines que no son los de la justicia. Según el periodista Juan Carlos Calderón, por ejemplo, la detención del hijo de la vicepresidenta abriría el camino para su destitución y posterior reemplazo por la actual canciller, Gabriela Sommerfeld, o, incluso, la prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga.
Más aún, desde su punto de vista, no solo estaría en juego el reemplazo de la vicepresidenta, sino la definición del binomio de Noboa para las próximas elecciones, binomio que debería salir de las filas del correísmo o el socialcristianismo.
Sean estos u otros los motivos de la reclusión de Barreiro en La Roca, si no son los de la estricta justicia son motivos espurios. Es decir, extraños al ámbito del derecho, en el que se sitúa el caso de Barreiro.
La prisión de Barreiro en La Roca es una alerta y un indicio de que lo que se hace con la mano, como el caso Purga, puede ser rápidamente borrado con el codo. Ese caso ha puesto en evidencia los malos usos de la justicia en Ecuador, y el de Barreiro nos muestra que esos malos usos están lejos de abandonarse, especialmente, la intromisión de unos poderes del Estado en otros.
¿Qué tiene que ver Daniel Noboa con la decisión de enviar a La Roca a Barreiro? Quizá, directamente, nada. Pero los servidores de los poderosos están siempre dispuestos a hacer méritos con sus amos y a adelantarse a sus deseos. “El presidente quiere deshacerse de la vicepresidenta”, habrá pensado el funcionario del SNAI que envió a Barreiro a una cárcel de alta seguridad en Guayaquil, siendo que su domicilio habitual está en Cuenca, “ayudémosle un poco, se habrá dicho, a lo mejor, algún rato nos reconoce el favor”.