La violencia y el IVA

Francisco Zalles

Naples, Estados Unidos

La violencia estalló en el país. Este shock hizo políticamente viable subir el IVA. La realidad fiscal del país es tal que subir el IVA apenas sirve para pagar los intereses de la deuda que se viene acumulando desde que asumió el poder Correa. Subir el IVA abre las puertas a más financiamiento del FMI que servirá para seguir financiando los gastos que demanda la Constitución de Montecristi. Es decir, subimos el IVA para poder endeudarnos más.

Es difícil entender cómo salimos de este círculo vicioso sin cambiar el producto de un consenso político que le dio el poder al SS21 durante 10 años. Para cambiar de rumbo, debemos desarmar la bomba de tiempo que dejó el correísmo implantada contra la dolarización: la Constitución de Montecristi y el leviatán que la acompaña.

Desde el inicio de la dolarización hasta que subió Rafael Correa al poder, Ecuador tenía superávits fiscales. Correa convirtió estos superávits en déficits crónicos, a pesar de los ingresos históricos del petróleo y el incremento de los impuestos. No satisfecho con esto, Correa endeudó al país en su búsqueda por transformarlo en una nación de borregos dependientes del gasto político/público. Cuando bajó el precio del petróleo, consumieron los ahorros del IESS y hasta las reservas del Banco Central para seguir financiando la fiesta del populismo.

Durante los primeros años de la dolarización, el gasto del sector público en relación al PIB se mantuvo estable alrededor del 21% del PIB. Correa lo subió estrepitosamente y al final de su gobierno quedó en 41% del PIB.

Según los defensores de la planificación central, este gran incremento del gasto del gobierno en relación al PIB (digno de un plan comunista de obras públicas) debería haber desatado un crecimiento económico sustancial. Según ellos, la inversión gubernamental traería mayor equidad y oportunidades de empleo digno. En su adicción al gasto, hasta pautaron en el Super Bowl, todo esto mientras seguían subiendo los impuestos.

A pesar de toda la cantaleta, el resultado es que incrementaron el gasto público, pero disminuyeron el crecimiento real de la economía. Los resultados del correísmo son nefastos, por donde se los mire. Durante el gobierno de Correa, el gasto del gobierno subió un 85%, mientras que el país creció un 23% menos anualmente en promedio. Correa dejó un país con un déficit del 6% a pesar de haber gozado de un precio del petróleo 55% más alto para cada año de su mandato. Incrementó la deuda externa en relación al PIB en casi un 50%.

Los resultados se resumen en la tabla abajo. Con mayores ingresos petroleros, Correa duplicó la burocracia, disminuyó el crecimiento del país y dejó déficits crónicos. Se tiene que tener talento para hacer las cosas tan mal.

¿Y qué hemos ganado con el 20% de PIB adicional que gasta el gobierno ahora? Para ilustrar esto, podemos comparar con el vecino Perú. Al inicio del mandato de Correa, los dos gobiernos gastaban casi lo mismo con relación al PIB (+/- 20%). Al final del correísmo, él había casi duplicado (39%) el gasto, mientras que el Perú se había mantenido en el mismo nivel inicial del 20%. Correa incrementó la Deuda/PIB del 32% al inicio de su mandato al 47% al salir de Carondelet, mientras que el Perú disminuyó substancialmente su endeudamiento.

A pesar de todo, el PIB per cápita no incrementó más que el del Perú (de hecho, el Perú ahora le gana a Ecuador cuando antes estaba por debajo). Tampoco tenemos infraestructura superior a la del Perú ni la cantidad de inversión extranjera directa. Es difícil discernir qué recibe el pueblo ecuatoriano por 20% más de gasto anual del PIB que dejó como legado el gobierno de la Revolución Ciudadana. ¿Qué explica esta radical diferencia? El Perú es un país abierto y amigable al comercio y tiene completa libertad de movimiento de capitales. Privatizó el sistema de pensiones, la telefonía y una cantidad de empresas estatales desde los años 90.

Las cifras demuestran una similar evolución de la economía panameña, la cual no incrementó su gasto, disminuyó su deuda, y logró crecer su PIB per cápita sustancialmente. Todo esto sin petróleo. La apertura comercial de Panamá y su libre movimiento de capitales atrae inversión extranjera.

Panamá es un país dolarizado que ya ha demostrado cuál es el camino a seguir; solo se necesita importarlo. Para Panamá, la dolarización es una unión monetaria con el mundo a través del comercio mundial. Consecuentemente, la dolarización se nutre de la apertura comercial y financiera total. Para esto, se necesitan reglas del juego internacionales que garanticen el cumplimiento de los contratos para los infractores (los arbitrajes internacionales a los cuales le tienen alergia los enemigos de la dolarización).

Panamá nunca ha necesitado un Banco Central porque la oferta y la demanda del dinero se regula por el sector privado, al igual que en Ecuador.

A Ecuador le conviene asemejarse a la experiencia panameña empezando por cerrar el Banco Central del Ecuador que ahuyenta la inversión extranjera al ser una entidad que puede interrumpir la libertad de movimiento de capitales y violar las reglas del juego. Además, cerrar el BCE sería un ahorro para el país ya que no cumple ninguna función que no se pueda sustituir fácilmente. 

El BCE es una entidad innecesaria en una economía dolarizada. Cerrarlo significaría regresar los encajes a los bancos, lo cual incrementaría el multiplicador del dinero dinamizando el sector privado y ayudando el financiamiento del déficit creado. Cerrar el BCE es una muy buena señal de cambio de rumbo hacia un país próspero y abierto al comercio. Más aún, es un buen comienzo para reducir el abultado estado que fue un legado del correísmo. Reducir el tamaño del Estado en la economía ecuatoriana es imperativo.

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