Santiago de Chile, Chile
No es extraño que la elección haya durado tres días, ya que en Rusia hay nada menos que 10 husos horarios. Tal como se esperaba Vladimir Putin ganó, y al terminar este mandato el 2030, habrá cumplido 30 años continuos en el poder, sumando los cargos de presidente y primer ministro. Quizás, si las elecciones hubiesen sido limpias, hubiera ganado de todas maneras, solo que por mucho menos votos que el 87% informado. La oposición de Navalny fue admirable, y la responsabilidad del gobierno en su muerte recuerda a los disidentes del Kremlin soviético, e igualmente no es masiva.
La pregunta es qué hará en los seis años que tiene por delante y la respuesta es que su mente estará concentrada en los mismos objetivos que en los 24 anteriores, toda vez que desde que llegó al poder su propósito ha sido la Gran Rusia, es decir, que vuelva a ser el poder que desapareció con lo que califica como “la gran catástrofe geopolítica del siglo XX”, el fin de la URSS, pero como es anticomunista no es para recrearla, es para que reaparezca un proyecto que viene desde los zares.
Solo que su lugar en la historia va a depender de lo que ocurra con Ucrania, donde las alternativas siguen siendo las mismas del día de la invasión, triunfo o derrota en el campo de batalla, y como resultado, una negociación, ya sea un simple cese del fuego o la aceptación de lo único que quizás pudo haber evitado la invasión y que está pendiente desde Gorbachov (así lo dice en sus memorias) y la desaparición de la URSS, una negociación de un nuevo esquema de seguridad con Rusia como sucesora, y a veces me pregunto si algo similar a esa negociación piensa ofrecer Trump, cuando asegura que él y solo él podrá detener la guerra apenas ingrese a la Casa Blanca, si es electo en noviembre.
Al respecto, no olvidemos que con la URSS lo que desapareció fue nada menos que un imperio, por lo que las consecuencias territoriales todavía se sienten en los nuevos países, y ya condujeron a las guerras de Georgia (2008) y a la toma de Crimea (2014). Hoy son, entre otros, la existencia de minorías rusas en Transnistria para Moldavia y Kaliningrado, entre Polonia y Lituania. Es decir, escenario similar al dejado por el fin del imperio español en el siglo XIX y las guerras entre los estados nacionales que surgieron, o en el medio oriente actual, como consecuencia de la desaparición del imperio otomano después de la primera guerra mundial.
En los discursos de Putin, su visión del conflicto futuro se hace visible para todos, cuando dice que usará armas nucleares si la soberanía rusa está en peligro, y para él, ese territorio incluye hoy las provincias del Donbas ucraniano y Crimea, incorporados a Rusia después de plebiscitos, no reconocidos e ilegales según el derecho internacional.
Por su parte, las sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania han tenido una consecuencia que debiera preocupar profundamente a occidente por sus implicancias, como lo es que hoy existe por vez primera una alianza estrecha entre Rusia y China, donde Moscú es el socio menor, menos en armamento nuclear, además, con la voluntad de usarlo.
Por ello, lo que ahora ocurre debe ser tomado en serio. Lo primero de todo es algo que ha faltado en estos 24 años, que a Putin hay que creerle, ya que ha sido consistente en decir públicamente lo que desea hacer: hoy le dice al mundo que está dispuesto a usar armamento nuclear táctico. Es una amenaza, pero también refleja el hecho que ante el mediocre desempeño en el campo de batalla ucraniano, ese armamento nuclear es más que el principal, es el único elemento de disuasión que tiene Moscú, en un esquema donde lo dice y lo cree, que la guerra es más que la invasión del país vecino, ya que sería la primera guerra global del siglo XXl, cuyo verdadero rival sería el conjunto de la OTAN.
En la visión de Putin, la guerra es con Occidente en general, y contra EE. UU. en particular, quien sería el que la habría provocado, y no la invasión, y es eso lo que hace que tenga consecuencias globales, sobre todo, en los mercados de energía y alimentos. En verdad, ni siquiera la guerra de Gaza ha tenido consecuencias similares, ya que al menos por ahora, está contenida en un espacio geográfico limitado a esa parte del mundo.
A Putin hay que creerle. El armamento nuclear táctico también estuvo presente durante la guerra fría, pero como algo secundario, mientras que hoy es central a la política militar y exterior de Rusia, que además ha modernizado este armamento mejor que occidente, ya que, sobre todo, EE. UU. y la OTAN se quedaron más bien dormidos y rezagados en relación con este desafío. Y Putin lo sabe y lo usa para su ventaja.
Mas aun, probablemente esta invasión no hubiera tenido lugar en la misma forma si Ucrania no hubiera entregado las bombas atómicas que quedaron en su territorio al desaparecer la URSS. Allí hubo además un incumplimiento de las promesas hechas no solo por Rusia, sino aún más importante para estos efectos, por el Reino Unido y el propio Estados Unidos que se comprometieron a garantizar la soberanía de Kiev, algo que menciona Zelenski cuando es consultado. Este recuerdo es importante, ya que cada vez se habla más abiertamente de una pérdida territorial para Ucrania en alguna futura negociación, no solo por el Papa, sino también por políticos occidentales.
Escenario que hoy adquiere protagonismo, respaldado por lo que ocurre en el campo de batalla, donde hoy la iniciativa les pertenece a los rusos, cuyas fuerzas armadas parecen predominar después del fracaso de la contraofensiva ucraniana el año pasado, además Kiev tiene grandes problemas para reclutar más soldados para la nueva etapa que viene.
Y esa posibilidad también está presente en el cambiado discurso público del presidente francés Macron, respaldado además por Alemania y Polonia, quienes afirman su compromiso de hacer lo posible para evitar el triunfo ruso, lo que es una novedad, sobre todo porque hasta la fracasada contraofensiva, el discurso era más bien exitista sobre una derrota rusa.
Que lo haga un presidente francés es coincidente con toda una historia, ya que eso fue lo que condujo al General De Gaulle a insistir en la necesidad que Europa tuviera su propia fuerza militar independiente, cosa que intentó y fracasó, sobre todo después del ingreso a la Unión Europea de ese aliado principal de EE. UU. que es el Reino Unido, pero esa política le dejó a Francia, entre otras cosas, una disuasión basada en lo nuclear.
Es en ese esquema que no sorprende que reciba apoyo de Alemania, ya que la alianza franco-germana fue la base de la Europa occidental que surgió de las cenizas de la segunda guerra mundial. La pregunta es si Europa tiene alguna posibilidad de ser creíble cuando anuncia en palabras de Macron una presencia militar en Ucrania, aunque inmediatamente el mismo siembra dudas cuando agrega que no va a hacer nada que implique una escalada, y no hay duda de que lo seria y muy grande para Putin.
La duda es si Europa está en condiciones de dejar de ser más bien irrelevante. La verdad es que Europa no parece tener hoy los recursos económicos ni la voluntad de transitar unida hacia un escenario de mayor conflicto con Rusia, toda vez que al interior de los integrantes europeos de la OTAN hay muchas diferencias en torno a ese punto, sobre todo, cuando tantos países ni siquiera cumplen con la obligación de aportar el 2% de su Producto a la OTAN, otros no parecen tener la misma voluntad de lucha como también los resultados de algunas elecciones han traído consigo coaliciones y dirigentes que sienten cercanía con Moscú.
Por otra parte, también es cierto que se ha desarrollado un discurso más bien belicista, antiPutin más que antiruso, en sectores progresistas y verdes, antes más bien pacifistas, lo que es novedoso.
En la batalla misma, la realidad actual contiene presencia militar directa en la forma de asesores británicos (incluyendo acciones de sabotaje en territorio ruso) o de estadounidenses en la forma de “contratistas”, y, por cierto, del aporte de armas, inteligencia y presupuesto, sin el cual Ucrania no podría haber resistido a la invasión. Sin embargo, la propia Francia hace dudar de sí misma, cuando ni siquiera cumplió con la amenaza de actuar militarmente en África, después de un golpe de estado que la privó el año pasado de un muy necesario uranio, ya que su energía eléctrica se basa en centrales nucleares. La verdad es que nada pasó, al menos que se sepa, y la amenaza francesa simplemente no se materializó.
Por su parte, la disuasión de USA no fue capaz de evitar la invasión rusa, a pesar de haber hecho advertencias al respecto. Hoy, ya en el tercer año de la invasión, EE, UU, se encuentra dividido, sin política de estado al respecto, y con la advertencia de un probable ganador como Trump, que le va a poner fin al tipo de asistencia total que está entregando hoy Biden.
Esa división interna es gravísima para una gran potencia. También lo es una realidad donde su armamento nuclear es hoy más antiguo que el ruso que fue modernizado, y al parecer, aún más grave es que no exista claridad si ese armamento seria usado en circunstancias como las ucranianas.
Quizás, fruto de esa división, EE. UU. no tiene hoy un libro blanco actualizado sobre las condiciones en que intervendría con soldados en terreno, como tampoco son conocidas cuales serían las líneas rojas cuya violación seria causal de guerra para Washington. Por ello, al no haber claridad sobre el punto anterior, tampoco la existe acerca de cuándo y cómo se usaría armamento nuclear en condiciones tácticas.
La verdad es que después del fin de la guerra fría, EE. UU. se confió y hoy no produce municiones en cantidad suficiente para sostener sola un conflicto que sigue prolongándose como el ucraniano. También le pasó al conjunto de la OTAN como alianza militar.
Además, en paralelo a la guerra de Ucrania, existen otros conflictos donde tampoco ha operado la disuasión de Washington, como lo son el medio oriente con Irán, donde por falta de decisión la potencia no logra doblegar a los hutíes del Yemen, y Taiwán con China, a lo que se agregan dos que no terminaron bien, como lo fueron Irak donde quedó Teherán como poder dominante, y un retiro caótico de Afganistán, que redujo su credibilidad tanto con aliados como con enemigos, consecuencia de situaciones donde EE. UU. obtuvo triunfos militares iniciales fáciles, para que todo se complicara después, incluyendo el fracaso en imponer la democracia donde es mayoritariamente rechazada.
Por la política de cancelación de Rusia han quedado sin interlocución directa con Moscú, lo que jamás ocurrió en la guerra fría, y no es bueno para una superpotencia. Incluso si Putin solo busca amedrentar con la amenaza nuclear, se necesita que exista alguna respuesta. No solo por su trayectoria, sino también como disuasión, porque incluso una presencia militar mínima de soldados con uniforme en vez de “asesores”, puede escalar con facilidad, además que a diferencia de la guerra fría no se ve una guerra convencional en el horizonte que actúe como freno.
En efecto, en la guerra fría había en ambos lados una concentración masiva de tropas, de tanques y de aviones cuyo enfrentamiento convencional daba el tiempo suficiente para evitar lo que nadie quería, que era el uso de bombas atómicas, que al ser vistas como destrucción mutua asegurada (MAD en inglés) eran el último recurso, en generaciones todavía sensibilizadas por Hiroshima y Nagasaki.
El armamento nuclear táctico es para ser usado en el campo de batalla, y, por lo tanto, se piensa en un escenario de destrucción limitada, lo que es mentalmente distinto a lo que se conoció en Japón. Además, es probable que tampoco tendremos pronto otra guerra parecida a Ucrania, ya que contrario a lo que se dice, los recursos rusos están totalmente empleados allí, por lo que no están en condiciones económicas y militares para una invasión similar, aunque si lo estarían para agitar avisperos como Transnistria y similares a través de la ex URSS, buscando empantanar allí a la OTAN. En otras palabras, occidente debiera preocuparse que Rusia podría utilizar para su provecho un escenario de este tipo, en vez de preparar otra invasión de alto costo y resultado incierto.
A medida que avanza el tiempo y se estanca la guerra, existe una situación que la OTAN no ha logrado resolver del todo, cual lo es el tema del abastecimiento militar a Ucrania, toda vez que dificultades han sido creadas por la prolongación de esta guerra convencional, donde a modo de ejemplo, le ha costado cumplir oportunamente con la entrega de municiones a Ucrania, como tampoco ha logrado cumplir con algunas ofertas públicas de aviones y tanques, y los entregados han sido más bien desde los arsenales de los países donantes y en número menor, lo que se resume en el hecho que todavía Ucrania no cuenta con una fuerza aérea o una marina equivalente a la de Rusia, como tampoco defensa real contra misiles que caen en zonas urbanas todos los días.
Aún más, a pesar de la retórica, Ucrania no ha recibido armas capaces de atacar el corazón de Rusia, y lo que se hace son acciones de comandos y fuerzas especiales que sirven para titulares periodísticos y las redes sociales, pero que no modifican en nada substancial la realidad del campo de batalla, donde se está a la espera del mar de lodo que aparece en abril, y la iniciativa para la etapa posterior está en manos de los rusos, que probablemente esperarán un tiempo, para así causar el mayor impacto en la recta final de las elecciones presidenciales de EE. UU.
Todo lo anterior no hace sino rescatar el carácter defensivo de la OTAN, a pesar de las palabras de Macron, quien, al no poder ir a la reelección, piensa más bien en su lugar en la historia como también en su futuro cercano, al ser todavía un hombre joven. La realidad es que Putin se ve combatiendo con Occidente en nombre de todos los rusos, estén donde estén, por lo que para él los países de la OTAN serian cobeligerantes, a pesar de que las líneas rojas de la guerra fría han sido respetadas, lo que ha reafirmado en Putin la idea que igual que en confrontaciones anteriores, la OTAN enviará asesores, pero no soldados.
Por cierto, puede haber un error de cálculo, pero sería eso un error, entendido como tal. Por ahora la guerra, por estancada que esté, sigue su curso, por algo que indicó Sun Tzu (544 aC- 486 aC) hace más de dos milenios y medio, y que al estar vigente lo cito cada vez que puedo, en el sentido que las guerras solo se acaban cuando se termina la voluntad de lucha de los contendientes, y tanto Rusia como Ucrania la siguen teniendo, y sin flaquezas, por mucho del error ruso de una conquista rápida de Kiev en los primeros días, y el occidental de pensar que Putin podría caer por sanciones económicas, retiro de empresas occidentales como McDonald o por el desafío de los mercenarios de Yevgueni Prigozhin.
Por ahora, lo que se ve en la invasión rusa de Ucrania es la mantención de un escenario de guerra prolongada, un escenario no anticipado por los planificadores, y que repercute en la insuficiente producción industrial de municiones, hasta el momento complicando más a Ucrania que a Rusia.
Es también un escenario donde las sanciones no han detenido la agresión como tampoco lo ha hecho la cancelación de Rusia, e incluso, la economía rusa ha tenido un desempeño superior a lo previsto, lo que les permite continuar con la ficción de que no hay una guerra sino una “operación militar especial”, y donde el abastecimiento y consumo ha sido normal. Por otra parte, el desempeño militar de Rusia ha sido lo suficientemente mediocre como para que para Washington sea evidente que su único rival verdadero es China, y dado ese poder económico, es doblemente peligroso el fracaso de las sanciones, ya que, en una futura confrontación, China va a ser un rival mucho más difícil. Igualmente, grave es la falta de autocrítica al respecto en los gobiernos occidentales.
La verdad es que el poder autoritario y cesarista de Putin sigue firme, sin cumplir estándares democráticos, pero al parecer, sintonizando mejor con los deseos de la mayoría rusa que los liberales, desacreditados por el caos de las reformas posteriores al derrumbe de la URSS, y sin lo cual, no se puede entender ni la aparición de Putin ni su duración en el poder.
No hay duda y no debe olvidarse que fue Rusia quien invadió Ucrania, pero tampoco la hay que este conflicto no es entre democracia versus dictadura, ya que en encuestas internacionales Ucrania y Rusia tenían ubicaciones muy similares al inicio de la guerra, tanto en indicadores de corrupción (oligarcas en ambos) como en las muchas insuficiencias democráticas de los dos. Por lo demás, todo indica que en Ucrania no van a haber elecciones este año, a pesar de que según la constitución correspondía hacerlas este 31 de marzo, tanto por la guerra como del debilitamiento de Zelenski, nacional e internacionalmente.
Influye también la forma en que occidente quiso aprovechar la debilidad rusa para un cambio profundo en ambos países, lo que se hizo visible antes de esta guerra en el conflicto de 2014 en las calles de Kiev, las revoluciones de colores de la diplomática Victoria Nuland, y la expansión al este de la OTAN impulsadas por la ex secretaria de Estado Madeleine Albright bajo Clinton, lo que fue criticado por Kissinger en su oportunidad. Aun antes, en el impacto que tuvo en Rusia el bombardeo de la OTAN a Serbia en la guerra civil yugoslava, ejemplificado en la permanente referencia que se hace en Moscú al llamado “viraje de Primakov” o los chinos al bombardeo a su embajada en Belgrado, aunque fuera por error.
Probablemente, incluso si se hubiesen materializado las ofertas verbales que según Gorbachov (y Putin) se hicieron para incorporar a Rusia, tanto a Europa como a la OTAN, difícilmente hubiera cambiado el escenario de confrontación, y probablemente, solo alguna oferta de negociar un acuerdo con Rusia que reemplazara la detente que se dio con la ex URSS, hubiese alterado la voluntad de invadir Ucrania. En todo caso, pienso que solo la hubiese retrasado, pero no descartado.
Como conclusión, cuando la invasión entra en su tercer año y Rusia parece contar con la iniciativa y Ucrania estar a la defensiva, creo que Putin piensa algo así como que no necesita ser el más fuerte, ya que le bastaría aprovechar la debilidad de los otros. Por su parte, el gran problema de Estados Unidos en el día de hoy es su división interna, tan profunda que no se ve cómo puede arreglarse en plena campaña electoral.
En lo personal, solo reiterar lo mucho que le hace falta a la superpotencia la desaparición de algo que fue ejemplo para el mundo, una prensa independiente y de calidad que orientaba a quienes tomaban decisiones, nada que ver con el activismo sesgado del día de hoy, incapaz de distinguir nada que no sea Biden o Trump.
Ojalá reaparezca, hace falta para que para beneficio de todos exista un mejor análisis.