Las claves del progreso económico

Gustavo Izurieta

Guayaquil, Ecuador

Resulta preocupante que una gran parte de la opinión pública en Ecuador aún no distinga entre un sistema de capitalismo de libre mercado y uno mercantilista (también conocido como capitalismo de estado, socialismo empresarial, estatismo para ricos, rentismo o corporativismo). Esta falta de comprensión genera numerosos ataques infundados desde diversos sectores políticos e intelectuales contra la actividad empresarial y su dinamismo.

Los empresarios auténticos, que generan riqueza en mercados abiertos y competitivos, merecen su fortuna bien ganada. No se puede decir lo mismo de los empresarios mercantilistas, a quienes algunos llamamos «empresaurios», que obtienen sus ganancias gracias a privilegios estatales. Estos últimos no merecen ninguna admiración.

Generalmente, los ataques a la generación de riqueza suelen centrarse en la desigualdad entre ricos y pobres. Sin embargo, todas las sociedades son desiguales, incluso aquellas donde los políticos han prometido el paraíso en la tierra. Lo importante es la fuente de esa desigualdad.

Por lo tanto, es relevante preguntarse: ¿Acaso los ricos prosperan saqueando al contribuyente, como sucede en el clientelismo político? ¿O prosperan resolviendo las necesidades de sus consumidores en un entorno competitivo? ¿Está la sociedad ecuatoriana abierta al talento y a las nuevas ideas? ¿Se fomenta la movilidad social en nuestro país? ¿Existe un escenario donde una élite política y empresarial controla el poder para impedir la creación de nuevas fortunas?

La valoración positiva o negativa de la desigualdad depende en gran medida de darle respuestas claras a estas preguntas, lo que enfocaría de manera más productiva el debate sobre este asunto. Básicamente, hay dos formas legales para que las empresas y la inversión ganen dinero.

La primera es produciendo bienes y servicios que la gente desee y sean capaces de solucionar problemas concretos, e invirtiendo en proyectos exitosos que propicien el crecimiento económico, generen empleo, mejoren el nivel de vida y desarrollen las comunidades donde operan. Esto es lo que figuras como Bill Gates, Jeff Bezos o Amancio Ortega han logrado. Necesitamos que Ecuador atraiga y fomente a empresarios como ellos, ofreciéndoles incentivos para sobresalir. La mayoría de los comerciantes y emprendedores ecuatorianos encajan en esta categoría.

La segunda forma es mediante la manipulación gubernamental del mercado a su favor, erigiendo barreras a nuevos competidores, otorgándoles crédito barato o traficando influencias para asegurarse contratos lucrativos y otros privilegios. Desde luego, estas ganancias no provienen de la creación de valor y más bien, representan una captura de rentas estatales.

La historia política y económica de Ecuador (de América Latina en general) está llena de ejemplos de este tipo. Una de las tragedias del país radica en la falta de relaciones basadas en el libre intercambio y la confianza, lo que lleva a las empresas a buscar relaciones cercanas con los políticos y funcionarios de turno.

Esto explica por qué, especialmente durante la era de la bonanza petrolera comandada por “las manos limpias y los corazones ardientes”, hemos visto inmensas fortunas acumuladas por los amigos del poder político, así como por abogados, lobbistas y contratistas que obtienen ingresos económicos por sus relaciones políticas. Precisamente, un sistema de centralismo estatal es un imán para la captura de rentas por parte de empresarios mercantilistas, beneficiándose de los presupuestos públicos.

¿Qué pasaría si las empresas estatales se privatizaran a través de la bolsa de valores? ¿Qué ocurriría si se derribaran las barreras a la competencia de las que gozan varias empresas vinculadas al poder político? ¿Qué país tendríamos si se desatara la libre competencia empresarial sin subsidios ni ayudas políticas? Seguramente, muchas empresas tendrían que reinventarse al no poder depender de su cercanía con los políticos.

Lamentablemente, algunas de las soluciones propuestas por diversos sectores políticos, apuntan en mayor o menor medida a fortalecer a un régimen centralista, rentista y estatista (por lo tanto, profundamente paternalista), dándole más poder a las estructuras empresariales ya constituidas y poniéndole el camino todavía más complicado a miles de emprendedores deseosos de trascender.

Propuestas como el aumento del salario mínimo son bien recibidas por las grandes cadenas comerciales, ya que afectan directamente a las pequeñas y medianas empresas. Es decir, para una gran empresa es relativamente sencillo contar con un departamento de asuntos públicos que gestione las relaciones con el gobierno y cumpla con las regulaciones necesarias. Algo que sería impensable para una empresa de menor tamaño.

Afortunadamente, hay una solución sencilla a este problema: promover la competencia, derribar barreras de entrada, liberar la elección del consumidor y eliminar políticas proteccionistas. Así, si un empresario o inversionista va a ganar dinero, será por servir a sus clientes, descubrir nuevas oportunidades o invertir capital eficientemente.

Si los ecuatorianos queremos progresar, debemos rechazar el mercantilismo y abrazar una economía dinámica, abierta, competitiva e integrada al mundo.

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