Guayaquil, Ecuador
Dicen que fueron las palabras que murmuró Goethe en su agonía. Tal vez estaba entrando en el Reino de la Luz o quizás le hacía falta para mirar lo que veía. Este no es lugar para discutir sobre los misteriosos arcanos de la vida y del más allá. Pero me valgo del genio alemán para decir que más y mejor luz es la que reclamamos en estos días cuando no tenemos certezas de que un servicio tan vital se entregará en el futuro sin apagones ni contratiempos.
A veces es necesario que se produzcan estas carencias para comprender la importancia de los servicios públicos que, en nuestra comodidad, no reconocemos porque son obvios. Nos hemos dado cuenta de que casi nada se mueve cuando falta la energía y su falta nos cuesta mucho más dinero que el que nos podíamos imaginar. Las tinieblas nocturnas, la falta de agua, los servicios esenciales, los hospitales y las escuelas, los negocios de todo tipo, las industrias, la televisión y la radio, … para qué seguir: Todo.
Se sabe que existe un plan nacional de electrificación (ignoro su nombre) para la producción y distribución de energía. Sin duda fue concebido en décadas pasadas, antes de que se reconocieran los efectos del cambio climático que en ciertas partes seca y en otras inunda. Tenemos una clara dependencia de las lluvias, imprescindibles para las usinas hidroeléctricas, que son las más baratas y eficientes. Pero depender del clima es estar sujetos a la incertidumbre, por lo cual se impone actualizar la matriz energética, todas las usinas y su periódico y cumplido mantenimiento.
De asuntos de luz solo sé manejar el interruptor. Pero no escribo sin causa, lo hago como ciudadano que espera de las autoridades la solución de este problema esencial, que no es gratuito. Salvo quienes “roban” luz, los consumidores pagamos lo que las empresas nos facturan, aunque a veces exageran y nos cobran demás. Lo estoy viviendo en estos días en que me han cobrado el cuádruple en la planilla.
Tal vez sea necesario un nuevo plan nacional que se conforme con el aporte de varias fuentes de producción de energía, en el que se incluyan todas las diversas posibilidades de eficiencia probada. No solo el agua, también los vientos, el sol, las mareas y hasta la para nosotros lejana y complicada que es la atómica, ya usada en varios países.
Hay que mantener y ejecutar un plan de mantenimiento, para que estén siempre listas las plantas térmicas. Quemar petróleo es contaminante y caro, pero ¿hay alternativas? Que el Estado firme acuerdos con los empresarios que pueden producir su propia energía. Hace varios lustros, cuando trabajaba en una empresa de seguros, aseguré el montaje de una usina que utilizaba como combustible el bagazo de la caña que molían para producir azúcar.
Quienes dirigen estas empresas deben ser técnicos diligentes y honrados, que deben ser responsables de culpa simple, como delito.
La trampa que le tendieron en la Asamblea a la Dra. Salazar fue por lo menos indigna de un legislador honesto. Esas señoras dan lástima. Reitero mi apoyo a su trabajo de fiscal, tan valiente. Hace varios años le dije: “usted va a salvar al Ecuador”.