Jauja, Potosí, La Habana, Caracas

Daniel Mayorga

Guayaquil, Ecuador

En el siglo XVI, llegaban a Europa, por el mar, en carabelas, exploradores con asombrosas historias del Nuevo Mundo. Entre las leyendas más asombrosas se destacan sobre todo las de Jauja y Potosí. Estas eran dos ciudades de Sudamérica famosas por su extraordinaria riqueza, en las que, se decía, los caminos eran de oro, los ríos de leche, la comida abundante y los lujos infinitos.

En 1959, llegaron, en cambio, desde la Sierra Maestra, unos barbudos de uniformes verde oliva a La Habana, Cuba. La leyenda que traían estos superaba con creces a la de los exploradores coloniales. Ellos prometían hacer, aquí y ahora, realidad aquella antigua leyenda del paraíso en la tierra. Encabezados por un elocuente y joven Fidel Castro, los cubanos se embarcaron en la aventura del comunismo a fin de convertir esa encantadora isla en la tierra prometida.

Lo cierto es que, tras más de 60 años de experimentación, en la que los ciudadanos han servido de conejillos de Indias, Cuba está muy lejos de ser ese oasis de bienestar que pretendían alcanzar los revolucionarios. De hecho, es a día de hoy un lugar triste donde los salarios no cubren siquiera el costo de la canasta básica, los alimentos y las medicinas escasean, el acceso a internet está bastante restringido y la libertad comercial, política y de expresión, así como la democracia, no existen.

Entre el ocaso del siglo XX y el amanecer del XXI, al pueblo venezolano también le sedujeron los cantos de sirenas de un caudillo socialista como Hugo Chávez. Con las mismas promesas de abundancia que los otros, se hizo con el poder y condujo hasta su muerte la Revolución Bolivariana. Dicho proyecto político ha convertido a Venezuela en una fatal ironía; niños y adultos buscando alimento entre la basura mientras bajo sus pies se hallan enormes reservas petroleras. Se han muerto de hambre sobre un manantial de riqueza.

Producto de ello, hemos visto los semáforos de Latinoamérica y el mundo poblados de hermanos venezolanos en la indigencia y la desesperación. Ciertamente, huir del régimen chavista ha resultado, al menos logísticamente, más fácil que hacerlo del castrismo, ya que Venezuela no es una isla como lo es Cuba, de la que sí han debido escapar sus víctimas a bordo de balsas improvisadas o incluso a nado, poniendo en riesgo sus vidas, persiguiendo la promesa de una tierra más fértil en dónde poder cultivar sus proyectos y sueños.

Venezolanos y cubanos hoy emprenden el mismo éxodo que los europeos que viajaban a la recién descubierta América, dejando atrás a sus familias y su patria. Anhelan un lugar donde puedan, no solo no morir de hambre, sino emprender y perseguir sus proyectos de vida. Huyen a países en donde hay lo que soñaba paradójicamente otro comunista mexicano: para todos, todo. 

Países libres, o más libres que los suyos, que no han abrazado las ideas que condenaron a los otros pueblos y que día a día luchan por alcanzar más prosperidad, pero en libertad. Corresponde a este siglo, como un gesto de solidaridad con estos pueblos hermanos, desterrar de una vez y para siempre el lastre del socialismo en la región, que tanto daño ha hecho ahí donde se ha creído en él.

Migrantes permanecen en un punto de revisión del Instituto Nacional de Migración (INM) para entregarse y ser trasladados a Tuxtla Gutiérrez este lunes, en Chiapas (México). El caos generado por las elecciones de Venezuela se resiente en la migración en México, donde la cifra de venezolanos interceptados por el Gobierno ha subido un 324 % en lo que va del año y ya representan uno de cada cuatro migrantes irregulares en el país. EFE/ Juan Manuel Blanco
La Habana, 30 de septiembre de 2022. Protestas tras paso de huracán Ian.

Más relacionadas