Presidenta Abad

Carlos Jijón

Guayaquil, Ecuador

En la primavera de 1986, el líder de la derecha francesa, Jacques Chirac, ganó por estrecho margen las elecciones parlamentarias que lo convirtieron en primer ministro de la Quinta República, cuyo presidente era entonces el líder histórico de los socialistas, el gran François Mitterrand.

El triunfo de Chirac supuso un enorme problema que entonces parecía irresoluble y que los analistas señalaron que implicaba la renuncia obligatoria de Mitterrand, para permitir que, de acuerdo a la Constitución, el derechista Chirac pueda gobernar sin obstáculos, como habían dispuesto las urnas.

Mitterrand no renunció. Ni tampoco intentó impedir que Chirac asuma el poder. Se limitó estrictamente a cumplir la ley y permanecer en la Presidencia de Francia mientras su adversario gobernaba. Poco después fue reelegido y permaneció en el Palacio de Elíseo casi una década más, hasta 1995.

El período se llamó cohabitación. Y tiene algunas semejanzas con las circunstancias actuales en el Ecuador, donde la crisis política ha involucrado ya a la Asamblea Nacional, a la Corte Nacional de Justicia y hasta a la aparentemente impoluta Fiscal General del Estado, en el enorme esfuerzo desplegado por el gobierno del presidente Daniel Noboa para impedir que la vicepresidenta Verónica Abad, elegida en la misma papeleta que él, asuma la Presidencia de la República cuando él se candidatice a la reelección.

Por supuesto, la situación no es la misma y existen enormes diferencias. El dilema francés consistía en la cohabitación de un Presidente de la República casi decorativo y un primer ministro con plenas facultades para gobernar. Eso aquí no existe. Porque si bien la Constitución ordena que la vicepresidenta asuma la Presidencia, eso no le concede ningún mandato.

Abad no ha ganado las elecciones. Debe asumir la presidencia en reemplazo de un presidente que la escogió como su binomio, y debe presidir el gobierno, en el mejor de los casos (o en el peor, depende de cómo se lo mire), por apenas un mes. O quizás tres, si Noboa llegara a segunda vuelta, lo cual aún está por verse. No tiene sentido, por tanto, ni siquiera que nombre ministros de Estado. Ni uno solo. Es como si a algún vicepresidente anterior se le hubiera ocurrido que debía nombrar ministros mientras el Presidente de la República se ausentaba durante un viaje al exterior. Hubiera sido ridículo. Pues igual de ridículo sería ahora nombrar ministros que deben devolver la cartera en uno o en tres meses.

Ella no es Osvaldo Hurtado, ni Gustavo Noboa, quienes debieron completar el período para el que fueron elegidos. Tampoco su figura se asemeja a la de Clemente Yerovi, que a mediados de la década de los sesenta fue designado por la Fuerzas Armadas con el mandato de ordenar las finanzas de una república que se caía en pedazos y se convirtió en uno de los mejores gobernantes de la última mitad de siglo XX. Si Abad llega a entender que su mandato es el de reemplazar al presidente, mas no al gobierno, podrá cumplir su papel con dignidad republicana.

De lo contrario, precipitará al país al caos, y quizás también a ella misma.

Debe estar consciente que responderá por sus actos. No solo ante la Asamblea Nacional y la Fiscalía, sino también ante la ley, la opinión de los ciudadanos, y sobretodo, ante la Historia. Tiene la fortuna que no va a deberle la Presidencia a nadie, ni a nada más que a la Constitución. Es a la Constitución a la que debe ser leal. Y por supuesto a sí misma. Aunque transitoria, sería la primera mujer que ocupe la Presidencia de la República. Todos esperamos y hacemos votos para que una vez llegada al cargo, demuestre que merecía ejercerlo.

Quito, 15 de noviembre de 2023. Entrega de credenciales al presidente Daniel Noboa y vicepresidenta Verónica Abad, en el teatro Sucre, en Quito. API/Julio Estrella

Más relacionadas