Quien crea monopolios no es el mercado sino el Estado

Carlos Cobo Marengo

Guayaquil, Ecuador

El economista más importante del siglo XX, Ludwig Von Mises, decía que los monopolios no surgen por una tendencia innata del mercado, sino por la intromisión del Estado en contra del libre mercado. La función social de la competencia es salvaguardar la mejor satisfacción para los consumidores bajo el estado de información, tecnología y recursos disponibles.

Como concepto, cuando se habla de luchar contra los monopolios, se lo hace bajo la noción ética de que los seres humanos no podemos ser impedidos de realizar ninguna actividad con nuestra vida y nuestra propiedad. Pero en nuestro país, los gremios, cárteles y hasta instituciones públicas defienden y justifican los monopolios a pesar de los efectos e implicaciones que esto tiene para el Ecuador.

Uno de tantos ejemplos que puedo dar podría ser las acciones de protección que suelen presentar productores (ya sean de arroz, cebollas, papas, etc.) para impedir la importación de productos. No les importa que los precios del mercado puedan aumentar; prefieren impedir la competencia, causando problemas de escasez y falta de calidad que afectan principalmente a los que menos tienen.

Uno invertirá más en una actividad si espera que sea favorable en el futuro y disminuirá su inversión de tiempo y recursos si el futuro no es promisorio. Es entonces la rentabilidad la principal señal e incentivo que los precios nos proveen. Pero en el Ecuador, lo que caracteriza a nuestra economía poco abierta es el número de prohibiciones, controles de precios, altos aranceles, regulaciones y privilegios para ciertos sectores o gremios específicos. Es por todo esto que nuestro país no es un mercado atractivo para muchas actividades. Tenemos una mentalidad e instituciones configuradas para trabajar en contra de la libre competencia.

Siendo seres humanos, a ninguno de nosotros nos gusta que nuestra rentabilidad se vea disminuida por la presencia de nuevos proveedores, pero en calidad de consumidores, a todos nos conviene el proceso. Por ende, la motivación para permitir la entrada de la competencia es ser éticos y, a su vez, evitar politizar la economía.

En vez de seguir fomentando la mediocridad y el proteccionismo, el Ecuador debería abrir todas sus áreas a la competencia potencial, saneando el sistema legal y eliminando instituciones estatales que estorban y entorpecen los procesos de mercado, y permitir que los consumidores seamos libres y soberanos para ejercer nuestro derecho a decidir qué queremos comprar, a quién y a qué precio.

Sin duda, una posición poco conveniente para algunos, pero ética y productiva para la mayoría de nosotros. Si todos sabemos que los monopolios son malos, en la práctica debemos dejar de consagrarlos y defenderlos bajo conceptos falaces e instituciones perversas.

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