
Miami, Estados Unidos
El origen de la revuelta fue el horroroso asesinato, el pasado 29 de julio de tres niñas pequeñas, más otras cinco gravemente heridas y dos adultos en la ciudad costera de Southport (noroeste de Inglaterra), por parte de un joven afro británico de 17 años, hijo de inmigrantes. En el Reino Unido (RU) los tiroteos masivos y asesinatos con armas de fuego son escasos, por lo que cuchillos son usados en alrededor del 40% de los homicidios. El ataque tuvo lugar con arma blanca en un centro multiuso, donde niños, entre 6 y 11 años, se encontraban en una clase de baile con temática de Taylor Swift.
A partir de ese momento, con enorme velocidad se generó una violencia en distintas ciudades del RU, revueltas que incluyeron asaltos a estaciones de policía como también a comercios, hoteles de refugio a inmigrantes y automóviles, todas ellas muy poco frecuentes en ese país. Muchas de las noticias e informaciones detrás de las manifestaciones eran “fake news”, noticias falsas, que tuvieron una enorme influencia.
Con rapidez, la cobertura periodística documentó la presencia de activistas de ultraderecha con un discurso antiinmigración ilegal y contra la inmigración musulmana, además del rol determinante de las redes sociales en los disturbios y en la violencia. Coincidió con la asunción en esos mismos días de un nuevo gobierno, laborista, con Keir Starmer como primer ministro, triunfador de las elecciones del 4 de julio, partido que regresaba al poder después de 14 años consecutivos de mando conservador, quien con rapidez estableció una política y también con gran velocidad actuó la justicia, condenando ya a algunos de los participantes en los desmanes como también a quienes concertaron en las redes sociales.

Todo lo anterior es cierto y ha servido para una especie de historia oficial, pero la caracterización de lo que pasó como “disturbios de la ultraderecha” o “disturbios antiinmigración” puede ser insuficiente, ya que describe parcialmente lo ocurrido, pero no explica la totalidad, y la reacción del Estado en la forma de gobierno, policías o jueces, no estaría solucionando el problema, sino que este podría repetirse en el futuro cercano.
Es decir, hubo una respuesta veloz con características que difícilmente se encuentran en otros países, un gran consenso en la cobertura periodística, en la opinión pública, entre los políticos, y, sobre todo, una justicia que con gran rapidez impuso condenas casi inmediatas que incluían prisión efectiva.
El problema es uno y grande, que este consenso y la respuesta consiguiente podría estar equivocando el foco de la respuesta, ya que podría estar basada en información cierta pero insuficiente, y en no haber tomado en debida consideración a hechos que no fueron considerados, y que ayudan a explicar, y no solo describir, lo que tuvo lugar en el Reino Unido de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia, Gales) e Irlanda del Norte.
Mi mirada está influida por el quinquenio que viví en Inglaterra ya que allí no solo hice mi Máster y Doctorado, sino que esa residencia tuvo duradera influencia en mi formación intelectual, por lo que sin ella, quizás no estaría escribiendo esta columna o al menos no diría exactamente las mismas cosas, que creo complementan la historia oficial, ya que es este agregado lo que contribuye a mejor explicar lo que podría pasar en los años venideros, y algunos de los hechos cuya ocurrencia es posible, son preocupantes.
En la cobertura periodística y en el debate político hizo falta también una mirada a los antecedentes históricos que iluminan la explicación, es decir, como un país con las características del RU que llevó a cabo un plebiscito totalmente pacífico, sin incidentes, sobre el Brexit, ahora tuvo una violencia que lo conmovió, incidentes que tienen causas variadas y que no se explican solo por el tema del racismo o la ultraderecha, que en definitiva son síntomas que no necesariamente permiten la comprensión, toda vez que si son convertidos en eslóganes dificultan un verdadero entendimiento.
Por último, no solo hubo un grupo manifestándose, sino que eran al menos dos, los autodenominados “antirracistas” y los autodenominados “patriotas”, unos que daban la bienvenida a los recién llegados (“Refugees Welcome”) y otros que aseguraban que más que rechazarlos lo que hacían era reafirmar los valores británicos tradicionales, y al igual que sus pares en Europa, decían sentirse amenazados en su cultura por un ingreso masivo e ilegal que no deseaba integrarse, además de quienes cometían un fraude al solicitar asilo sin cumplir con los requisitos.
No hay duda que en la forma como se diseminó la información no solo hubo noticias falsas y redes sociales, sino que también se cometió el error de no entregar toda la información, ocultamiento que los medios de comunicación tradicionales y los gobiernos cometen con alguna frecuencia en Europa y en el RU en el tema inmigratorio, sobre todo acerca de inmigrantes, debido al predominio de la corrección política y a veces de una agenda propia, ya que en definitiva, no tener toda la información facilita lo que al final ocurrió, que el vacío es llenado por la desinformación.
A veces, el problema tiene que ver con limitaciones legales, ya que, en este caso, la ley impide la entrega pública de los datos de menores de 18 años cuando existe una acusación penal, lo que ahora posibilitó todo tipo de alocadas teorías conspirativas sobre la identidad del criminal, incluyendo que era un atentado islámico o el autor, un refugiado.
Algo bueno del RU es la facilidad que tiene, y apoyo público que recibe, la idea que la justicia sea lo más veloz posible, ya que la violencia logra detenerse más rápido, cuando son condenados a penas efectivas de cárcel quienes la usaron como también quienes dieron las instrucciones. Se ha usado antes y ahora legislación de emergencia que proviene de la segunda guerra mundial o del combate contra el terrorismo irlandés del IRA, más de una vez a petición del gobierno y las condenas son logradas gracias a la convocatoria ad-hoc de fiscales y jueces jubilados o simplemente retirados. En otras palabras, también existen decisiones políticas, que a veces anteceden y otras solo respaldan, la eficiencia judicial en aplicar la ley.
La respuesta de las autoridades tuvo apoyo popular, ya que logró frenar la violencia, a lo que también contribuyeron cientos de detenidos. En toda esta reacción operó el “sesgo de confirmación” del sicólogo ingles Peter Wason, es decir, la tendencia a favorecer la información y las decisiones que provienen de hipótesis previas y de aquello en lo que firmemente creemos y desde hace tiempo, lo que por definición deja de lado la verificación y los hechos que puedan contradecirla, lo que no siempre es bueno en el caso de los medios de comunicación, ya que horada su credibilidad y prestigio.
Este sesgo de confirmación se une a la “agenda setting” o la teoría de la fijación de la agenda, es decir, la gran influencia que tendrían medios de comunicación masiva, y, por cierto, hoy, a igual o aun superior nivel, las redes sociales. Es decir, aunque la prensa no tenga éxito en decirle a la gente lo que tiene que pensar, si lo tiene en decirle a sus espectadores, auditores o lectores sobre que tienen que pensar. Es lo que comprobé siguiendo estos incidentes en el servicio por cable de la BBC.
El problema no estuvo tanto en lo que se dijo como en lo que se dejó de decir, similar a lo que ocurrió con otros medios en el RU y en otros países. Lo principal que se omitió fueron tres cosas: primero, cuan racializada fue la protesta, no solo un tema de un sector político o en contra de la inmigración, sino un tema de los blancos en el RU, tanto los británicos como los irlandeses, lo que augura un futuro con problemas, sobre todo, por el desagrado que les causa que esté teniendo lugar en su propio país, b) lo parecido que suena el tema de la inmigración en el RU y en Europa, y c) es como si el Brexit no hubiese ocurrido nunca, por la vigencia de temas que estuvieron detrás de tan sorprendente votación.
El tema de fondo es entender como en el RU, terribles asesinatos transformaron a un país de características ejemplares en un polvorín, y, por cierto, la combinación de noticias falsas, activistas extremistas y el racismo es una explicación parcial, quizás demasiado parcial. En otras palabras, es imposible abordar integralmente el tema sin debatir el impacto que está teniendo la inmigración, sobre todo, si es ilegal y si por las razones que sea, hay un porcentaje llamativo de la población, que por diferentes motivos se siente amenazada. Ese es el coctel explosivo detrás del estallido, y en ningún caso un debate serio debe rehuir el problema de fondo, ya que también atraviesa a Europa con casos señeros en Suecia y Francia, como también es el trasfondo de las discrepancias entre Polonia y Bruselas en la Unión Europea al igual que entre esta, muchos dirigentes políticos y el iliberalismo del que acusan al primer ministro húngaro Viktor Orban.
Por cierto que hay elementos de exageración pero deben balancearse con la tradición británica y sus libertades, como también con características que la han distinguido de otras sociedades e imperios en la historia, donde la integración o su carencia juega un rol determinante, y donde la experiencia actual de dificultades a este respecto es comparada con la inmigración previa, la anterior, de quienes llegaron desde el imperio con conciencia de lo que era el país y con intenciones de total integración, cuyo producto exitoso se ve en quienes llegaron, por ejemplo, desde la India o el Caribe y que son comparados con quienes hoy lo hacen sin relación con la cultura británica.
No ayuda la transformación de la Europa multicultural en un modelo más bien identitario de buenos y malos como es la España de hoy. Tampoco lo que ocurre en aquellos medios de comunicación que hoy buscan opinar más que explicar, más opinión editorial que entrega de información objetiva.
Tratar el debate inmigratorio con toda seriedad e integrando las distintas aproximaciones, es lo único que evitará otra explosión. El brexit no lo logró, a pesar de lo mucho que este tema influyó -a mi juicio, equivocadamente en el resultado final de la votación.
Hoy parece ser un tema tabú, lo que nada ayuda. Fue la imagen que obtuve siguiendo esta violencia en la BBC y con cuanta nostalgia recordé a ese producto informativo maravilloso que conocí cuando viví en Inglaterra, que me acompañó desde entonces, y por el cual sentí genuina admiración, pero que desafortunadamente ya no existe al mismo nivel.
Ese verdadero tabú es también la tragedia de Europa, un pesado velo que está presente, pero al mismo tiempo, por corrección política no se discute abiertamente. Este factor racial es lo que más me asusta hacia el futuro, comunidades enfrentadas entre sí, todas con sus banderas en alto, aún más desestabilizador que el factor religioso que dividió a protestantes de católicos el siglo pasado en Irlanda del Norte, y que felizmente el RU logro superar.
Esto a mi juicio es aún más grave, y el color de la piel debiera ser sacado del debate, ya que aparece así simplemente por el tabú que ha impedido conversar sin descalificaciones previas y sin suponer intenciones al interlocutor. A mi juicio, lo que ha estado ausente y presente al mismo tiempo, pero no ha sido puesto sobre la mesa, es que el verdadero temor, que no es el color de la piel sino el islam político, eso y nada más que eso, pero por corrección política es un tabú, tanto en Europa como en el RU, y por lo mismo, una de las mayores críticas a las policías por parte de los manifestantes no fue tanto la aplicación de la ley o el orden público, como la repetición que “esa” policía se había” islamizado” en algunos lugares.
Digamos al respecto que, de acuerdo con la estructura legal del RU, las policías son más bien locales, ya que con la excepción de Londres (Scotland Yard) y otros pocos lugares, la policía está organizada sobre una base territorial, en torno a condados o grupos de condados, siendo incluso elegidos los comisarios en algunos lugares, y, por cierto, Londres es la excepción más que la regla.
El problema no lo es la influencia de las particularidades locales como tampoco la división administrativa entre Inglaterra, Escocia, Gales o Irlanda del Norte. Tampoco lo es el hecho que los inmigrantes de las olas anteriores hayan adquirido poder político, como lo demuestra el hecho que el primer ministro derrotado Rishi Sunak sea de descendencia hindú.
No. Al contrario, es un proceso saludable de integración, como lo es que el alcalde de Londres sea un musulmán, cuyo ascenso al poder político es imparable ya que se repite desde hace algún tiempo en otras ciudades, y cuyo objetivo idealmente seria que sea un proceso de integración y no de división, quizás similar, guardando las diferencias, con el de los afroamericanos en EE. UU. Sin embargo, la transformación del tema en tabú ha dificultado una visión compartida por todos, ayudando a que algunos lo vean como lo que no es, al menos todavía, como el triunfo de un sector de la sociedad en perjuicio de otro, no como el triunfo de valores democráticos británicos sino como la manipulación peligrosa de estos.
Este problema grave de no poder discutir abiertamente “el” tema ha operado como una verdadera censura, como un manto de silencio que además ha alimentado la violencia. No es solo un problema de perdida de prestigio de la BBC, sino que lleva a graves errores de juicio en importantes decisiones. No poder discutir el problema abiertamente, condujo, por ejemplo, a que los últimos gobiernos conservadores optaran por suscribir un acuerdo con Ruanda, para que previo pago de dinero, desde Londres se enviarían al país africano a solicitantes de asilo, e incluso, que el ex primer ministro Sunak dijera que estaba dispuesto a abandonar el sistema internacional de Derechos Humanos ante el aumento de voces que denunciaban la idea. En todo caso quedó en nada, ya que el nuevo gobierno la rechazó al asumir.
Eso da una idea de la perfidia del problema que afecta a Europa y al RU, una verdadera enfermedad de corrección política que lleva a autoridades y a medios de comunicación a olvidar algunas de sus mejores tradiciones, ya que el proyecto de Ruanda, además de ser una imitación del arriendo que Australia hace de algunas islas a Indonesia para sus solicitantes no deseados de asilo, es que en el fondo lo que se quería era enviar al otro lado del mundo a solicitantes de asilo sospechosos de militancia islamista, y, por lo tanto, violentistas potenciales, que además, difícilmente irían a integrarse.
Es la sospecha que recorre Europa y el RU, que no se trata de ciudadanos deseosos de hacer uso de las libertades, sino de gente que desprecia profundamente a las sociedades a donde ingresa, ya que lo suyo es el deseo que las leyes comunes sean reemplazados por el código islámico de la Sharía, como fundamento de la vida en sociedad, más que cualquier ley.
Existe al respecto un hecho doloroso y no solo historia y tradición, ya que los atentados terroristas islamistas del 2005 golpearon duramente a la tolerancia británica y fue un brusco despertar que allí entre los terroristas figuraran británicos tan británicos como las autoridades, nacidos allí.
En el pasado, hubo disturbios étnicos que conmovieron al país en 1981 en Brixton después de un carnaval caribeño de la comunidad jamaicana o el más reciente del 2011 que se extendió a todo el país desde un distrito multiétnico como Tottenham, pero lo que ahora se ha presenciado es distinto, partiendo por el hecho que no es adecuado definirlo como” étnico”.
Falta por cierto un debate sobre la actuación de la policía o si la justicia ha sido del todo ecuánime u operó un sesgo de confirmación en un excesivo castigo a los manifestantes, si el carácter local de la policía influyó en actitudes distintas, si también hubo sentencias predispuestas, desde el momento que unos doscientos presos comunes serán puestos en libertad anticipada para hacer espacio para los alborotadores en las cárceles.
Las condenas incluyen a violentistas, pero también se ha abierto un necesario debate si también correspondía no solo investigar y destinar recursos a las redes sociales, sino condenar por lo que allí se dijo, por su significado para la libertad de expresión.
Aún más llamativo seria el rol que habría jugado Elon Musk, sobre quien jefes policiales han dicho que habría interés en su persona y que nadie está por sobre la ley, no solo como dueño de plataformas como X, sino por opiniones expresadas, lo que se une a amenazas por parte de comisarios de la libre competencia en la Unión Europea (posteriormente se ha agregado que no fue una decisión de las autoridades políticas), lo que lo hace doblemente interesante, ya que no ha existido ni remotamente un interés semejante hacia otros billonarios activistas como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos o Bill Gates, presumiblemente, al igual que en EE. UU., porque lo que molestaría sería más bien sus ideas políticas lo que explicaría un trato distinto, también por parte de algunos medios de comunicación.
En conclusión, por el tipo de temas que han ido surgiendo pareciera que el Brexit no hubiera existido o no fue la solución, ya sea por falta de cumplimiento de las promesas o por la realidad, los problemas más graves siguen siendo compartidos entre Europa y el RU, incluyendo la inmigración ilegal y el copamiento de las fronteras, tanto por dramas humanos como por mafias de traficantes de seres humanos, ya que ninguno de estos problemas es en blanco o negro como a veces se les intenta presentar.
Entre los problemas más graves figura el hecho que no siempre los temas de fondo son discutidos abiertamente, lo que ayuda al extremismo. Al igual que en este caso, abundan exageraciones y mentiras, pero también deseos de defender un estilo de vida, una historia y una tradición no siempre ejemplar, pero sin duda alguna esas personas deben ser escuchadas y su problema debe ser debatido en igualdad de condiciones, o si no, se ayuda a que la información circule solo por redes sociales y se estimule la violencia.
Es el costo de no conversar el fondo, sobre todo, en una gran democracia.
