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Ávila, España
Tras las fraudulentas elecciones del 28 de julio, el régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro se afianza en Venezuela gracias a la represión política y a la desesperanza de la oposición, más unida que nunca, pero sin un plan viable para derrotar a la dictadura. Es cierto que hay tensiones entre las distintas bandas o familias que controlan el gobierno, y es que la situación política de Venezuela no es equiparable a las dictaduras tradicionales de un caudillo militar o de un partido único. En la cúpula del poder influyen también las potencias aliadas extranjeras como Cuba, Irán o Rusia, los altos cargos militares y los capos del narcotráfico.
Las razones para la desesperanza del pueblo venezolano, dentro del país y en la diáspora, son innumerables. Tras las decepciones políticas de Henrique Capriles, Leopoldo López y Juan Guaidó, se suma una última, que, aunque comprensible a nivel humano, no deja de entristecer a un pueblo ávido de ilusiones. Me refiero, evidentemente, al exilio de Edmundo González en España y su petición de asilo político, cuando gran parte de la comunidad internacional ha entendido, gracias a las pruebas aportadas, que él es el presidente legítimo del país.
Edmundo se llevó a gran parte de su familia ante las amenazas del régimen bolivariano (previamente estuvo alojado en la residencia del embajador español en Caracas) y hace unos días se reunió en el Palacio de la Moncloa con Pedro Sánchez, después de que su partido, el PSOE, votara en contra de reconocerlo como presidente de Venezuela en el Congreso de los Diputados, aunque finalmente esta opción salió adelante gracias al apoyo de otras fuerzas políticas. Es normal que el pueblo se decepcione con estas decisiones, como la de reunirse con el presidente del Gobierno de España. Con este movimiento, sale ganando el régimen de Maduro, que se quita a una figura incómoda dentro del país.
Por otro lado, y a pesar de la retórica y de las críticas de los gobiernos democráticos de la Unión Europea, que exigen la publicación de las actas por parte del régimen, lo cierto es que no se percibe ninguna acción contundente contra la dictadura. De momento, la única figura política que resiste en popularidad, gracias a su coraje, es la de María Corina Machado. A este respecto, una anécdota: hace unos días, un ciudadano español que viajaba a Venezuela de turismo no pudo entrar al país por llevar una camiseta con el nombre de esta política.
No sabemos si habrá una salida a esta situación, y menos si será por la vía interna o externa, pacíficamente (mediante acuerdos con los altos cargos, como parece que se ha intentado) o de forma violenta, aunque, a mi juicio, esta última parece la más probable, sin descartar la más trágica, que es el afianzamiento indefinido de la dictadura (ejemplos hay muchos, como el de Cuba, que ahí sigue pese a la muerte del tirano Fidel Castro en 2016).
En los últimos días se especuló mucho sobre la posibilidad de derrocar violentamente al régimen mediante una operación especial por parte de los mercenarios de Blackwater, pues el que fuera su fundador, el empresario Erik Prince, se manifestó a favor de esta opción y del movimiento “Ya casi Venezuela”, donde se ha pedido financiación para la causa. Incluso se ha llegado a contactar con Elon Musk para ver si apoyaba económicamente la operación. El problema es que se estableció una cuenta regresiva que acabaría con un nuevo “Día D”, pero ese día ya ha pasado y era el lunes 16 de septiembre. Así, una nueva causa para la desesperanza del pueblo venezolano.
Sin embargo, en la víspera de ese día, el régimen mostró cierta desesperación y detuvo a dos españoles a quienes acusó de ser terroristas y agentes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia) español, cuando en realidad eran dos turistas. La dictadura también detuvo a otros ciudadanos extranjeros.
Esperemos que la oposición política siga unida a pesar de estas desilusiones y se planifique mejor la ofensiva contra la dictadura.
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