
Quito, Ecuador
No es fácil compartir la alegría de ver una película de Nanni Moretti. Decir que “Il sol dell’avvenire” –que, gracias al 8 y medio, la tuvimos hace poco en la programación del Eurocine– no es una obra maestra puede, a nivel general, ser justo. Como también sería justo decir que todo lo que Nanni Moretti toca es una obra maestra. En esta película, poco convencional como lo son todas los del italiano, tenemos tres hilos que atraviesan la historia, los tres igualmente importantes. Sin embargo, el centro de la trama, como no podría ser de otra manera, es el mismo Nanni dirigiendo una película sobre unos comunistas italianos que quieren manifestarse en contra de la invasión, también comunista, de Rusia a Hungría. Sienten la necesidad de rebelarse contra su propio dios. Esta, quizás, es la principal batalla de entre todas las ideas de Moretti: más allá de la tendencia política, preservar la posibilidad de mantener tu propio pensamiento incluso frente a quien, teóricamente, alimentó ese mismo pensamiento; custodiar ese núcleo en donde surge la libertad. En esta resistencia frente a los tuyos es donde se gana o se pierde todo. Y los otros dos hilos de la historia se nutren de ese mismo movimiento: la resistencia de un cine que no se vende a Netflix, y la resistencia del amor de pareja frente al desgaste del tiempo y la incomunicación. Como es usual, la película fluctúa entre la comedia ligera, la reflexión sobre cine y política, junto a emocionantes licencias en donde simplemente todos cantan o bailan en el set Sono solo parole, de Noemi, o Voglio vederti danzare, de Battiato. Por alguna extraña razón, no es fácil compartir la alegría de seguir viendo a Moretti.