
Quito, Ecuador
“Todo lo que pasa en la vida, pasa como en un show: los puedes hacer reír, los puedes hacer llorar…” That’s Entertainment!, 1952
Con Joker Folie à Deux me pasa lo mismo que con las personas, cuanto más mal hablan de ellas, más curiosidad tengo de conocerlas. Es sustancial comprender que un buen relato literario o cinematográfico suele reconocerse desde sus inicios, y eso es exactamente lo que ocurre en la obra de Todd Phillips. Para quienes crecimos viendo las animaciones de Warner Brothers en la televisión, especialmente en las décadas de los setenta y ochenta, el opening de Looney Tunes, con su icónico fondo circular de colores brillantes en tonos rojos y naranjas, nos resulta profundamente familiar.
Esta apertura, cargada de nostalgia, no es solo una referencia visual sino además una declaración de intenciones del director neoyorquino, que establece en su largometraje un diálogo entre el pasado y el presente, entre el entretenimiento y la violencia, entre la fantasía y la realidad. Mediante el uso de dibujos animados de forma aparentemente cómica, el realizador ofrece un breve resumen de la historia de su Joker (spoiler), destacando la sombra de su personalidad escindida.
También retrata cómo el poder coercitivo responde a este tipo de personajes en la sociedad. Así, desde el principio, Phillips plantea una reflexión sobre la violencia en los medios y su consumo por las audiencias. Algunos expertos han señalado que los personajes caricaturescos de Looney Tunes (emulados por el cineasta) contribuyeron a normalizar comportamientos destructivos y fomentar actitudes agresivas en sus jóvenes telespectadores.
Con anterioridad películas como Asesinos por naturaleza (Oliver Stone, 1994) y 12 monos (Terry Gilliam, 1995) usaron este mismo método para criticar la manera en que los medios trivializan y glorifican la violencia. En la cinta de Stone, las animaciones aparecen en momentos clave para enfatizar la sátira sobre cómo la televisión convierte a los criminales en celebridades, distorsionando la realidad y desensibilizando al público. Por su parte Gilliam emplea los dibujos animados para construir una reflexión sobre la violencia en la sociedad de consumo. En ambos casos, esta estrategia sirve como un recurso visual que exagera y examina el sensacionalismo mediático.
A medida que la trama del filme de 2024 se adentra en el Asilo Arkham, donde el protagonista está recluido, el relato se vuelve claustrofóbico, atrapando tanto a los personajes como a las audiencias en su oscuridad. Este entorno evoca al ambiente creado por Milos Forman en su obra maestra Atrapado sin salida (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, 1975). Al igual que en el icónico filme de los setenta, la película se convierte en un contundente alegato sobre la salud mental y la manera en que la sociedad ha abordado este tema. Además se vislumbra una sutil referencia al Joker interpretado por Jack Nicholson.
Más adelante, el encuentro de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) con Harleen Lee Quinzel (Lady Gaga), marca el descubrimiento del amor para el protagonista. Este personaje femenino juega un papel crucial en la trama, ya que no solo se convierte en el motor de vida del protagonista y la fuente de la música que resuena en su mente, sino que también encarna a las audiencias enamoradas y fanatizadas alrededor de una figura tristemente icónica.
En este contexto, los desvaríos musicales y la intensidad del amor de Fleck florecen en un entorno hostil como destellos de luz que simbolizan la lucha interna por su libertad emocional. Aunque el filme no es un musical en el sentido estricto, varias críticos han señalado que las secuencias de este tipo ralentizan el ritmo narrativo.
No obstante, las canciones, lejos de obstaculizar a la narración, facilitan la inmersión en la psique de los protagonistas, revelando su mundo de fantasía. La música realza la experiencia emocional en el cine, de ahí que sea necesario reconocer que el musical ha estado presente en la historia del séptimo arte desde su génesis, ofreciendo ilusiones que representan la magia, el sueño y la esperanza en un mundo idealizado. Estas referencias al género permiten a los personajes escapar de sus situaciones deprimentes y, al mismo tiempo, explorar profundamente sus sentimientos más íntimos.
Por otro lado, aunque el cine de cómics y superhéroes ha apostado fuertemente por el fan service, buscando complacer a las audiencias a través de momentos diseñados para satisfacer sus expectativas y generar éxitos comerciales, surge una pregunta fundamental: ¿debe el arte limitarse a ofrecer al público solo lo que busca? Es precisamente en este punto donde Joker Folie à Deux decide romper con las convenciones.
El filme emprende un camino que desafía las expectativas en torno al personaje, profundizando en la humanidad y la tragedia de Arthur Fleck. Esta elección narrativa no solo desagrada a ciertos sectores dentro de la historia —como el rechazo de Lee Quinzel hacia Fleck, que refleja las emociones de las audiencias reales— sino que también establece un paralelismo con la recepción que ha tenido la película en el mundo.
Todas estas consideraciones llevan a Fleck (convertido en su sombra: el Joker) y a la película misma hacia un juicio ante el público, que será el encargado de emitir la sentencia final. Con ecos de El veredicto, la joya artística de Sidney Lumet de 1982, el Guasón se erige como un antihéroe que deberá luchar para defenderse a sí mismo.
En esta parte de la cinta, el director vuelve a criticar a los medios de comunicación, que convierten los juicios en espectáculos televisivos en donde el morbo del público eclipsa los principios éticos y morales. Phillips emplea una estética que evoca la atmósfera de un circo, donde el público exige ser complacido. Sin embargo el Joker se rebela contra esta demanda. Por ello, aquellas multitudes que antes ensalzaban sus crímenes ahora lo condenan, destacando la naturaleza volátil y efímera de la admiración social.
Aún así será la violencia, que lo reprueba por no ser parte de su dinámica, la que le brindará una inesperada salvación. Un estallido en el edificio donde se lleva a cabo el juicio, resultado de un atentado perpetrado por un grupo de sus fervientes seguidores, le otorga una libertad momentánea. Una vez más se evidencian las repercusiones de eventos traumáticos en la sociedad estadounidense, como los atentados a las Torres Gemelas y el asalto al Capitolio, que refuerzan la crítica del realizador hacia el entorno agresivo que caracteriza a las ciudades norteamericanas en la actualidad.
Finalmente, es importante destacar que en el cine negro, la muerte de personajes emblemáticos se utiliza como un recurso crucial para enfatizar la fatalidad y la moral ambigua del género. Directores como Billy Wilder en Doble Indemnización (1944), escogen sacrificar a su antiheroina, Phyllis Dietrichson, mientras que Alfred Hitchcok sorprende al eliminar a su protagonista, Marion Crane, en Psicosis (1960).
De manera similar, Todd Phillips, al concluir su relato, opta por el asesinato de su antihéroe como un medio para reflejar las expectativas del público. La audiencia no busca a Arthur Fleck; en realidad anhelan al Joker, el criminal carente de empatía. En este contexto, el director elige transformar a su personaje en una manifestación de maldad, que puede ser sustituida por cualquier sociópata que encarne las características de su sombra, elevando al protagonista a una figura inmortal que trasciende su propia historia.