Por el lado de Ginatta

Carlos Jijón

Guayaquil, Ecuador

“Por el camino de Swan”, el primer tomo de la serie de “En busca del tiempo perdido”, relata la vida de Charles Swan, un aristocrático parisino a cuya casa el joven Marcel Proust llegaba si al salir de su casa cogía el sendero de la izquierda. Si elegía el de la derecha llegaba al palacio de los duques de Guermantes.

“Por el lado de Guermantes”, el segundo tomo, narra un mundo que al momento de ser escrito ya no existe y que él recuerda como ideal. Joyce Higgins de Ginatta, que ha muerto en Guayaquil la tarde del viernes, representa también un Ecuador que va desapareciendo, uno en el que los líderes empresariales influían poderosamente en la difusión de sus ideas, y que han sido reemplazados ahora por los influencers de TikTok o X.

Eran otros tiempos. León Febres Cordero había llegado la presidencia de la República tras haber presidido la Cámara de la Industria de Guayaquil. Durante el gobierno de Osvaldo Hurtado, los dirigentes de las cámaras eran los principales líderes de la oposición y no dudaban en sumarse a los paros de los sindicatos el FUT, en contra, incluso, de un gobierno de derecha.

Siempre impecablemente peinada, declarada durante muchos años como la mujer mejor vestida del país, la presidenta de la Cámara de la Pequeña Industria de Guayaquil, Joyce Higgins de Ginatta se había transformado durante la década de los noventa en la más entusiasta vocera de los sectores liberales que impulsaban la dolarización de la economía para salvar al país de una crisis que lo hundía.

No siempre defendió buenas causas. En 1999, a puertas de la crisis bancaria, ella lideró una “marcha de los crespones negros”, para exigir del gobierno de Jamil Mahuad el salvataje del Banco del Progreso, de propiedad de Fernando Aspiazu Seminario. Elegantemente vestida de  blanco, con un crespón de luto en la solapa, Joyce avanzó por la avenida 9 de octubre, flanqueada por los presidentes de las cámaras de la producción de Guayaquil hasta el Palacio Municipal, donde fue recibida por el alcalde León Febres Cordero.

Eufórico, transmitido en vivo por Sí TV, el canal de televisión del mismo Aspiazu, Febres Cordero  pronunció la más celebre frase de su carrera política y que de alguna manera definió su legado: “¡Yo nunca me ahuevo, carajo!”.

Fiel a su estilo político, Mahuad no se dio por enterado y no dio paso el salvataje. Semanas después, las Fuerzas Armadas, ordenadas por el ministro de Defensa, José Gallardo, capturaron a Aspiazu y lo entregaron a la justicia donde fue procesado y condenado a prisión por peculado bancario.

Durante años, Joyce siguió llevando el crespón negro como una especie de símbolo de la lucha de las élites de Guayaquil en contra del centralismo.

Meses después, Mahuad decretó la dolarización que Joyce había preconizado tanto. Derrocado por ello, el proceso fue implementado por el sucesor Gustavo Noboa. Aunque Ginatta nunca formó parte de los consejos que terminaron aprobando la dolarización e implementándola, su imagen de precursora fue consolidándose con el tiempo.

Como una duquesa de Guermantes de fin de era, su foto avanzando por el centro de Guayaquil, flanqueada de unos poderosos líderes empresariales, es también el símbolo de una era que ya no existe. Un viejo país de poderosas cámaras de la producción, partidos políticos, y sindicatos que hacían temblar a los gobiernos, que ha sido reemplazados ahora por los capos del narcotráfico, sus voceros mediáticos y los influencers de Instagram y TikTok.

Un viejo país que se ha derrumbado sin que alcancemos a forjar otro. No hay duda. Hay que desmontar Montecristi.

La presidenta de la Cámara de la Pequeña Industria de Guayaquil, Joyce Higgins de Ginatta, en una foto de abril de 1999, liderando la «marcha de los crespones negros» en favor del salvajate del Banco del Progreso.

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