
El Tribunal de Garantías Penales de Imbabura condenó con 34 años y ocho meses de prisión a Roberto F., como autor directo del femicidio de su pareja, Kerly G., este jueves, 21 de noviembre.
Según declaraciones de la fiscal encargada de las indagaciones, la hoy occisa fue hallada sin vida el pasado jueves, 28 de marzo. Una noche antes la mujer había salido con su grupo de amigos a un retiro del “Viacrucis”, en la iglesia de la parroquia “Mariano acosta», en el cantón Pimampiro, a las 22:00. Un amigo la acompañó hasta su domicilio, cuando en el camino el ahora detenido la interceptó y la atacó con un machete, lastimando, además, a su amigo, quien se fugó a precipitada carrera para pedir ayuda.
Se conoció, también, que la fémina fue llevada a la fuerza en una motocicleta por el agresor y un cómplice menor de edad. Este caso fue expuesto con los relatos de los compañeros de la fallecida y del personal policial, quien participó en la búsqueda y captura del agresor, y su acompañante.
Para la médico legal, quien practicó la autopsia, afirmó que la causa de la muerte de la joven se debió por una hemorragia cerebral, fractura de cráneo y trauma craneoencefálico, ocasionados por una herramienta contuso cortante. La víctima presentaba seis heridas punzocortantes, una en la mano izquierda con la cual se defendió. Adicional, se reveló que tenía una fractura del hueso hioides post-mortem y que los dedos de los pies presentaban heridas por fricción, cuando fue subida y arrastrada en la moto.
El sujeto que acompañó al sentenciado comentó haber sido cómplice del femicidio. Declaró que aquella noche estuvo con Roberto F. y vio cómo agredió a la víctima y a su amigo. Luego, subieron a Kerly G. a la moto y, al llegar al páramo, la enterraron.
Posterior al asesinato, ambos retornaron a la casa del femicida para bañarse y cambiarse, donde fueron capturados por la Policía Nacional. Allí se hallaron varios indicios, como las botas de caucho del agresor, prendas con la sangre de la víctima y el estuche del machete.
Los informes de la pericia de trabajo social señalaron que Kerly vivía en un círculo de agresión, en una relación de poder asimétrico porque era mujer, adolescente e indígena, factores que la hacían vulnerable.
La perita finalizó que el victimario truncó el proyecto de vida de la joven, quien cursaba el último año de bachillerato y estudiaba para ser auxiliar de enfermería. La muerte violenta de la mujer dejó a su madre y hermanos como víctimas indirectas.
Nota por: David Josue Quispe Franco.