
Quito, Ecuador
Así son ellos, ignorantes y violentos. Pretendidamente rebeldes, pero en el fondo dogmáticos, que, como cacatúas, repiten y repiten “sistema, sistema”, “poder, poder”, las palabras que, para ellos, representan lo que se debe odiar. Dicen “sistema”, gritan “poder”, y la furia de la horda se apodera de ellos, los galvaniza, los inflama. Y, sacerdotes del poder de la masa, ofician su eucaristía.
El ahorcamiento simbólico del presidente de la república perpetrado por una banda de música en la última edición del Quito Fest y la celebración aulladora del público no es una muestra de rebeldía, sino de la enajenación del individuo urbano, de la abdicación de la personalidad individual en favor de la masa. El alarido orgiástico de los asistentes al ahorcamiento simbólico de Daniel Noboa es lo que desasosiega. Ahí no hay individuos. Ahí hay una manada. Una manada teniendo una experiencia catártica. Ahí no hay rebeldes, porque el verdadero rebelde es solitario.
Si no hay un sacerdote que los guíe, ellos no van a moverse. Les basta con aullar para, luego, dormir tranquilos, creyéndose rebeldes, creyéndose mejores. ¿Mejores que quién? Que los que no repiten el mantra antisistémico.
Ellos, los antisistema, se mueven en el cómodo campo de la negatividad. Y, cuando deciden ser positivos, defienden lo imposible. Lo cual es también muy cómodo, pues lo imposible no puede ser sometido a prueba.
Aunque, efectivamente, lo ocurrido en el Quito Fest puede analizarse de acuerdo con la dicotomía libertad de expresión/apología de la violencia, creo que es más productivo analizarlo como un fenómeno cultural, como un síntoma de algo más que el descontento con la presente coyuntura.
Miremos a donde miremos, nos toparemos con la masa, ya sea esta una organización política, una banda del crimen organizado o los asistentes a un evento como Quito Fest.
En el campo moral e intelectual, la nuestra es una sociedad dominada por la masa. Y donde ella domina, las élites han desaparecido. Y las que llamamos élites no son sino masas con poder de decisión. ¿De dónde viene Mugre Sur?, ¿de dónde, el ahorcado con vigor de carpintero? La respuesta es obvia: de la masa.
Mucho tiene que cambiar en el país para que las élites sustituyan a las masas en el campo moral e intelectual. Las actuales generaciones ya están perdidas. Pensemos en las próximas y, pensando en ellas, acometamos un cambio profundo de nuestra realidad educativa. Acabar con la “tecnolatría” y el adoctrinamiento en la educación es el primer paso.