
Guayaquil, Ecuador
Me he enterado tarde de la muerte de Gerard Raad, una influencia crucial en mi vida. Su Cine Foro en la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas fue mi verdadera primera escuela, ahí me formé como lo mejor que sigo siendo: un espectador (emancipado), amante de la ficción (incluyendo la realidad). En los ochentas, siendo yo adolescente, no sabíamos llamarnos disidentes, pero lo éramos, con todos nuestros límites, aun cuando dentro de nuestros contradictorios frentes, normalmente de izquierda, campearan la violencia y la competencia salvaje. Quizás en parte por eso, porque quizás algo de Febres-Cordero habitaba en nuestras células, o las de nuestras familias y afectos, muchos tuvimos que optar por largarnos de aquí, Guayaquil. Pero cada vez que regresábamos, Gerard seguía por ahí, con su tic en los párpados cada vez más marcado, viendo el tiempo pasar. Después, cuando me “fui a volver”, como se dice aquí, Gerard se volvió un público fiel de Muégano, aunque muchas veces dijera en voz alta “¿y esto qué es?”, para acto seguido contestarse, “ah, bueno, esto está bien”, o simplemente reírse o seguir sin comprender. Él mismo fue teatrero en su juventud, y su personaje en “Descartes”, gran documento de conflictos estructurales de nuestra ciudad, fue quizás el más ligero y menos solemne, no sé si cabe decir inocente. Quizás lo quiero ver así por mi simple cariño y agradecimiento eterno. Te quise mucho, Gerard, aunque no te frecuentaba. Y ahora que te has ido, te sigo queriendo.
