El Estado de Derecho o la cueva cavernícola

Emilio H. Morocho Abad

Guayaquil, Ecuador

Hace miles de años en el mundo se vivía en cuevas, los primeros humanos se agrupaban y eran nómadas… Esto parece el inicio de una historia común para muchos, incluso llega a ser nostálgico ya que evoca tiempos colegiales, esos tiempos en los que pensábamos que aquello que enseñaban no iba a servir para nada, pues ahora verán que tenía sentido aprender algo de aquello.

Hoy es oportuno que en esta columna recordemos una materia importante del colegio, la de historia, y es que si les pregunto a diez personas por la calle ¿quieres vivir en las cavernas o en una casa? Estoy seguro de que todos quisieran la casa.  Y es que todos queremos la civilización por sobre lo arcaico y lo neandertal, en eso siempre estaremos de acuerdo.

Para aquellos que cursan la carrera de derecho entenderán que conocer sobre los orígenes de la civilización es importante para saber la historia del derecho.  Y es que sabemos que somos seres gregarios, es decir, que vivimos en comunidad, y que como consecuencia de eso surgen las normas que la civilización ha dado a la humanidad para que seamos eso, humanos.

En estos tiempos, donde el populismo se ocupa de hacer que los hombres ignoren la ley para satisfacer al que se encuentra en turno, es necesario recordar la importancia del Estado de Derecho o del Imperio de la ley; el respetar alguno de ellos solo nos lleva a mantenernos como civilización, puesto que el alejarnos de esos principios conllevan inmediatamente a la dictadura y consigo a la expresión más arcaica del ejercicio del poder, la denominada “ley del más fuerte”.

Y es que claro, cuando cuentas con un ejército y un capital político obviamente serás el más fuerte, más aún cuando del otro lado hay ciudadanos que aquello no tienen, y a lo mucho tendrá su voz, pero que mediante el odio y la presión han convertido aquella voz en nula bajo el estigma “son comunistas”. Pareciera que el debate público ha explosionado, y solo existen dos bandos:  o estas con el régimen o eres de su tendencia opositora más radical y amigo de los co-idearios de Venezuela y Cuba.  Esos argumentos disculpen lectores, pero corresponden a la expresión máxima de la ignorancia.

La política no se la puede ver en blanco y negro, ya que por naturaleza es matizada. El que se casa con un régimen se convierte en estandarte de sus aciertos y esclavo de sus fracasos, ya que pareciera que cuando un hombre se hace seguidor acérrimo de él, existe una especie de hipnosis que los hace incluso hablar cualquier conspicua tontería.

Es aquí donde entra el Estado de Derecho, aquel que debe primar aún cuando la sociedad se encuentra en estos niveles de polarización, ya que cuando las banderas políticas se han convertido en bandos de guerra, debemos notar que algo no marcha bien. Es así, que no podemos perder la cabeza y olvidar lo más básico de la civilización y eso es la supremacía de la ley, la misma que postula algo muy simple: “a la ley no hay que dejarla pasar por alto”, si la Constitución dice “no se puede hacer X cosa” pues no hay que interpretar nada, simplemente no se puede hacer y no hay más que hablar. Los límites del poder son necesarios para el ejercicio democrático del mismo, y es que un hombre sin límites puede convertirse en un caudillo inolvidable, y no por sus aciertos.

Esta columna se levanta con un solo mensaje claro: respetar la ley.  Y es que es básico saber que esta debe regir para todos, sin importar el capital, ni la posición, ni el partido, es para todos. Tenemos una Constitución y esta no aplica solo para aquellos que comulgan con el gobierno que la patrocinó, sino que es para todos; es entonces que no debemos hacer la vista gorda o creer que las faltas o los saltos al ordenamiento jurídico vigente son pequeñeces o que incluso tienen justificación en la ley del más fuerte, ya que solo son el inicio de una realidad que es mala sea de donde sea que venga. La dictadura así sea de derecha o de izquierda no deja de ser la oficialización de una realidad cavernícola.

El que ha entendido las referencias de esta columna, que a modo de aquel histórico libro “Rayuela” se escribió en clave, sabrá que hay que leerla bien para descifrar el mensaje, ya que, en estos tiempos, cualquier expresión conlleva un riesgo. Queridos lectores, para finalizar no olvidemos a Eloy Alfaro cuando en un momento sublime de su vida dijo “Todo menos la dictadura” diciéndonos con esto, que el pueblo una vez liberado solo si llega a ser sometido en su intelecto o sus creencias podrá ser otra vez claudicado.

Foto del salón plenario de la Asamblea Nacional.

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