El proselitismo disfrazado de rebeldía: el caso Mugre Sur.

Jorge Santtori

Quito, Ecuador

El “Quitofest” 2024 pasó de ser un festival musical a un escenario de proselitismo político de la más baja estofa. El grupo de rap “Mugre Sur”, una banda que hasta hace muy poco tiempo casi nadie conocía (y muchos ya han olvidado), logró su momentito de fama al simular el ahorcamiento del presidente Daniel Noboa mediante un muñeco de cartón. El problema no fue solo la representación de un acto violento con fondos públicos, sino los insultos proferidos al 52% de los ecuatorianos que eligieron a Noboa en las últimas elecciones, llamándolos “floridos hijos de puta”. Este lamentable episodio no solo desnuda las intenciones políticas detrás del evento, sino también la doble moral de quienes se benefician del sistema que tanto critican.

Máscaras caídas y contradicciones evidentes

Hay que recordar que el muñeco de cartón fue parte de la campaña publicitaria que Daniel Noboa usó para destacar su figura durante las elecciones anteriores. Esa misma imagen fue reciclada por “Mugre Sur” para atacar a un presidente en funciones con un performance que pretendía fulgurar “rebeldía”, pero que no fue más que un ataque político patrocinado de alguna manera por el Municipio de Quito, cuyo alcalde, Pavel Muñoz, es un adversario declarado y confeso de Noboa así como de todos sus proyectos.

Lo que debió ser un festival cultural se convirtió en una francachela de mal gusto pagada con los impuestos de todos; del 48%, pero también del 52%, lo cual resulta irónico porque esta agrupación, que presume ser antisistema, no tiene reparos en aceptar dinero del mismo sistema que tanto critica, siempre y cuando provenga, claro, de la facción política que le conviene. ¿Es esta la auténtica irreverencia del rap? No lo parece.

La represión y el papel de la memoria selectiva

Algunos pseudodefensores (muchos de ellos jóvenes de clases altas a los que esta banda desprecia por ser, justamente, de clase alta) de “Mugre Sur” gritan represión porque el Ministerio de Cultura publicó un tuit condenando el acto. Esto, claro, si ignoramos que la represión verdadera la vivimos en el pasado. Recordemos cuando el expresidente Rafael Correa (líder del partido político al que pertenece el alcalde Pavel Muñoz) intentó golpear a Jaime Guevara, un cantautor ecuatoriano que sufre de epilepsia, y luego manipuló a la Policía para que lo difamaran con un parte falso. O cuando intentó golpear a un adolecente de catorce años cuando éste le realizó un “corte de mangas”. O cuando amenazó con arrestar a una mujer que lloraba tras perder su casa en el terremoto del 2016. Esa era la represión real, la que silenciaba con miedo, la que amenazaba con rabia, de la que no había escapatoria.  Comparar un lacónico tuit con estos actos es una muestra de cuán liviana e inmemorial se ha vuelto la definición de opresión en ciertos sectores.

Proselitismo disfrazado de arte

El caso de “Mugre Sur” no es un hecho aislado. A lo largo de la historia hemos visto cómo fondos públicos son utilizados para financiar ataques políticos disfrazados de expresión artística. Pero en este caso, la ironía es mayúscula: un grupo que critica a los políticos y al “sistema” termina siendo el títere de un alcalde con intereses evidentes. ¿Es esto rebeldía? O más bien, ¿es simple conveniencia económica disfrazada de arte?

Peor aún, muchos que defienden a esta banda desconocían sus canciones hasta la noche del escándalo. ¿Es este el nuevo estándar para apoyar causas? Defender a un grupo musical por novelería, por resentimiento de clases o simplemente por odio político sin un análisis crítico real, solamente perpetúa la superficialidad de ciertos “movimientos sociales”.

Reflexiones finales

Lo ocurrido en el “Quitofest” deja lecciones importantes. La primera es que la irreverencia genuina no necesita ser financiada con fondos públicos. La segunda es que la memoria selectiva de quienes gritan represión solo cuando les conviene debilita cualquier causa que pretendan defender. Y la tercera, y más importante, es que la verdadera música y el verdadero arte no necesitan actos de mal gusto para destacarse.

Como sociedad, debemos cuestionarnos si queremos seguir financiando divisiones y odio sin bozal con nuestros impuestos. Y para quienes aplaudieron el acto de “Mugre Sur”, una simple pregunta: ¿de verdad apoyan la irreverencia del arte o apoyan a los políticos de turno que buscan joder a otros políticos de turno? Porque, si es lo segundo, no son más que cómplices de la misma corrupción que critican.

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