
Guayaquil, Ecuador
El liberalismo es una corriente de pensamiento que intenta responder a algunas de las preguntas esenciales de la convivencia humana, tales como ¿Cuál es aquel sistema que hace posible vivir al hombre con mayor libertad y prosperidad? ¿Cómo evitar que aquellos que detentan el poder abusen de él? ¿Cuáles son los fundamentos éticos sobre los que descansa esta convivencia? ¿Qué tipo de instituciones promueven de mejor manera la mejora en la calidad de vida? y ¿Cuál es el rol de los gobiernos? Por nombrar solo algunos de los planteamientos objeto de la reflexión, estudio y defensa de los liberales.
Aunque no siempre hay consenso dentro de la gran familia liberal, en general, todos ellos reconocen que existen ciertos derechos, que anteceden a la conformación de los estados, y que de ninguna manera deben ser conculcados o transgredidos por mayoría o gobierno alguno. Entre estos derechos se encuentran los de la famosa triada lockeana: vida, libertad y propiedad. Mención diferente requiere la idea de cuál es la fuente de legitimidad de los mismos, para algunos, estos derechos emanan del “solo hecho de ser seres humanos” (posición ius-naturalista), para otros “porque las sociedades lo han determinado así” (posición convencionalista), y para un grupo diferente “porque su reconocimiento es conveniente” (posición utilitaria). Es necesario anotar que estas interrogantes acompañan al hombre desde hace por lo menos 25 siglos, desde tiempos de la Antigua Grecia.
Los liberales somos una gran familia dentro de la cual conviven de manera no homogénea posiciones diferentes sobre algunos temas, entre los más polémicos tenemos que algunos liberales creen en el derecho de la mujer a abortar (posición pro-elección), mientras otros sostienen que tal derecho no existe, puesto que hay una vida dentro del vientre de la mujer, por tanto, eliminarla equivaldría al asesinato (posición pro-vida), desde luego en el medio están aquellos que suponen que bajo ciertas circunstancias (riesgo de vida de la madre o violación), el aborto sería legítimo. Aunque radicalmente equidistantes en cuanto a sus posturas, tanto los pro-vida como los pro-elección son tan liberales como cualquier otro, y aquí el calificativo de no eres liberal por adoptar una u otra postura, carece de sentido.
En una línea diferente, dentro de la idea de qué tanto estado o intervención gubernamental es necesaria para dar lugar a ese orden deseable de convivencia libre y próspera, conviven una inmensidad de respuestas, que van desde ninguna intervención por parte del estado, hasta la idea del “estado de derecho”, a los defensores de la primera podríamos denominarlos anarcocapitalistas, y a los últimos liberales clásicos. Una vez más existen una variedad de posiciones y niveles de tolerancia a la intervención gubernamental que hacen del liberalismo una corriente de pensamiento viva, vibrante y siempre abierta al debate. En cuanto a las ideas económicas, desde luego, también hay espacio para una acalorada discusión.
En general y para terminar estas líneas, como sostiene Carlos Alberto Montaner[1] los liberales creemos y depositamos nuestras esperanzas en la sociedad civil y el individuo, en lugar de en los gobiernos o estados a la hora de solucionar la mayoría de nuestros problemas (los del ser humano), y somos fervientes defensores de la libertad pues como decía el Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes “por la libertad y la honra se debe y vale la pena aventurar la vida”. Como está de moda decir: ¡Viva la libertad carajo!
Seguimos conversando,
Joselo Andrade Rada
[1] Escritor liberal latinoamericano. Autor de varios libros entre ellos La libertad y sus enemigos, Las raíces torcidas de América latina. Junto a Alvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza es coautor del clásico “El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”.