Salud cívica

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Los resultados de la primera vuelta para la elección de presidente y vicepresidente de la república muestran un país profundamente dividido por sus valores, sus problemas y su manera de ver la política. División que se expresa principalmente como oposición entre correísmo y anticorreísmo.

Al lado de los que votaron por alguno de los dieciséis candidatos, se sitúan aquellos que votaron nulo o blanco: 9%. Una cantidad de votantes nada despreciable, entre los que es posible distinguir dos categorías: los que no se sintieron representados por ningún candidato, quizá porque tienen altos estándares en relación con la política, y los que, simplemente, pasan de ella: los apáticos. En el grupo de altos estándares se encuentran, probablemente, aquellos votantes que siendo contrarios a un gobierno de la Revolución Ciudadana no votaron por Noboa a causa de sus poses autoritarias.

Si se toman en cuenta los resultados del voto nulo y blanco en la segunda vuelta de las dos últimas elecciones, resulta que, en relación con la primera vuelta, el voto nulo tiende a aumentar mientras que el blanco, que es siempre menor que el nulo, tiende a decrecer. El de las personas que el nueve de febrero votaron blanco en la primera vuelta es, por tanto, un nicho en disputa, como también el de los votantes de Leonidas Iza: un grupo de electores en el que se mezclan tanto los simpatizantes de la izquierda indigenista como los miembros de las comunidades indígenas, especialmente de la Sierra centro. En este grupo hay gente que jamás votaría por un rico, pero tampoco por el correísmo, gente que votaría por el correísmo para que no gane Noboa y gente, la de las comunidades indígenas, dispuesta a negociar su voto a cambio de obras.

El tercer nicho en disputa, obviamente, es el de los ciudadanos que votaron por otras candidaturas, algunas de ellas, desprendimientos del correísmo y otras, sobre todo la de Andrea González, claramente anticorreístas. ¿Y los que no fueron a votar? Los resultados de los dos últimos procesos electorales no muestran una única tendencia. Es posible, pues, que el ausentismo aumente o disminuya, pero en porcentajes pequeños: de alrededor del 2%, y este 2% es el que estaría en disputa.

Aunque les pese a ciertos opinadores, la oposición correísmo-anticorreísmo sigue siendo el eje de la disputa electoral en el país. Y su base es una diferencia de valores. Lo que más importa a los votantes de la Revolución Ciudadana no es lo mismo que importa a los votantes de Noboa. Lo que para unos es censurable, como defender la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, para los otros es encomiable. Lo que unos están dispuestos a aceptar de un gobernante, como la pax narca o la reivindicación de los criminales, a otros les resulta intolerable.

La cuestión central de la actual disputa por la presidencia de la república es qué precio, en términos morales, estamos dispuestos a pagar los ecuatorianos por resolver nuestros problemas. ¿Lo vamos a aceptar todo con tal de que se obtengan unos beneficios improbables, pero queridos? La salud cívica. Eso, ni más ni menos, es lo que nos estamos jugando.

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