
Guayaquil, Ecuador
Después de la efervescencia electoral reciente es oportuno que meditemos sobre lo que acabamos de vivir, sobre todo para aquellos que somos amigos de la libertad, y que, por supuesto no queremos vivir en una tiranía que extinga los principios básicos de la convivencia libre, aquellos que en cierta medida aun tenemos.
Es oportuno mencionar el por qué en esta segunda vuelta es tan crucial rectificar, aquello que solo se logra escuchando a la gente. Aunque no creo que sea muy difícil saber qué piensa un pueblo cuando ya se expresó en las urnas, y eso no es el escenario ideal que pintaban los que decían efusivamente “una sola vuelta”.
Esta columna parte desde un análisis pro libertad, no pro ADN ni mucho menos pro RC. Por lo menos, por este momento dejemos de creer aquel disparatado chantaje de que todo aquel que no está irrestrictamente con el régimen es simpatizante de lo ilícito o, peor aún, de aquellas tiendas políticas que buscan enserio empobrecer al país con prácticas arcaicas y obsoletas.
Como dije, hay que escuchar a la gente, no atacarla por sus preferencias, o por su elección producto del miedo y la necesidad. El no votar por el régimen no era una declaración de que somos o no delincuentes, no es así, lo que aquellas personas que no votaron por el candidato de gobierno quisieron expresar en las urnas es su inconformidad con las problemáticas sociales que vivimos como país. Aquellas como la falta de adecuamiento de espacios educativos públicos, aquellos que con solo una visita basta para notar su estado -espero que eso lo haya notado el presidente cuando fue a votar a una escuela en deplorable estado en Olón- y así poder tomar medidas para mejorar la calidad de vida de los que realizan sus actividades en dichos espacios.
La gente tiene problemas, y eso se puede ver claramente si se visita los sectores vulnerables, es así de sencillo.
Aquí hay una verdad que vale decirla en público, y es que, señor presidente la realidad del país no es la que viven los moradores de la av. Samborondón en Guayas, el Valle de Challuabamba en Cuenca, o Cumbayá en Quito, sino aquellos que están en los sectores marginales, donde enserio se sufre una mala decisión, ya que ésta en muchos casos define si hay o no comida en la mesa. Es ahí donde se debe redireccionar esta campaña electoral. Tan solo veamos los resultados de esta primera vuelta: esta elección nos ha polarizado de forma alarmante entre regiones, clases sociales y bandos políticos.
Es momento para la unión, y eso se comienza desde las declaraciones públicas, con mensajes de unidad, paz y esperanza, no llamando a la mayoría de votantes opositores delincuentes, eso no es así. Eso solo demuestra que la burbuja del poder enserio esta muy separada del país al que se está y se aspira seguir gobernando.
Hace tiempo se decía que hablar mal del gobierno favorece a su oposición, pero señores, aquí no queremos fortalecer a esa facción política, aquí queremos que el presidente se de cuenta que está fallando -ya que parece que sus colaboradores solo le dan elogios-, que el Estado de Derecho está muriendo y que todo eso traerá aún peores resultados. El ser buen ciudadano no es estar al servicio de lo que ordene el Zar sino aplaudir cuando está en lo correcto y condenar cuando está errado, así funciona la democracia participativa.
Definitivamente no queremos que regrese la ideología chavista al país, y por eso es lógico que nos toca apoyar con el voto al régimen, pero eso lo pensamos aquellos que somos conscientes de los riesgos. Lástima que no seamos mayoría.
Así que no señor presidente, a nosotros no nos busque convencer de darle el voto, lo haremos porque no queremos socialismo, busque convencer a aquellos que sí les tenta las “soluciones” colectivistas, y toda la utopía que ya vivimos. Es usted responsable de encaminar su campaña a una en la que reine la prudencia por sobre la prepotencia, la realidad por sobre la idealidad y la conciencia por sobre el pensamiento privilegiado. Rectifique o perdemos el país.
