Otra vez jugamos a la ruleta rusa

Joselo Andrade

Guayaquil, Ecuador

Como si no bastara con los problemas de inseguridad, apagones, falta de empleo y otros tantos temas, ahora se suma a las preocupaciones de la gran mayoría de ecuatorianos el potencial retorno de los representantes del socialismo del siglo XXI a nuestro país. Reflexionemos un poco sobre esto: ¿por qué nos causa tanto terror?

Para empezar, y no es poca cosa, porque para muchos de nosotros, más que un proyecto político, es un proyecto totalitario. Basta mirar con quién se juntan y a quiénes respaldan: Putin, Maduro, la Cuba de los Castro, Ortega en Nicaragua, solo por mencionar a sus más íntimos aliados. Desde luego, estos personajes son claros representantes del autoritarismo, la corrupción, grandes desastres y tragedias para sus sociedades. Sin embargo, ese es solo uno de los aspectos que generan dicha aprehensión en muchos de nosotros.

Segundo, su relación directa y estrecha con grupos delictivos, terroristas y de narcotráfico. Desde chats encontrados en celulares incautados a los grandes señores del crimen en Ecuador hasta ordenadores con vídeos en los que el extinto “Mono Jojoy” (terrorista guerrillero colombiano) hablaba sobre los aportes a la campaña del compañero Correa. Debería bastar con que su principal líder sea un prófugo de la justicia para saber que hay algo terriblemente mal en esa “organización”.

Tercero, ¡sus ideas, por Dios! Estas solo fabrican miseria, desde las económicas hasta las políticas. Su noción del manejo económico explica de forma inequívoca nuestra situación actual: la falta de empleo, los apagones y la inseguridad. No tienen la más peregrina idea de lo que es necesario para que una sociedad prospere. Por otro lado, su visión política es autoritaria por definición, despótica y dictatorial. Crearon un sistema desde Montecristi bajo el cual nuestro país es rehén de una estructura que no le permite corregir el rumbo trazado por ellos, un sistema que, por cierto, les permitía hacer en nuestro país lo que les daba la gana.

Cuarto, y no hay que olvidarlo nunca: ese período, por muchos conocido como la “década espantosa”, estuvo colmado de persecución, ataques sistemáticos a la libertad de expresión, juicios a periodistas y medios de comunicación, e incluso asesinatos. Todo ello sin mencionar los innumerables casos de corrupción. Disculpen, pero no tengo paciencia siquiera para numerarlos.

Ahora bien, el propósito de estas líneas no era recordarles algo que muchos ya saben, sino llamar su atención sobre el hecho de que, bajo la forma en que están configurados los Estados modernos, cada vez que toca ir a elecciones generales, estamos jugando a la ruleta rusa. Y lo más grave es que, en una de esas, nos «pegamos el tiro».

Sin embargo, sí hay forma de limitar el daño. Existe una alternativa para que, sin importar quién llegue—nótese que de eso va gran parte del problema—podamos evitar con cierto éxito los mayores perjuicios de nuestra “democracia sin límites”. La respuesta a esa interrogante la encontramos en las ideas liberales.

El liberalismo, mis queridos lectores, desde sus orígenes buscó la forma y los mecanismos para frenar el potencial abuso de quienes detentan el poder. Conociendo que quien posee el poder puede llegar a abusar de él, nos legaron la idea del «gobierno limitado», la «democracia liberal», «el Estado de derecho y la división de poderes», «la igualdad ante la ley» y «la noción de que la Constitución debe servir para limitar el poder de quien gobierna y garantizar los derechos de los ciudadanos».

En pocas palabras, solo limitando al poder, aquel que lo posee no podrá destruir a la sociedad que tiene entre manos. Si logramos limitarlo con efectividad, hasta un tonto podría gobernar sin ser causa de nuestros pesares.

Seguimos conversando.

Luisa González, candidata presidencial del correísmo, en Canuto, Manabí, el pasado domingo, 9 de febrero de 2025. Foto tomada de la cuenta de Luisa en Facebook.

Más relacionadas