La década espantosa

Joselo Andrade

Guayaquil, Ecuador

Hay una generación de jóvenes ecuatorianos que vivieron el socialismo del siglo XXI siendo apenas unos niños, y por ello, no llegaron a comprender lo terrible que fueron aquellos años para el Ecuador. Sin embargo, viven hoy sin comprender que los problemas más serios que enfrenta el país en la actualidad son consecuencia de lo hecho por los socialistas de ese tiempo. Comencemos con su génesis, que se remonta a muchos tiempo atrás.

El 9 de noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín, y con él terminó la división alemana que separaba dos visiones opuestas: la del mundo libre y el socialismo. Para muchos, la pelea había terminado, las democracias liberales habían triunfado y el socialismo real había sido herido de muerte. En el mundo de las ideas, no se podía tapar el sol con un dedo. El régimen socialista que existió tras el muro, y que condujo a que toda una población viviera la barbarie y atrocidades del socialismo, había fracasado.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, en una isla caribeña, un dictador envejecido y barbudo, que mantenía a su población en la miseria por décadas, se preguntaba: ¿cómo sostener la idea de que el socialismo seguía vigente, luego de tan estrepitoso fracaso? Su respuesta, tan calculada como despiadada, fue la de llevar a cabo el Foro de Sao Paulo. A este foro asistieron figuras del crimen organizado, grupos terroristas, intelectuales jurásicos y remanentes de una izquierda que se rehusaba a desaparecer ante la evidencia histórica. Como resultado de esta reunión, llevada a cabo en 1990,surgió el Socialismo del siglo XXI: el mismo de siempre, pero con un nuevo nombre.

Fidel había ideado un plan con consecuencias catastróficas: tomar el poder a través del ropaje democrático, pues la vía armada ya no era presentable. Además, convocar a una asamblea constituyente de plenos poderes para instalar una dictadura socialista legitimada por el voto popular. Con este mecanismo, se perpetuarían en el poder e implementarían un sistema funcional para ellos, en el que incluso designarían las autoridades de control para mantenerse en el poder de manera perpetua. Así configurado el escenario, les jugó el número: Hugo Chávez llegó al poder y, además, el precio del barril de petróleo se disparó. El resto es historia.

En Ecuador, con petrodólares se financió la campaña de Rafael Correa, y de la noche a la mañana el país se tiñó de verde. ¿Recuerdan la enorme cantidad de camisetas y banderas en todo el país? Fuimos testigos de una campaña millonaria sin precedentes, y de acuerdos que en ese momento no eran tan claros, pero que con el tiempo le costarían caro al Ecuador. Ese gobierno recibió dinero y apoyo de las FARC, grupo terrorista colombiano, a cambio de expulsar la base militar estadounidense del país. Esto incluso quedó plasmado en la Constitución, convirtiendo al Ecuador en un refugio para el narcotráfico.

Pero el libreto socialista no terminaba ahí. Para consolidar el control, debían restringir la libertad de expresión, por lo que impusieron una ley mordaza para silenciar a quienes pensaban diferente. Además, persiguieron y enjuiciaron a periodistas, pues no se podía permitir que la gente descubriera lo que en realidad estaba sucediendo. El país se encaminaba al colapso en medio de un boom petrolero (Correa también tuvo suerte en este sentido), mientras que los casos de corrupción surgían por doquier. Otro paso clave fue apropiarse del control electoral, tal como había sucedido en Venezuela. Al punto de que incluso lograron robar una campaña presidencial.

En paralelo, y sobre todo a partir de la caída del precio del barril de petróleo, el Ecuador empezó a sufrir una recesión crónica, que persiste hasta el día de hoy. La razón: con el alza temporal del precio de petróleo, duplicaron el tamaño del sector público (generando un gasto permanente por pago de nómina), lo que sentó las bases del déficit fiscal crónico que vivimos. Esto también explica el crecimientosostenido dela deuda externa eincluso la imposibilidad de realizarinversiones públicas, sin importar quién estuviere al frente.

Como si esto fuera poco, sembraron el odio y dividieron a los ecuatorianos, adoctrinando a toda una generación de jóvenes a través de los libros y el sistema educativo. Siguiendo la receta ideológica, instalaron un relato oficial, para lo cual crearon un estado permanente de propaganda. Miles de millones de dólares fueron gastados con este propósito.

No menos importante fue la conformación de los comités de defensa de la revolución, copia de lo que existía en Cuba para perseguir, delatar y hostigar a quienes estuvieran en contra de la revolución ciudadana. En las sabatinas se señalaba a los enemigos, y esta horda de maleantes perseguía sin cuartel a los sentenciados del día sábado. Otro tanto sucedía a través de las redes sociales.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la gente fue descubriendo cada vez más lo que estaba sucediendo en Ecuador y, un buen día, logramos derrotarlos. Esa es la historia del correísmo y el anticorreísmo. Esa es la historia del socialismo del siglo XXI. Esa es la historia de la década espantosa. Ahora nos toca volver a derrotarlos.

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