Las tres claves para la base de una sociedad libre

Emilio H. Morocho Abad

Guayaquil, Ecuador

No debería ser normal que cada cuatro años tengamos preocupación por quién gana las elecciones, esto se convierte en una constante tóxica del ya preocupante estilo de vida ecuatoriano. En estas líneas quiero enfocarme en cómo una sociedad puede progresar al punto de no temer a un nuevo presidente.

Es común tener miedo es una característica humana normal, pero el tenerlo cada 4 años y con justa razón es inclusive una muestra de lo mal que está la sociedad en la que vivimos, ya que pone en evidencia que nuestro bienestar no es independiente, sino que en gran parte depende de quien administra el Estado; porque como hemos podido ver a lo largo de la historia, las decisiones de los mandatarios incluso definen si ese mes habrá alimentos suficientes en los hogares.

Desde el primer día que me senté para escribir artículos cuyo fin sea la divulgación de ideas liberales y de irrestricta defensa a la libertad individual, sabía que el camino no sería fácil. Este tema le resulta reacio a la casta, sí, ese término, y es que en Ecuador también existe. Ellos son los únicos perjudicados de las ideas que planteo.

La estabilidad de los individuos debe verse respaldada en un empresariado estable y fortalecido, un sistema judicial confiable y un gobierno limitado; solo de aquella manera podemos avanzar a un estilo de vida que se defina en: el que trabaja duro le irá bien, y el que no pues fracasará. Parece un sueño, pero ese es el diario vivir de las principales economías liberales del mundo, ¿por qué en nuestro país esto suena como una utopía?, ese el problema que debemos abordar.

Quien controla la cultura controlará las próximas generaciones, dijo alguien alguna vez. Esa frase es tan cierta que incluso hace estremecer. Es que es menester que analicemos como el sistema educativo nos dice siempre y con profunda convicción que el Estado debe proporcionarnos todo aquello que necesitemos. Es decir, ¿es correcto que vivamos del Estado? No, el Estado no debe de controlar nuestra vida, debe alejarse lo más posible del diario vivir de sus mandantes. Solo de esta manera una sociedad puede prosperar, aunque a muchos les suene mal.

Y ya saldrán a decir que eso es una teoría infundada, que el neoliberalismo y todas las barrabasadas propias de gentes que creen que el gobierno tiene recursos infinitos, o peor aún, que creen en aquel dicho “Donde nace una necesidad, nace un derecho”.

Un país que no dependa de la política es uno al que no le preocuparán las próximas elecciones, pero eso se logra estableciendo un sistema educativo que se base en la libertad individual, enseñarle a los jóvenes que el Estado debe estar lo más alejado posible de la vida de los ciudadanos; que los recursos públicos deben ser dirigidos a mejorar las condiciones institucionales para que el país sea más llamativo para futuras inversiones; que la libre empresa sea el verdadero patrimonio nacional, y por sobre todo, que nuestra mayor reserva de oro sea la libertad de cada persona de realizar su vida de la forma que quiera, lógicamente en el margen que la ley señala.

Con esto, ¿qué tenemos como resultado? Al no existir una dependencia al Estado creada desde la escuela, los niños y jóvenes tendrán en su visión de vida que la única forma de vivir -y vivir bien- será esforzándose en sus estudios, preparándose de forma adicional y buscando empleos desde temprana edad. Debe instituirse entonces que el progreso depende del sustento de la frente del ciudadano, y no de cuántos impuestos se pueden seguir creando para así suministrar de recursos al gobierno para que los administren por el “bien” del país.

Pero eso no es todo, con una sociedad educada con bases liberales tenemos tan solo el esqueleto de la sociedad; el siguiente requisito si depende de la estructura del propio Estado. Esto es entender que no necesita tener tantas entidades, no debe tener empresas, y no debe interferir en el diario vivir mediante instituciones burocráticas que solo generan gasto, porque de paso que su servicio no tiene razón de ser en una sociedad libre, lo hacen mal.

Vayamos por una reforma tributaria que liberalice la economía nacional, mediante una drástica reducción de impuestos, y una reforma estatal para privatizar toda empresa pública que exista, acompañada de la reducción de otros rubros de gasto corriente que no hacen más que engordar innecesariamente tamaño del Estado.

Estas políticas no son nuevas, el problema es que son profundamente impopulares por lo mismo que mencioné en líneas previas, la cultura de necesidad del Estado por parte del ciudadano.

Finalmente, el sistema electoral, de instituirse uno libre y transparente simplemente logramos concluir con este proyecto, ya que sabemos que aquel que gane en las urnas será quien gobierne, y no quien realice un apagón para revertir resultados.

Con todo esto como esencia podremos tener una sociedad a la que el presidente de turno le importe muy poco, ya que la calidad de vida que tenga será directamente proporcional a su esfuerzo estudiantil y laboral.

El sistema liberal fue profundamente odiado por años, todo gracias a una campaña mediática histórica propiciada por la izquierda, misma que no ve otra forma de vivir que no sea a costa del Estado. Es momento de reflexionar, y posterior a estas elecciones -donde esperamos triunfe la libertad- empezar a fundar una sociedad libre, mediante el inicio declarado de la batalla cultural.

El presidente Daniel Noboa en Cuenca, el 3 de abril de 2025.
La candidata correísta Luisa González, en El Oro, el 6 de abril de 2025, en una foto difundida en su página de Facebook.

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