Una política exterior coherente

Carlos José Jijón

Guayaquil, Ecuador

A finales de marzo, el presidente de la República y candidato a la reelección, Daniel Noboa, viajó a Florida para reunirse con su homólogo estadounidense, Donald Trump. Toda la información que tenemos sobre el evento sugiere que fue un encuentro amistoso, lo cual no debería ser una sorpresa. Noboa, hay que recordar, fue de los pocos presidentes latinoamericanos invitados a la investidura de Trump en enero. Está claro que, para el mandatario ecuatoriano, la relación bilateral con los Estados Unidos es extremadamente valiosa. Esto podría parecer una posición lógica para un candidato conservador, pero si miramos más de cerca se vuelve bastante confusa.

Los otros invitados latinoamericanos a la investidura, Nayib Bukele, Javier Milei y Jair Bolsonaro, son todos líderes populistas conservadores. Pese a esto, Noboa se ha mostrado menos amigable hacia sus políticas. El pasado junio, un artículo publicado en la revista estadounidense The New Yorker exploró los sentimientos del presidente ecuatoriano hacia otros mandatarios de la región.

En el texto, Noboa afirma que Milei no ha logrado “nada” y minimiza los resultados de la lucha contra los carteles en El Salvador. Sorpresivamente, el mandatario ecuatoriano expresó admiración por Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente socialista de Brasil. Se trata de una contradicción notable para Noboa, que se ha declarado enemigo de la dictadura chavista en Venezuela, la cual Lula lleva más de una década defendiendo. Y aunque el presidente ecuatoriano es un duro crítico de Nicolás Maduro por sus prácticas antidemocráticas, no ha tomado una actitud similar contra otros regímenes autoritarios. Solo hay que mencionar su gran apoyo hacia Trump, que en pocos meses de gestión ya le ha declarado guerra a los opositores y manifestantes en su país.

En resumen, la política exterior de Daniel Noboa es incoherente. El resultado de este tipo de políticas es un Ecuador mayormente aislado de la comunidad internacional, especialmente de sus vecinos. La prueba más clara de ello es la reciente Cumbre Iberoamericana celebrada en Cuenca el pasado noviembre, en la que no asistió ningún presidente latinoamericano (salvo por el anfitrión) por primera vez en su historia.

Pero si hablamos de la política exterior de los candidatos a la Presidencia, la contrincante de Noboa es infinitamente peor. Luisa González y sus allegados políticos han promovido los regímenes autoritarios más indefendibles del planeta, desde la Cuba de Fidel Castro hasta la sanguinaria dictadura de Bachar al Assad en Siria. Podemos decir que la visión de González es más consistente en el sentido de que generalmente está a favor de gobiernos antidemocráticos, pero esto no sería apropiado.

González, al saber que su visión internacional no es aceptada por la mayor parte de los ecuatorianos, hace todo lo posible para desligarse de ella en público. En la reciente campaña electoral, González no tuvo más opción que limitarse a respuestas confusas y escuetas cuando se cuestiona su posición acerca de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, incluso ante acusaciones de que de ella viene su financiamiento. En la práctica, no es una política transparente.

Este problema va mucho más allá del Ecuador. En casi todo Occidente, la política exterior está gravemente desenfocada, lo que la vuelve ineficaz. Un buen ejemplo es Estados Unidos. Incluso antes de que Donald Trump decidiera desligarse de sus aliados europeos, Barack Obama era una fuente de contradicciones constante. Pese a haber expresado apoyo hacia la Primavera Árabe, estuvo en contra de una intervención militar contra el régimen de Assad en Siria, incluso cuando este llegó al punto de asesinar civiles con armas químicas. El entonces presidente estadounidense fue agresivo con Libia, pero conciliador con Cuba. Al final, lo que logró fue extender el conflicto en Siria por varios años y darle un respiro a Castro en Cuba.

Un problema evidente es la falta de objetivos concretos y la obsesión con los resultados inmediatos. Vivimos en una época en la que países con gobiernos autoritarios están utilizando una cantidad descomunal de recursos para debilitar a las instituciones liberales del mundo. Como países democráticos, la única posición coherente es formar una alianza para resistir los intentos de desestabilización y, en respuesta, promover la democracia liberal alrededor del mundo.

La crisis de inseguridad e institucionalidad que vive el Ecuador puede conectarse fácilmente con actores internacionales. Los Gobiernos de Colombia, México y Venezuela han dado su respaldo a políticos ecuatorianos acusados de negociar con el narcotráfico. El expresidente Rafael Correa, quien lidera el movimiento político de Luisa González, trabaja para el medio propagandístico ruso RT, donde promueve mentiras para beneficiar a entidades antidemocráticas. Si no me creen, escuchen a la redactora en jefe de RT, Margarita Simonián, quien describió una vez su labor como la de realizar una “guerra de información contra Occidente”.

La influencia de Ecuador en el escenario internacional puede ser limitada en comparación con otros países, pero esa no es una excusa válida para no actuar. Si el Gobierno quiere proveer seguridad y prosperidad para sus ciudadanos, tiene que tomar acciones serias para combatir la desinformación, proveer apoyo a los actores democráticos en el continente y oponerse activamente a aquellos estados dispuestos a sabotear los procesos democráticos dentro y fuera de la región. Y si no vemos estos principios en los candidatos, tenemos que reclamarlos como ciudadanos. (O)

Fotografía tomada de la cuenta de la red social X de @DanielNoboaOk donde aparecen el presidente de Estados Unidos, Donald Trump (c), su homólogo de Ecuador, Daniel Noboa y su esposa, Lavinia Valbonesi durante reunión este sábado, en Palm Beach, Florida (EE.UU.). Trump se reunió con su homólogo de Noboa en su residencia de Mar-a-Lago (Florida), en un encuentro marcado por las elecciones presidenciales del país suramericano convocadas para el próximo 13 de abril. EFE/ @danielnoboaok /

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