Guayaquil, Ecuador
Más de una década atrás, el célebre escritor cubano Carlos Alberto Montaner separaba a la izquierda latinoamericana entre izquierda carnívora e izquierda vegetariana.
La primera desde luego era la chavista, castrista, la que ahora representarían Maduro o Daniel Ortega; y la otra, vegetariana (igual de empobrecedora, pero algo más moderada). Ahora bien, en medio de la algarabía por la nueva derrota del socialismo del siglo XXI que representa y representó la izquierda carnívora en el Ecuador (¡gracias a Dios por esa victoria!), hay que distinguir que, en Ecuador, lo que realmente triunfó en términos políticos es: la izquierda vegetariana, y, por cierto, con los votos de la derecha. Lo cual, en términos comparativos, es deseable; pero, en relación con lo que el país necesita, aún dista mucho de ser suficiente.
¿Por qué esta puntualización?
Porque, más allá de lo importante de este aplastante triunfo —en el que se demostró que el Ecuador ya pasó la página del correísmo, y que nuevamente (¡gracias a Dios!) nos libramos de esa inagotable fábrica de miseria que es el socialismo—, el rival político que venció a la representante del prófugo es, para desilusión de gran parte de las personas que votaron por él, de izquierda vegetariana. Es decir —y lo pongo en términos de abogado—, “a confesión de parte, relevo de prueba”: Daniel Noboa dice ser de centroizquierda. En español, la variante vegetariana de una doctrina que no conduce a la prosperidad.
Ahora bien, se viene una Asamblea Constituyente, y, por los resultados del día de ayer, esta luce diferente a la que cualquiera hubiese podido imaginar tan solo horas antes. También se presenta como una oportunidad para que aquellos que tienen en mente un Ecuador libre y próspero se planteen seriamente que nuestro país necesita, de forma urgente, algo más que vegetarianismo para salir de la crisis que tanto nos agobia. Pero esa, es otra historia.
Seguiremos en libertad, conversando.
