Common People – Black Mirror (2025)

Andrés Cárdenas Matute

Quito, Ecuador

Byung Chul Han sostiene, interpretando a Marx, que la libertad individual funciona en el capitalismo como el órgano sexual del dinero, porque el capital se reproduce a través de nuestras decisiones. Y continúa diciendo que esta libertad con demasiada facilidad termina por convertirse en nuestra propia esclavitud, pues aquí lo único que importa verdaderamente no es que crezca el hombre, sino que crezca el capital. Esa metáfora corporal para explicar la superioridad del dinero por encima de las personas venía a mi mente al ver “Common People”, el primer capítulo de la última temporada de Black Mirror. Allí, Charlie Brooker y Bisha K. Ali, guionistas, nos muestran, al añadir un pequeño toque de –por ahora– ciencia ficción a nuestro propio mundo, que ese capitalismo quiere devorar cuerpos. Amanda sobrevive a un tumor en el cerebro gracias a un sistema que le implantan. Se trata de algo experimental, pero que rápidamente, para mantenerlo en funcionamiento, tienes que encadenarte a un sistema de pagos similar al de las plataformas online: puedes usarlo gratuitamente, puedes usar su versión básica, o su versión completa. Pero sucede que, en la versión gratuita, entre otras cosas, la beneficiaria del implante se convertirá en un medio más de publicidad a través de sus propias conversaciones. Mike, su esposo, tiene que pagar el tratamiento, tiene que sacarla de esa versión gratuita, pero su salario de trabajador de fábrica no es suficiente. Por eso, algunos han visto este capítulo también como una historia de qué-estás-dispuesto-a-hacer-por-amor. Como solución, Mike descubre páginas web en donde la gente está dispuesta a pagar para que otro haga cosas radículas, dolorosas, humillantes, o las tres juntas; una especie de OnlyFans no necesariamente sexual. El dinero se nutre del cuerpo de él, entregado al disfrute morboso y patológico de internautas. El dinero se nutre del cuerpo de ella, para esclavizarlo en membresías mensuales, alimentándose también de su tiempo de sueño. Black Mirror esta vez nos dice que entregar nuestro cuerpo al capitalismo solo puede terminar en el vaciamiento total. En la publicidad o en la depravación. En el no-cuerpo.

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