
Por curiosidad personal, cavando en su huerto, empezó el filósofo francés Gaspard Koenig a leer sobre lombrices y a tomar notas sobre estos animales que tienen un gran peso en su última novela, ‘Humus’, un fenómeno editorial en su país, ganadora de los premios Interallié, Transfuge y Jean Giono, y finalista del Goncourt y el Renaudot.
En una entrevista con EFE, Koenig no dudó este jueves al asegurar que «sin gusanos, no habría vida en la tierra», y destacó que son «la base del ciclo de la vida, donde la muerte se vuelve a transformar en vida».
«Si uno se interesa por ellos -prosiguió- es fascinante, porque hay miles de especies distintas, con comportamientos distintos, creando en la tierra laberintos, pirámides, sin tener ni vista ni olfato, funcionando sólo con el tacto, siendo, además, hermafroditas, una sexualidad fascinante, en una suerte de magma muy sensual donde los géneros no se distinguen».
Pocas novelas empiezan como lo hace ‘Humus’, con un conferenciante que diserta sobre los avances y los retos de la Geodrilología, la ciencia de las lombrices de tierra, con dos jóvenes estudiantes de Agronomía escuchando al experto.
Publicada en español por Seix Barral, la obra, en la que no se obvia el humor, está protagonizada por dos tipos extravagantes, Kevin y Arthur.
Están angustiados por la crisis medioambiental y se proponen cambiar el mundo con métodos diferentes, apareciendo las contradicciones de la época actual, el choque entre el campo y la ciudad, la lucha de clases o la movilidad social.
Gaspard Koenig, que vive entre París y el campo, comenta que quería escribir una novela relacionada con la ecología y las lombrices fueron un «buen pretexto» para adentrarse en este ámbito.
El libro no culpa «a nadie»
Con el humanista renacentista Michel de Montaigne como máximo referente, cree que ha armado una historia, y por ello su éxito, en la que todo queda «abierto, explorándose diferentes opciones».
«No es un libro moralista, ni en el que se juzgue, ni se culpe a nadie, sino que da información, muestra los obstáculos que hay y cada uno puede hacer su elección, incluso con los dos principales personajes», explicó.
También piensa que la novela permite contrastar a los neorrurales con las élites de la ciudad, sin «buenos ni malos, sin héroes, porque, a fin de cuentas, los seres humanos son todos los mismos, aunque con circunstancias y sociologías diferentes».
Considera Koenig que lo más acuciante ahora es la desaparición de la biodiversidad el entrar «en la sexta extinción masiva» porque se están perdiendo «el 65 % de los insectos y de las aves de forma muy vertiginosa», y en cincuenta años se destruyen «entre cinco y diez millones de años de evolución natural».
Advierte, además, de que existen «grandes corrientes transnacionales», que «niegan claramente» el problema con un «rechazo» a la ecología, ya sea en Argentina, Estados Unidos o «incluso en el Parlamento Europeo».
De todas maneras, el escritor remarca que el ser humano es una especie reciente en la evolución natural y «todas las especies mutan, con lo que quizá no desaparezcamos, pero seguramente dentro de miles de años no seremos como ahora».
«Para nosotros es importante pensar en si se mantiene o no esta civilización pero, a fin de cuentas, a escala de lo que es la vida no hay nada dramático ni apocalíptico», dijo.
Mirar al cielo
Cuando se le pregunta por la Inteligencia Artificial, no duda Koenig en aseverar que quienes la lideran miran al cielo, «son los que quieren ir a Marte, enviar satélites, volver a la luna, todo ligado al cosmos, pero quizá deberían mirar más a la tierra, a lo que hay bajo sus pies».
El motivo es que, actualmente, sólo se conoce el uno por ciento de las especies que viven en el suelo, cuando «en una cucharada de tierra tenemos 10.000 millones de años, un universo increíble, abundante, apasionante».
Gaspard Koenig se muestra partidario de transformar el imaginario de la ciencia ficción «basado en lo intergaláctico, en los rayos láser o en las naves espaciales y llevarlo hasta el suelo, mucho más rico, divertido, sensual y feliz». EFE (I)