
Guayaquil, Ecuador
El presidente Daniel Noboa llega a segunda semana de su segundo mandato después de prácticamente haber ratificado a su gabinete y designar portavoz a una exfuncionaria correísta. Quizás el ruido por la nominación sea exagerado. No con frecuencia, pero a veces la vida nos da la oportunidad de redimirnos. Aquí lo verdaderamente importante es que Noboa pueda enfrentar, y vencer, los principales desafíos que acosan a la Nación y que pudieran resumirse en dos: la guerra contra el crimen organizado y el crecimiento económico.
Tiene las herramientas para ello. La legitimidad de ganar la elecciones con más de diez puntos sobre su oponente sigue siendo un capital político importante. Pero no se ha contentado con ello. Pese a que en las urnas solo había obtenido 66 asambleístas de los 77 que necesitaba para lograr mayoría, Noboa logró imponer a su ex ministro Niels Olsen como presidente de la Asamblea Nacional. Pero lo sorprendente en realidad fue que no se contentó con Olsen sino que además colocó una especie de candado adicional.
Mientras la mayoría de los gobiernos que no han logrado los votos para gobernar solos, incluso ceden la presidencia de la Asamblea a cambio de gobernabilidad (Lasso, por ejemplo se la entregó a Guadalupe Llori, de Pachackutik), Noboa en cambio, impuso también como primera vicepresidenta de la Legislatura a su antigua directora jurídica, una chica llamada Mishel Mancheno, totalmente leal a él. Así que no importa si a Olsen le da gripe, se a de viaje, o renuncia, Noboa ha puesto ahí un candado en una jugada que yo nunca ante había visto ejecutar a un presidente que no ha ganado la mayoría.
Obtuvo también la totalidad de los vocales del Consejo de Administración Legislativa. En el camino, sin que le tiemble la mano, apuñaló por la espalda al Partido Social Cristiano, quien «desprendidamente» había ofrecido sus votos para lo que el gobierno quiera, con la esperanza de que sus cuatro asambleístas ubiquen a Alfredo Serrano en el CAL, y convertirse en una especia de fiel de la balanza, una estrategia que en el pasado ya le ha permitido dominar a gobiernos débiles y sin minoría.
Probablemente Noboa había leído esa lección de Maquiavelo en la que postula que el rey que gana una guerra con el ejército de otro, queda rehén de ese ejército el cual será el que finalmente reine. Así que aceptó sus votos para que Olsen y Mancheno ganen la presidencia de la Asamblea y la primera vicepresidencia. Pero después no eligió para el CAL a Serrano, que era el candidato de Jaime Nebot, sino a un señor Célleri, que de inmediato se ha pasado a las filas de ADN. Y una operación similar ejecutó con el vocal que le correspondía al correísmo.
Noboa logró también el control de doce de las quince comisiones legislativas. En el Viejo Ecuador, los gobernantes que no habían ganado la mayoría, la obtenían a través de las alianzas sus afines, dejando a la oposición en la minoría. Noboa ha logrado el control total, él solo, en doce de las quince comisiones, en las que ha colocado a cinco vocales de su partido. La minoría se la ha entregado a sus aliados. A la oposición la ha confinado en unos especies de ghettos que él ha considerado de escasa importancia. La Comisión de la Niñez, por ejemplo.
El triunfo de Noboa es inobjetable. Y al parecer ahora se encamina a captar la Fiscalía tras la renuncia de Diana Salazar, a la que ha enviado de embajadora en Buenos Aires. Yo no me sorprendería demasiado si el sagaz ministro de Gobierno, Pipo de la Gasca, termine de Fiscal General, en una operación arriesgada, con una vocación de poder que no habíamos visto desde que Correa proclamara, en su estilo burdo y desfachatado, que él era el jefe de todas las funciones del Estado.
Estoy consciente de que De la Gasca necesitará mucho talento para que sus actos luzcan legítimos aunque lo sean. Y que el último de los charlatanes de Quito o Guayaquil asegurarán que sus decisiones se tomaron en Carondelet aunque las hubiera tomado él con total independencia. Pero eso ocurrirá sea el Fiscal, o no, De la Gasca. Al final, citando a Yourcenar, y no solo va para Pipo, sino también para Noboa, lo realmente importante es que el hombre que ha tomado el poder, demuestre luego que merecía ejercerlo.
